El Libro de los Espíritus

Allan Kardec

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CAPÍTULO XI
LOS TRES REINOS

Los minerales y las plantas.
—Los animales y el hombre. —Metempsicosis


Los minerales y las plantas.

585. ¿Qué Concepto formáis de la división de la naturaleza en tres reinos, o bien en dos clases: los seres orgánicos y los seres inorgániros? Algunos hacen de la especie humana una cuarta clase. ¿Cuál de estas divisiones es preferible?

«Todas son buenas, pues dependen del aspecto en que se las tome. En el material, sólo hay seres orgánicos e inorgánicos: pero bajo el punto de vista moral, evidentemente hay cuatro grados».

Estos cuatro grados tienen en efecto caracteres marcados, aunque parezca que se confunden sus límites. La materia inerte, que constituye el reino mineral, sólo tiene una fuerza mecánica; las plantas, compuestas de materia inerte, están dotadas de vitalidad; los animales, compuestos de materia inerte, dotados de vitalidad, tienen además una especie de inteligencia instintiva limitada con conciencia de su existencia y de su individualidad. El hombre, teniendo todo lo que hay en las plantas y en los animales, domina todas las otras clases por una inteligencia especial, indefinida, que le da conciencia de su porvenir, percepción de las cosas extramateriales y conocimiento de Dios.

586. ¿Las plantas tienen conocimiento de su existencia?

«No; no piensan y sólo tienen vida orgánica».

587. ¿Las plantas experimentan sensaciones? ¿Sufren cuando se las mutila?

«Las plantas reciben impresiones físicas que obran en la materia; pero no tienen percepciones, y por consiguiente no tienen sentimiento de dolor».

588. La fuerza que atrae unas plantas a otras, ¿es independiente de su voluntad?

«Sí, puesto que no piensan. Es una fuerza mecánica de la materia que obra en la materia, y no podrían oponerse a ella».

589. Ciertas plantas, tales como la sensitiva y la dionea, por ejemplo, tienen movimientos que revelan una gran sensibilidad, y en ciertos casos, una especie de voluntad, como la última cuyos lóbulos apresan a las moscas que se posan en ellos para chuparles el jugo, y a las cuales parece que tiende una red para matarlas. ¿Estas plantas están dotadas de la facultad de pensar? ¿Tienen voluntad y forman una clase intermedia entre la naturaleza vegetal y la animal? ¿Son una transición de la una a la otra?

«Todo es transición en la naturaleza, por el hecho de que nada es semejante y todo se enlaza. Las plantas no piensan, y por consiguiente no tienen voluntad; La ostra que se abre y todos los otros zoófitos no piensan, sólo tienen instinto ciego y natural».

La organización humana nos ofrece ejemplos de movimientos análogos sin intervención de la voluntad, como en las funciones digestivas y circulatorias. El piloro se cierra al contacto de ciertos cuerpos para negarles el paso. Lo mismo debe suceder en la sensitiva, en la cual los movimientos no implican en manera alguna la necesidad de una percepción y menos aún de la voluntad.

590. ¿No tienen las plantas, como los animales, un instinto de conservación que las conduce a buscar lo que les es útil, y a huir de lo que puede serles nocivo?

«Si se quiere es una especie de instinto, lo cual depende de la acepción que se dé a la palabra; pero es puramente mecánico. Cuando en las operaciones químicas veis cómo se reúnen dos cuerpos, es porque se conviene, es decir, porque existe afinidad entre ellos; mas no lo llamáis instinto».

591. ¿En los mundos superiores, las plantas son, comc los otros seres, de naturaleza más perfecta?

«Todo es más perfecto; pero las plantas siempre son plantas, como los animales animales y siempre hombres los hombres».

Los animales y el hombre.

592. Si en punto a inteligencia comparamos al hombre y a los animales, parece difícil de establecer la línea demarcatoria; porque ciertos animales, bajo aquel aspecto, son notoriamente superiores a ciertos hombres. ¿Semejante línea puede ser establecida con precisión?

«Acerca de este punto no están muy acordes vuestros filósofos, queriendo los unos, que el hombre sea un animal y otros que el animal sea un hombre. Todos se equivocan; el hombre es un ser especial que se rebaja mucho a veces o que puede elevarse también mucho. En lo físico, el hombre es como los animales, y está mucho menos provisto que muchos de ellos, pues la naturaleza ha dado a éstos todo lo que aquél se ve obligado a inventar con su inteligencia para su conservación y satisfacción de sus necesidades. Su cuerpo se destruye como el de los animales, es cierto; pero su espíritu tiene un destino, que sólo él puede comprender; porque sólo él es completamente libre. ¡Pobres hombres que os rebajáis hasta el bruto! ¿No sabéis distinguiros de él? Reconoced al hombre en el pensamiento de Dios».

593. ¿Puede decirse que los animales no obran más que por instinto?

«He ahí otro de vuestros sistemas. Cierto es que el instinto domina en la mayor parte de los animales; ¿pero no ves que los hay que obran con voluntad determinada? Tienen, pues, inteligencia; pero limitada».

Además del instinto, no podria negarse a ciertos animales actos combinados, que denotan una voluntad de obrar en un sentido determinado y según las circunstancias. Hay, pues, en ellos una especie de inteligencia; pero cuyo ejercicio está más exclusivamente concentrado ea los medios de satisfacer sus necesidades físicas y de atender a su conservación. En ellos nada de creación se ve, nada de mejoramiento. Cualquiera que sea el arte que en sus trabajos admiremos, lo que antes hacían, lo hacen actualmente, ni mejor, ni peor siguiendo formas y proporciones constantes e invariables. El pequeñuelo, alejado de los de su especie, no deja de construir su nido conforme al mismo modelo, sin haber recibido instrucción alguna. Si algunos son susceptibles de cierta educación, su desarrollo intelectual, siempre encerrado en estrechos límites, débese a la acción del hombre sobre una naturaleza flexible; porque no tienen ningún progreso propio, y aun aquél es efimero y puramente individual, pues el animal abandonado a si mismo, no tarda en regresar a los límites marcados por la naturaleza.

594. ¿Los animales tienen un lenguaje?

«Si quieres decir un lenguaje formado de palabras y de sílabas, no; pero un medio de comunicarse, si y se dicen muchas más cosas de jas que vosotros creéis. Su lenguaje, empero, está limitado, como sus ideas, a sus necesidades».

—Hay animales que carecen de voz. ¿Parece que éstos no tienen lenguaje?

«Se comprenden por otros medios. ¿No tenéis vosotros más que la palabra para comunicaros? ¿Qué dices de los mudos? Dotados los animales de la vida de relación, tienen medios de advertirse y de manifestar las sensaciones que experimentan. ¿Crees que los peces no se entienden entre sí? El hombre no tiene, pues, el privilegio exclusivo del lenguaje; pero el de los animales es muy distinto y está limitado por el círculo de sus necesidades e ideas, al paso que el hombre es perfectible y se presta a todas las concepciones de su inteligencia».

En efecto, los peces que emigran en masa, como las golondrinas que obedecen al jefe que las guía, deben tener medios de avisarse, entenderse y concretarse. Acaso lo hagan a merced de una vista más penetrante que les permite distinguir las señales que se hacen; acaso la misma agua sea un vehículo que les transmite ciertas vibraciones. Cualquiera que sea, es incontestable que tienen un medio de entenderse, lo mismo que todos los otros animales privados de la voz y que trabajan en comunidad. Y después de esto, ¿hemos de admirarnos de que los espíritus puedan comunicarse entre si, sin el empleo de la palabra articulada? (282.)

595. ¿Los animales tienen el libre albedrío de sus actos?

«No son simples máquinas, como creéis vosotros, pero su libertad de acción está limitada a sus necesidades, y no puede compararse con la del hombre. Siendo en mucho inferiores a él, no tienen los mismos deberes. Su libertad está restringida a los actos de la vida material».

596. ¿De dónde procede la aptitud de ciertos animales para imitar el lenguaje del hombre, y por qué semejante actitud se observa más en las aves que en los monos, por ejemplo, cuya conformación es la más análoga a la de aquél?

«Conformación particular de los órganos de la voz, secundada por el instinto de imitación. El mono imita los gestos, y ciertas aves la voz».

597. Puesto que los animales tienen una inteligencia que les da cierta libertad de acción, ¿existe en ellos un principio independiente de la materia?

«Sí, y sobrevive al cuerpo».

—¿Este principio es un alma semejante a la del hombre?

«Si así lo queréis, también es un alma, esto depende del sentido que se dé a esta palabra; pero es inferior a la del hombre. Del alma de los animales a la del hombre, va tanta diferencia como del alma humana a Dios».

598. ¿El alma de los animales conserva, después de la muerte, su individualidad y conciencia de sí misma?

«Su individualidad, sí; pero no la conciencia de su yo. La vida inteligente permanece en est'ado latente».

599. ¿El alma de las bestias tiene elección para encarnarse con preferencia en un animal que en otro?

«No, pues no tiene libre albedrío».

600. Sobreviviendo al cuerpo el alma del animal, ¿está después de la muerte, en un estado errante, como la del hombre?

«Es una especie de erraticidad; porque no está unida a un cuerpo, pero no es un espíritu errante. El espíritu errante es un ser que piensa y obra por su libre voluntad; el de los animales no tiene la misma facultad. La conciencia de si mismo es el atributo Drincipal del espíritu. El espíritu del animal es clasificado después de la muerte por los espíritus, que de ello están encargados, y casi en seguida utilizado. No tiene tiempo de ponerse en relación con otras criaturas».

601. ¿Siguen los animales una ley progresiva como el hombre?

«Sí, y por esto en los mundos superiores, donde están más adelantados los hombres, lo están también los animales que tienen medios más desarrollados de comunicación; pero son siempre inferiores y están sometidos al hombre. Son sus servidores inteligentes».

Nada hay en esto de extraordinario. Supongamos a nuestros más inteligentes animales, al caballo, al perro, al elefante, dotados de una conformación apropiada a los trabajos manuales, ¿qué de cosas no harían bajo la dirección del hombre?

602. ¿Los animales progresan, como el hombre, en virtud de su voluntad o por la fuerza de las cosas?

«Por la fuerza de las cosas, y por esto no existe expiación para ellos».

603. ¿En los mundos superiores conocen a Dios los animales?

«No, el hombre es para ellos un dios, como en otro tiempo los espíritus fueron dioses para el hombre».

604. Siendo siempre inferiores al hombre los animales, aunque perfeccionados en los mundos superiores, resultaría que Dios ha creado seres intelectuales perpetuamente condenados a la inferioridad, lo que parece no estar conforme con la unidad de miras y de progreso que en todas sus obras se observa.

«Todo se encadena en la naturaleza por lazos que no podéis ver aún, y las cosas en apariencia más disparatadas tienen puntos de contacto que nunca llegará a comprender el hombre en su actual estado. Puede entreverías por un esfuerzo de su inteligencia, pero sólo cuando ésta haya adquirido todo su desarrollo y se haya emancipado de las preocupaciones del orgullo y de la ignorancia, podrá ver claramente la obra de Dios. Hasta entonces sus ideas limitadas le harán ver las cosas bajo un aspecto mezquino y restringido. Entended bien que Dios no puede contradecirse, y que en la naturaleza todo se armoniza por medio de leyes generales, que nunca se separan de la sublime sabiduría del Creador»

—¿La inteligencia es, pues, una propiedad común, un pun to de contacto entre el alma de las bestias y la del hombre?

«Sí; pero los animales sólo tienen la inteligencia de la vida material. En el hombre la inteligencia da la vida moral».

605. Si se consideran todos los puntos de contacto que existen entre el hombre y los animales, ¿no pudiera creerse que el hombre posee dos almas: él alma animal y el alma espiritista, y que si no contase con esta última, podría vivir, pero como el bruto: o dicho de otro modo, que el animal es un ser semejante al hombre, exceptuando el alma espiritista? ¿Y de aquí resultaría que los instintos buenos y malos del hombre serían efecto del predominio de una de estas dos almas?

«No; el hombre no tiene dos almas, sino que el cuerpo tiene sus instintos que son resultado de la sensación de los órganos. Sólo existe en él una naturaleza doble: la animal y la espiritual. Por el cuerpo participa de la naturaleza de los animales y de sus instintos; por su alma, de la de los espíritus».

—Así, pues. además de sus propias impresiones de que ha de despojarse el espíritu. ¿debe luchar también con la influencia de la materia?

«Sí; y mientras más inferior es, más estrechos son los lazos entre el espíritu y la materia. ¿Acaso no io estáis viendo? No, el hombre no tiene dos almas, pues ésta es siempre única en un solo ser. El alma del animal y la del hombre son distintas entre sí, de modo, que el alma del uno no puede animar el cuerpo creado para el otro. Pero si el hombre no tiene alma animal que le ponga por sus pasiones al nivel de los animales, tiene el cuerpo que con frecuencia le rebaja hasta ellos; porque el cuerpo es un ser dotado de vitalidad que tiene instintos, pero ininteligentes y limitados al cuidado de su conservación».

Encarnándose el espíritu en el cuerpo del hombre, le trae el principío intelectual y moral que le hace superior a los animales. Las dos naturalezas que en el hombre existen dan a sus pasiones dos origenes diferentes: provienen las unas de los instintos de la naturaleza animal, y las otras de las impurezas del espíritu, que simpatizan más o menos con los groseros apetitos animales. Purificándose el espíritu, se emancipa poco a poco de la influencia de la materia. Bajo semejante influencia, se aproxima al bruto; y libre de ella, se eleva a su verdadero destino.

606. ¿De dónde toman los animales el principio inteligente que constituye la especie particular de alma de que están dotados?

«Del elemento inteligente universal».

—La inteligencia del hombre y la de los animales, ¿dimanan, pues, de un principio único?

«Sin duda alguna; pero en el hombre ha experimentado una elaboración que la hace superior a la que anima al bruto»

607. Se ha dicho que el alma del hombre en su origen, es el estado de infancia en la vida corporal, que apenas destella su inteligencia y que se ensaya en la vida (190); ¿dónde pasa el espíritu por esta primera fase?

«En una serie de existencias que precede al período que llamáis humanidad».

—¿Parece, pues, que el alma ha sido el principio inteligente de los seres inferiores de la creación?

«¿No hemos dicho. que todo se encadena y tiende a la unidad de la naturaleza? En esos seres que estáis muy lejos de conocerlos en su totalidad, se elabora el principio inteligente, se individualiza poco a poco y se ensaya en la vida, como hemos dicho. Este es, hasta cierto punto, un trabajo preparatorio como el de la germinación, después del cual el principio inteligente experímenta una transformación y se convierte en espíritu. Entonces empieza para él el período de la humanidad, y con él la conciencia de su porvenir, la distinción del bien y del mal y la responsabilidad de sus actos, como después del período de la infancia viene el de la adolescencia, luego la juventud, y en fin la edad madura. Por lo demás, nada de humillante tiene este origen para el hombre. ¿Se creen humillados los grandes genios por haber sido fetos informes en el seno de su madre? Si algo debe humillarle, es su inferioridad ante Dios, y su impotencia para sondear la profundidad de sus designios y la sabiduría de las leyes que arreglan la armonía del universo. En esa admirable armonía que hace que todo sea solidario en la naturaleza, reconoced la grandeza de Dios. Creer que él haya podido hacer algo sin objeto y crear seres inteligentes sin porvenir. sería blasfemar de su bondad, que se extiende a todas sus criaturas».

—¿Ese período de la humanidad empieza en nuestra Tierra?

«La Tierra no es el punto de partida de la primera encarnación humana. El periodo de la human¡dad empieza generalmente en mundos más inferiores aún, lo cual, sin embargo, no es una regla absoluta, y podría ser que un espíritu, desde su principio humano, fuese apto para vivir en la Tierra. Este caso no es frecuente y constituye más bien una excepción».

608. ¿El espíritu del hombre tiene, después de la muerte, conciencia de las existencias que han precedido a su período de humanidad?

«No; porque sólo desde este período empieza para él su vida de espíritu, y apenas se acuerda de sus primeras existencias como hombre, absolutamente lo mismo como el hombre no se acuerda de los primeros tiempos de su infancia y menos aún del tiempo que ha pasado en el seno de su madre. He aquí por qué os dicen los espíritus que no saben cómo han principiado». (78.)

609. Una vez entrado en el período de la humanidad el espíritu, ¿conserva vestigios de lo que era anteriormente, es decir, del estado en que se encontraba en el período que podría llamarse antehumanitario?

«Según la distancia que separa los dos períodos y el progreso realizado. Durante algunas generaciones, puede haber un reflejo más o menos pronunciado del estado primitivo; porque nada se verifica en la naturaleza por transición brusca. Siempre existen eslabones que ligan las extremidades de la serie de seres y acontecimientos: pero semejantes vestigios se borran con el desarrollo del libre albedrío. Los primeros progresos se realizan lentamente; porque no están aún secundados por la voluntad, y siguen una progresión más rápida a medida que el espíritu adquiere más perfecta conciencia de si mismo».

610. ¿Se han engañado los espíritus que han dicho que el hombre es un ser excepcional en el orden de la creación?

«No; pero la cuestión no había sido desenvuelta, y hay, por otra parte, cosas que sólo a su tiempo deben llegar. El hombre es, en efecto, un ser excepcional; porque tiene facultades que le distinquen de todos los otros y tiene otro destino. La especie humana es la que Dios ha elegido para la encarnación de los seres que pueden comprenderle».

Metempsicosis.

611. La comunidad de origen en el principio inteligente de los seres vivientes. ¿no es la consagración de la doctrina de la metempsicosis?

«Dos cosas pueden tener el mismo origen y más adelante pueden no parecerse en nada. ¿Quién reconocería el árbol con sus hojas, flores y frutos en el germen informe, contenido en la simiente de donde ha salido? Desde el momento en que el principio inteligente logra el grado necesario para ser espíritu y entrar en el período de la humanidad, cesa de tener relación con su estado primitivo y deja de ser el alma de la bestia, como el árbol la simiente. No le resta al hombre del animal más que el cuerpo, y las pasiones que nacen de la influencia de éste y del instinto de conservación inherente a la materia. No puede, pues, decirse que tal hombre es la encarnación del espíritu de tal animal, y por consiguiente, la metempsicosis, tal como se entiende, no es exacta».

612. El espíritu que ha animado el cuerpo de un hombre, ¿podría encarnarse en un animal?

«Eso equivaldría a retrogradar, y el espíritu no retrograda. El río no remonta hacia su curso». (118)

613. Por errónea que sea la idea atribuida a la metempsicosis, ¿no será el resultado del sentimiento intuitivo de las diferentes existencias del hombre?

«Este sentimiento intuitivo se descubre en esa como en otras muchas creencias, pero el hombre la ha desnaturalizado, como ha hecho con la mayor parte de sus ideas intuitivas».

La metempsicosis seria verdadera, si se entendiese por ella el progreso del alma de un estado inferior a otro superior, en el que hallaría desarrollos que transformarían su naturaleza; pero es falsa en el sentido de transmigración directa del animal en el hombre y viceversa, lo que implicaria idea de retroceso o fusión, y no pudiendo verificarse semejante fusión entre los seres corporales de las dos especies, es indicio de que están en grados inasimilables, y que lo mismo debe suceder con los espíritus que los aníman. Si el mismo espíritu pudiese animarlos alternativamente, se seguiria de ello una identidad de naturaleza que se traduciría en la posibilidad de la reproducción material. La reencarnación enseñada por los espíritus está fundada, por el contrario, en la marcha ascendente de la naturaleza y en el progreso del hombre en su propia especie, lo que en nada amengua su dignidad. Lo que le rehala, es el mal uso que hace de las facultades que Dios le ha dado para su adelanto. Como quiera que sea, la antiguedad y universalidad de la doctrína de la metempsicosis, y los hombres eminentes que la han profesado, prueban que el principio de la reencarnación tiene sus raíces en la misma naturaleza, y son por lo tanto argumentos en su favor y no en contra.

El punto de partida del espíritu es una de esas cuestiones que se refieren al principio de las cosas, y pertenece a los secretos de Dios.

No es dado al hombre conocerlo de una manera absoluta, y en este punto, ha de limitarse a suposiciones y a sistemas más o menos probables. Los mismos espíritus están muy lejos de conocerlo todo, y sobre lo que no saben pueden también tener opiniones personales más o menos sensatas.

Así, por ejemplo, no todos piensan lo mismo respecto de las relaciones que existen entre el hombre y los animales. Según algunos, el espíritu no llega al período humano sino después de haberse elaborado e individualizado en los diferentes grados de los seres inferiores de la creación. Según otros, el espíritu del hombre ha pertenecido siempre a la raza humana, sin haber pasado por la serie animal. El primero de estos sistemas tiene la ventaja de dar un objeto al porvenir de los animales, que formarían de este modo los primeros eslabones de la cadena de los seres pensantes; el segundo está más conforme con la dignidad humana, y puede resumirse de la manera siguiente:

Las diferentes especies de animales no proceden intelectualmente las unas de las otras por via de progresión, y así el espirita de la ostra no pasa a ser sucesivamente el del pez, del ave, del cuadrúpedo y del cuadrumano. Cada especie es un tipo absoluto física y moralmente, cada uno de cuyos individuos toma en la fuente universal la suma de principio inteligente que le es necesario, según la perfección de sus órganos, y el trabajo que ha de realizar en los fenómenos de la naturaleza, suma de principio vital que a la muerte, vuelve a la masa. Las de los mundos más adelantados que el nuestro (véase el 188) son igualmente razas distintas, apropiadas a las necesidades de aquellos mundos y al grado de adelanto de los hombres cuyos auxiliares son; pero que, espi
ritualmente hablando, no proceden en modo alguno de los de la tierra. No sucede lo mismo en el hombre. Bajo el punto de vista fijo, forma evidentemente un eslabón de la cadena de los seres vivientes; pero balo el punto de vista moral, entre el animal y el hombre, existe solución de continuidad. El hombre posee en propiedad e! alma o espíritu, destello divino que le da el sentido moral y un alcance intelectual que falta a los animales; es para él un ser principal preexistente, que sobrevive al cuerpo y que conserva su individualidad. ¿Cuál es el origen del espíritu? ¿Dónde está su punto de partida? ¿Se forma del principio inteligente individualizado? Este es un misterio que en vano trataríamos de penetrar, y acerca del cual, según tenemos dicho, sólo podemos emitir sistemas. Lo que es constante y resulta del raciocinio y de la experiencia, es la supervivencia del espíritu, la conservación de su individualidad después de la muerte. su facultad progresiva, su estado feliz o desgraciado proporcional a su adelanto en el camino del bien, y todas las verdades morales, que son consecuencías de este principio. En cuanto a las relaciones misteriosas que existen entre el hombre y los animales, volvemos a repetir que son un secreto de Dios, como muchas otras cosas cuyo conocimiento actual no importa a nuestro progreso, y sobre las cuales seria inútil insistir.