El Libro de los Espíritus

Allan Kardec

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III

Decís que queréis curar a vuestro siglo de una manía que amenaza invadir el mundo. ¿Preferís que lo fuese por la incredulidad que procuráis difundir? ¿No deben atribuirse a la falta de toda creencia el relajamiento de los lazos de familia, y la mayor parte de los desórdenes que animan la sociedad? Demostrando la existencia y la inmortalidad del alma, el espiritismo reanima la fe en el porvenir, alienta los ánimos abatidos, y hace que se soporten con resignación las vicisitudes de la vida. ¿Os atrevéis a decir que todo esto es un mal? Dos doctrinas se encuentran frente a frente: la una niega el porvenir, la otra lo proclama y lo prueba: la una no explica nada, la otra lo explica todo y por lo mismo, se dirige a la razón; la una es la sanción del egoísmo, la otra da base a la justicia, a la caridad y al amor a los semejantes; la primera se limita a señalar el presente, y anonada toda esperanza, la segunda consuela, y señala el vasto campo del porvenir. ¿Cuál de entrambas es la más perniciosa?

Ciertas gentes, y aun entre las más escépticas, se hacen apóstoles de la fraternidad y del progreso, pero la fraternidad supo'ne desinterés, abnegación de la propia personalidad; con la verdadera fraternidad, el orgullo es una anomalía. ¿Con qué derecho imponéis un sacrificio a aquel a quien decís que, cuando muera, todo acabará para él, a quien aseguráis que acaso mañana no será más que una máquina vieja descompuesta. que arrumbarán? ¿Qué razón tiene para imponerse un sacrificio cualquiera que él sea? ¿No es más cuerdo que, durante los cortos momentos de vida que le concedéis, procure pasarlo del mejor modo posible? Y de aquí el deseo de poseer mucho para gozar más, de este deseo nacen los celos contra los que poseen más que él, y de esos celos a la tentación de apoderarse de lo de aquéllos, no hay más que un paso. ¿Qué le detiene? ¿La ley? Pero ésta no abraza todos los casos. ¿Diréis que la conciencia, el sentimiento del deber? ¿Pero en qué basáis este sentimiento? ¿Tiene alguna razón de ser dada lá creencia de que todo acaba con la vida? Con semejante creencia sólo una máxima es racional, y es esta: cada uno para sí. Las ideas de fraternidad, de conciencia, de deber, de humanidad y hasta de progreso, no son más que palabras huecas. ¡Oh!, vosotros los que tales doctrinas proclamáis, vosotros no sabéis todo el mal que hacéis a la sociedad ni los crímenes cuya responsabilidad os asumís! Pero, ¡qué hablo de responsabilidad! Para el escéptico no existe responsabilidad, pues sólo a la materia rinde tributo.