El Libro de los Espíritus

Allan Kardec

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CAPÍTULO VI
VIDA ESPIRITISTA

Espíritus errantes. —Mundos transitórios. —Percepciones, sensaciones y sufrimientos de los espíritus. —Ensayo teórico sobre la sensación en los espíritus. —Elección de las pruebas. —Relaciones de ultratumba. —Relaciones simpáticas y antipáticas de los espíritus. Mitades eternas. —Recuerdo de la existencia corporal. —Conmemoración de los difuntos. Funerales.


Espíritus errantes.

223. ¿El alma se encarna inmediatamente después de su separación del cuerpo?

«A veces inmediatamente, pero con más frecuencia después de intervalos más o menos largos. En los mundos superiores la reencarnación es casi siempre inmediata. Siendo menos grosera la materia corporal, el espíritu en ella encarnado goza de casi todas sus facultades de espíritu, y su estado normal es el de vuestros sonámbulos lúcidos».

224. ¿Qué es el alma en el intervalo de las encarnaciones?

«Espíritu errante que aspira a su nuevo destino; espera».

—¿Cuál puede ser la duración de esos intervalos?

«Desde algunas horas a algunos miles de siglos. Por lo demás, hablando con exactitud, no hay límite extremo señalado al estado errante, que puede prolongarse mucho tiempo; pero nunca es perpetuo, pues el espíritu puede siempre. tarde o temprano, volver a empezar una existencia que sirve para purificar sus existencias anteriores».

—¿Esa duración está subordinada a la voluntad del espíritu, o puede serle impuesta como expiación?

«Es consecuencia del libre albedrío. Los espíritus saben perfectamente lo que hacen; pero los hay también para quienes aquélla es un castigo impuesto por Dios. Otros piden la prolongación de semejante estado para proseguir ciertos estudios que sólo los espíritus errantes pueden hacer con provecho».

225. ¿La erraticidad es en si misma señal de inferioridad del espíritu?

»No; porque hay espíritus errantes de todos los grados. La encarnación es un estado transitorio, como tenemos dicho, y en estado normal el espíritu está desprendido de la materia».

226. ¿Puede decirse que todos los espíritus que no están encarnados están errantes?

«Los que se han de reencarnar, sí; pero los espíritus puros que han llegado a la perfección, no están errantes: su estado es definitivo».

Bajo el aspecto de las cualidades intimas, los espíritus son de diferentes órdenes o grados que sucesivamente recorren, a medida que se purifican. Por su estado, pueden estar: encarnados, es decir, unidos a un cuerpo; errantes, es decir, separados del cuerpo material y esperando una nueva encarnación para mejorarse, y pueden ser espíritus puros, es decir, perfectos y sin necesidad de nuevas encarnaciones.

227. ¿De qué modo se instruyen los espíritus errantes, pues sin duda no lo hacen de la misma manera que nosotros?

«Estudian su pasado e inquieren los medios de elevarse. Miran y observan lo que ocurre en los lugares que recorren; oyen los discursos de los hombres ilustres y las advertencias de los espíritus más elevados, y todo esto les proporciona ideas de que carecían».

228. ¿Los espíritus conservan algunas de las pasiones humanas?

«Los espíritus elevados, al dejar su envoltura, dejan las malas pasiones y no conservan más que las buenas; pero los espíritus inferiores no se desprenden de aquéllas; pues de otro modo pertenecerían al primer orden».

229. ¿Por qué los espíritus, al dejar la tierra, no abandonan todas sus malas pasiones, puesto que ven sus inconvenientes?

«En este mundo hay personas excesivamente celosas, ¿crees que al abandonarlo se desprenden de ese defecto? Después de salir de la tierra, les queda, sobre todo a los que han tenido pasiones dominantes, una especie de atmósfera que les rodea y les conserva todas esas cosas malas; porque el espíritu no está completamente desprendido de ellas, y sólo en ciertos momentos entrevé la verdad, como para enseñarle el buen camino».

230. ¿ Progresa el espíritu en estado errante?

«Puede mejorarse mucho, siempre según su voluntad y su deseo; pero en la existencia corporal es donde practica las nuevas ideas que ha adquirido».

231. ¿Son felices o desgraciados los espíritus errantes?

«Más o menos, según su mérito. Sufren las consecuencias de las pasiones cuyo principio han conservado, o bien son felices según están más o menos desmaterializados. En estado errante, el espíritu entrevé lo que le falta para ser más dichoso, y entonces busca los medios para conseguirlo; pero no siempre le es permitido reencarnarse a su gusto, lo que entonces constituye un castigo».

232. En estado errante, ¿pueden los espíritus ir a todos los mundos?

«Según y cómo. Separado el espíritu del cuerpo. no está por ello completamente desprendido de la materia, y pertenece aún al mundo en que ha vivido, o a otro del mismo grado, a menos que, durante la vida, se haya elevado, y este es el fin a que debe dirigirse, pues sin él no se perfeccionaría nunca. Puede, sin embargo, ir a ciertos mundos superiores; pero estará en ellos como un extraño. Por decirlo así, no hace más que entreverlos, lo que le despierta el deseo de mejorarse, para ser digno de la felicidad que en ellos se goza y poder habitarlos más tarde».

233. ¿Los espíritus purificados vienen a los mundos inferiores?

«Vienen a menudo para ayudarles a progresar, pues, a no ser así, semejantes mundos estarían abandonados a si mismos, sin guías que los dirigiese».

Mundos transitorios.


234. ¿Existen, como se ha dicho, mundos que sirven a los espíritus errantes de estaciones y lugares de reposo?

«Sí; hay mundos particularmente consagrados a los seres errantes, mundos en que pueden habitar temporalmente, especies de vivaques o campamentos para descansar de una prolongada erraticidad, que siempre es algo penosa. Son posiciones intermedias entre los otros mundos, graduadas según la naturaleza de los espíritus que pueden ir a ellas, los cuales gozan de mayor o menor bienestar».

—Los espíritus que habitan en esos mundos, ¿pueden dejarlos a su antojo?

«Sí, los espíritus que están en esos mundos pueden separarse de ellos para ir a donde deben dirigirse. Imaginalos como aves de paso que se detienen en una isla, esperando recobrar fuerzas para dirigirse al término de su viaje».

235. ¿Progresan los espíritus durante su permanencia en los mundos transitorios?

«Indudablemente, pues los que de tal modo se reúnen lo hacen con objeto de instruirse y de poder obtener más fácilmente permiso para trasladarse a mejores lugares, y llegar a la posición de los elegidos».

236. ¿Los mundos transitorios están por su naturaleza especial perpetuamente consagrados a los espíritus errantes?

«No; su posición es temporal únicamente».

—¿Están habitados al mismo tiempo. por seres corporales

«No: pues su superficie es estéril. Los que los habitan no sienten necesidades».

—¿Esta esterilidad es permanente y procede de su naturaleza especial?

«No; son estériles por transición».

-¿Esos mundos deben, pues, carecer de bellezas naturales?

«La naturaleza se traduce en las bellezas de la inmensidad, que no son menos admirables que las que llamáis naturales».

—Puesto que el estado de estos mundos es transitorio, ¿pertenecerá el nuestro algún día a ellos?

«Ha pertenecido ya».

—¿En qué época? «Durante su formación».

Nada hay inútil en la naturaleza; todo tiene su objeto y su destino: nada está desocupado; todo está habitado, y en todas partes reina la vida. Así pues, durante la larga serie de siglos que transcurrieron, antes de que apareciese el hombre en la tierra, durante aquellos lentos períodos de transición, atestiguados por las capas geológicas. antes aun de la formación de los primeros seres orgánicos, no faltaba vida en aquella masa informe, en aquel árido caos donde estaban confundidos los elementos, pues en él encontraban refugio seres que no tenian ni nuestras necesidades, ni nuestras sensaciones físicas. Dios quiso que aun en semejante estado de imperfección, sirviese para algo. ¿Quién, pues, se atreverá a decir que, entre esos miles de mundos que circulan por la inmensidad, tiene el privilégio de estar habitado uno solo, uno de los más pequeños, confundido con la multitud? ¿Cuál sería la utilidad de los otros? ¿Habríalos creado Dios sólo para recreo de nuestros ojos? suposición absurda, incompatible con la sabiduría que en todas sus obras se revela, e inadmisible, cuando se consideran todos los que no podemos distinguir. Nadie negará que en la idea de que existen mundos impropios todavía para la vida material, pero poblados, sin embargo, de seres vivientes apropiados a semejante medio, haya algo de grande y de sublime, en lo cual encontraremos quizá solución a más de un problema.

Percepciones, sensaciones y sufrimentos de los espíritus.

237. Vuelta al mundo de los espíritus, ¿conserva el alma las percepciones que tenía durante la encarnación?

«Sí, y otras que no poseía; porque su cuerpo era como un velo que se las ocultaba. La inteligencia es un atributo del espíritu; pero se manifiesta más libremente, cuando no tiene trabas».

238. ¿Las percepciones y conocimientos de los espíritus son indefinidas, o, en una palabra, saben éstos todas las cosas?

«Mientras más se aproximan a la perfección, saben más. Si son espíritus superiores, saben mucho, y los inferiores están más o menos ignorantes de todas las cosas».

239. ¿Conocen los espíritus el principio de las cosas?

«Según su elevación y su pureza. Los espíritus inferiores saben de esto como los hombres».

240. ¿Comprenden los espíritus la duración como nosotros?

«No, y de aquí depende el que no nos comprendáis siempre, tratándose de fijar fechas o épocas».

Los espíritus viven ajenos al tiempo, tal como lo comprendemos nosotros, y para ellos desaparece la duración; y los siglos, que tan largos nos parecen a nosotros, no son a sus ojos más que instantes que se borran en la eternidad como las desigualdades del terreno para el que se eleva en el espacio.

241. ¿Los espíritus tienen del presente una idea más precisa y exacta que nosotros?

«Poco más o menos como el que ve tiene más exacta idea de las cosas que el ciego. Los espíritus ven lo que vosotros no veis y juzgan, por lo tanto, de diferente modo; pero, volvemos a repetirlo, siempre según su elevación».

242. ¿Cómo adquieren los espíritus el conocimiento del pasado? ¿Este conocimiento es limitado en ellos?

«Cuando de él nos ocupamos, el pasado se nos convierte en presente, como te sucede a ti que recuerdas lo que te ha llamado la atención en el curso de tu destierro terrestre. Existe la diferencia de que, como el velo material no oscurece nuestra inteligencia como a la tuya, recordamos cosas que se han borrado de tu memoria; pero los espíritus no lo conocen todo, especialmente su creación».

243. ¿Conocen los espíritus el porvenir?

«También depende esto de su perfección. Con frecuencia sólo lo entrevén; pero no siempre les es permitido revelarlo. Cuando lo ven, les parece presente, y lo ven más claramente cuanto más se aproximan a Dios. Después de la muerte, el alma ve y abraza de una ojeada sus emigraciones pasadas; pero no puede ver lo que Dios le prepara, para lo cual le es preciso pertenecerle por completo, después de muchas existencias».

—Los espíritus que han llegado a la perfección absoluta, ¿tienen completo conocimiento del porvenir?

«Completo no es la palabra; porque Dios es el señor soberano, y nadie puede igualársele».

244. ¿Ven los espíritus a Dios?

«Sólo los espíritus superiores lo ven y lo comprenden; los inferiores lo sienten y adivinan».

—Cuando un espíritu inferior dice que Dios le prohib o le permite alguna cósa, ¿cómo sabe que procede de él?

«No ve a Dios; pero siente su soberanía, y cuando no debe hacerse una cosa o decirse algo, percibe como una intuición, como una advertencia invisible que le impide hacerla. ¿No tenéis vosotros mismos presentimientos que son como advertencias secretas de que hagáis o dejéis de hacer tal o cual cosa? Lo mismo nos sucede a nosotros, pero en mayor grado; porque comprenderás que, siendo más sutil que la vuestra la esencia de los espíritus, pueden percibir mejor las advertencias divinas».

—¿El mandato le es directamente transmitido por Dios, o por mediación de otros espíritus?

«No lo recibe directamente de Dios, pues es preciso ser digno de ello para comunicar con él. Dios le transmite sus mandatos por espíritus más elevados en perfección e instrucción».

245. ¿Está circunscrita la vista de los espíritus como la de los seres corporales?

«No; reside en ellos».

246. ¿Los espíritus necesitan claridad para ver?

«Ven por si mismos y no necesitan la claridad exterior. Las tinieblas no existen para ellos, fuera de aquéllas en que por expiación pueden estar sumidos».

247. ¿Tienen necesidad los espíritus de trasladarse de un lugar a otro, para ver lo que pasa en dos puntos distintos? ¿Pueden, por ejemplo abarcar lo que ocurre en los dos hemisferios del globo?

«Como el espíritu se traslada con la rapidez del pensamiento, puede decirse que ve a la vez lo que sucede en todas partes. Su pensamiento puede irradiar y fijarse al mismo tiempo en muchos puntos diferentes; pero esta facultad depende de su pureza, de modo que, mientras menos puro es, más limitada tiene la vista, y sólo los espíritus superiores pueden abarcar el conjunto».

La facultad de ver es en los espíritus una propiedad inherente a su naturaleza que reside en todo su ser, como reside la luz en todas las partes de un cuerpo luminoso; es una especie de lucidez universal que a todo se extiende, que abarca a la vez el espacio, los tiempos y las cosas, y ante la cual desaparecen las tinieblas y obstáculos materiales. Se comprende que así debe suceder. Verificándose la visión en el hombre por el funcionamiento de un órgano al ser impresionado por la luz, faltando ésta aquél permanece en la oscuridad; pero siendo la facultad de ver un atributo de los espíritus con independencia de los agentes exteriores, la visión en ellos es independiente de la luz. (Véase Ubicuidad, número 92.)

248. ¿El espíritu ve las cosas tan claras como nosotros?

«Más claras aún; porque su vista penetra lo que no la vuestra. Nada la empaña».

249. ¿Percibe el espíritu los sonidos?

«Sí, y percibe otros que no pueden percibir vuestros sentidos obtusos».

—¿La facultad de oír reside en todo su ser como la de ver?

«Todas las percepciones son atributos del espíritu y forman parte de su ser. Cuando se encuentra revestido del cuerpo material, sólo por conducto de los órganos las recibe; pero en estado de espíritu no las tiene localizadas».

250. Siendo las percepciones atributos del espíritu, ¿le es posible sustraerse de ellas?

«El espíritu ve y oye lo que únicamente quiere. Esto debe entenderse en general y sobre todo de los espíritus elevados; porque los imperfectos ven y oyen a menudo y a pesar suyo, lo que puede ser útil a su mejoramiento».

251. ¿Son sensibles los espíritus a la música?

«¿Quieres hablar de vuestra música? ¿Qué significa vuestra música comparada con la celeste, con esa armonía de que nada de lo de la tierra puede daros una idea? La una es a la otra lo que el canto del salvaje a las suaves melodías. Los espíritus vulgares pueden. no obstante, experimentar cierto placer oyendo vuestra música, porque no les es dado aún comprender otra más sublime. La música tiene para los espíritus infinitos encantos en razón de estar sus cualidades sensitivas más desarrolladas; entiendo hablar de la música celeste, que es lo que la imaginación espiritual puede concebir de más bello y más suave».

252. ¿Son sensibles los espíritus a las bellezas de la naturaleza?

«Las bellezas naturales de los globos son tan diferentes, que no se está lejos de Conocerlos. Si, son sensibles a ellas según su aptitud para apreciarlas y comprenderlas. Para los espíritus elevados existen bellezas de conjunto, ante las cuales se desvanecen, por decir así, las bellezas de detalle».

253. ¿Experimentan los espíritus nuestras necesidades y sufrimientos físicos?

«Los conocen, porque los han experimentado: pero no los sienten materialmente como nosotros, pues son espíritus».

254. ¿Sienten los espíritus cansancio y necesitan de descanso?

«No pueden sentir cansancio tal como lo entendéis vos-otros, y por lo tanto, no han de menester de vuestro descanso corporal, puesto que no tienen órganos cuyas fuerzas hayan de ser recuperadas; pero el espíritu descansa en cuanto no está en constante actividad. No procede de un modo material: su acción es completamente intelectual y totalmente moral su reposo, es decir, que en ciertos momentos su pensamiento cesa de ser tan activo y no se fija en un objeto determinado, lo cual constituye un verdadero reposo, aunque incomparable con el del cuerpo. La especie de cansancio, que pueden sentir los espíritus está en proporción de su inferioridad; porque mientras más elevados son, menos necesario les es el descanso».

255. Cuando un espíritu dice que sufre, ¿qué clase de sufrimiento experimenta?

«Angustias morales que le atormentan más dolorosamente que los sufrimientos físicos».

256. ¿De dónde proviene, pues. que algunos espíritus se hayan quejado de frío o de calor?

«Recuerdo de lo que habían sufrido durante la vida, tan penoso a veces como la realidad. A menudo es una comparación por medio de la cual, a falta de otra más exacta, expresan su situación. Cuando se acuerdan de su cuerpo, experimentan cierta impresión, como cuando nos quitamos la capa y creemos que la tenemos aún».

Ensayo teórico sobre la sensación en los espíritus.

257. El cuerpo, instrumento del dolor, es, si no su causa primera, por lo menos, su causa inmediata. El alma tiene la percepción del dolor, percepción que es el efecto. El recuerdo que de él conserva, aunque puede ser muy penoso, no puede tener acción física. El frío y el calor no pueden, en efecto, desorganizar los tejidos del alma, que no puede helarse, ni abrasarse. ¿Por ventura no vemos cada día que el recuerdo o temor de un mal físico produce el mismo efecto que la realidad, ocasionando hasta la muerte? Todos sabemos que las personas a quienes se ha amputado un miembro continúan sintiendo el dolor en él, aunque no exista el miembro. Ciertamente que no está localizado el dolor en aquel miembro ni que de él parte, sino que es el cerebro el que conserva la impresión. Puede creerse, pues, que sucede algo análogo en los sufrimientos del espíritu después de la muerte. Un estudio más profundo del periespíritu, que tan importantes funciones desempeña en todos los fenómenos espiritistas, las apariciones vaporosas o tangibles, el estado del espíritu en el acto de la muerte, la idea tan frecuente de que vive aún, el sorprendente espectáculo de los suicidas, de los ajusticiados, de las personas que se han entregado a los goces materiales y otros muchos hechos, han venido a hacer luz en este asunto, dando lugar a las explicaciones cuyo resumen pasamos a dar.

El periespíritu es el lazo que une el espíritu a la materia del cuerpo; lo tomamos del medio ambiente, del fluido universal, y participa a la vez de la electricidad, del fluido magnético y hasta cierto punto de la materia inerte. Pudiera decirse que es la quinta esencia de la materia. Es el principio de la vida orgánica; pero no el de la intelectual, ya que ésta reside en el espíritu. Es, por otra parte, el agente de las sensaciones externas. Semejantes sensaciones están localizadas, en el cuerpo, en los órganos que les sirven de conductos. Destruido el cuerpo, las sensaciones se hacen generales, y he aquí por qué no dice el espíritu que la cabeza le duela más que los pies. Es preciso, además, no confundir las sensaciones del periespíritu independiente ya, con las del cuerpo, que sólo podemos tomar como término de comparación y no como analogía. Desprendido el cuerpo, el espíritu puede sufrir, pero este sufrimiento no es el del cuerpo, y sin embargo, no es un sufrimiento exclusivamente moral como el remordimiento, puesto que se queja de frío y de calor. La temperatura no les impresiona, puesto que no sufren más en invierno que en verano y puesto que hemos visto a algunos atravesar las llamas, sin experimentar sufrí-miento alguno. El dolor que sienten no es, pues, físico propiamente dicho, sino un vago sentimiento íntimo del que no siempre se da perfecta explicación el mismo espíritu, precisamente porque el dolor no está localizado, ni es producido por agentes externos, Es más bien un recuerdo de la realidad; pero recuerdo tan penoso como ésta. A veces, sin embargo, es más que un recuerdo, según vamos a ver.

La experiencia nos enseña que, en el acto de la muerte, el periespíritu se desprende más o menos lentamente del cuerpo. Durante los primeros momentos, el espíritu no se explica su situación; no se cree muerto; se siente vivo; ve su cuerpo a un lado, sabe que le pertenece y no comprende que esté separado de él. Semejante estado dura mientras existe un lazo entre el cuerpo y el periespíritu. Un suicida nos decía: «No, no estoy muerto», y añadía: «Y, sin embargo, siento cómo me roen los gusanos». Ciertamente que los gusanos no roían el periespíritu y menos aún el espíritu, sino el cuerpo. Pero como no era aún completa la separación del cuerpo y del periespíritu, resultaba una especie de repercusión moral que le transmitía la sensación de lo que en el cuerpo se realizaba. Quizá repercusión no sea la palabra, porque podría dar la idea de un efecto demasiado material, y más bien la vista de lo que ocurría en su cuerpo, al que le ligaba el periespíritu, le producía una ilusión que tomaba por la misma realidad. Así, pues, no era un recuerdo, porque, durante la vida, no había sido roído de gusanos, sino el sentimiento de su estado actual. De este modo se comprenderán las deducciones que pueden hacerse de, los hechos, cuando atentamente se les observa. Durante la vida, el cuerpo recibe las impresiones externas y las transmite al espíritu por mediación del periespíritu, que probablemente constituye lo que se llama fluido nervioso. Muerto el cuerpo, nada siente, porque carece de espíritu y de periespíritu. Éste, separado del cuerpo, experimenta la sensación; pero, como no la recibe por conducto limitado, se hace general la sensación. Luego, como en realidad no es más que un agente de transmisión, pues que el espíritu es el que siente, resulta que, si pudiese existir un periespíritu sin espíritu, no seria más sensible que el cuerpo después de muerto, del mismo modo que, si el espíritu careciese de periespírítu, seria inaccesible a las sensaciones penosas, lo cual tiene luaar en los espíritus totalmente purificados. Sabemos que, mientras más se purifican, más etérea se hace la esencia del periespíritu, de donde se sigue que la influencia material disminuye a medida que el espíritu progresa, es decir, a medida que el mismo periespíritu se hace menos grosero.

Pero, se dirá, las sensaciones gratas, como las desagradables, son transmitidas al espíritu por el periespíritu, y si el espíritu puro es inaccesible a las unas, debe serlo igualmente a las otras. Indudablemente que sí, respecto de las que provienen únicamente de la materia que conocemos. El sonido de nuestros instrumentos y el perfume de nuestras flores no le causan impresión alguna, y, sin embargo, existen en él sensaciones íntimas y de un indefinible encanto del cual ninguna idea podemos formarnos; porque en este punto somos como los ciegos de nacimiento respecto de la luz. Sabemos que existe; pero, ¿de qué modo? Hasta aquí llega nuestra ciencia. Sabemos que existen en ellos percepciones, sensaciones, audición y visión; que estas facultades son atributos de todo el ser, y no de una parte de éste, como sucede en el hombre; pero volvemos a preguntarlo: ¿por qué medio? No lo sabemos. Los mismos espíritus no pueden explicarlo, porque nuestro idioma no está creado de modo que con él se expresen ideas de que carecemos, como en el de los salvajes no se encuentran términos para expresar las de nuestras artes, ciencias y doctrinas filosóficas.

Al decir que los espíritus son inaccesibles a las impresiones de nuestra materia, queremos hablar de espíritus muy elevados cuya envoltura etérea no tiene análoga en la tierrá. No sucede lo mismo en los espíritus que tienen más denso el periespíritu, los cuales perciben los sonidos y olores terrestres, pero no por una parte limitada de su individuo, como cuando vivían. Podría decirse que las vibraciones moleculares se hacen sentir en todo el ser, llegando así al sensorio común, que es el mismo espíritu, aunque de un modo diferente y quizá con diferente impresión, lo que produce una modificación en la percepción. Oyen el sonido de nuestra voz y nos entienden sin embargo, sin el auxilio de la palabra, por la sola transmisión del pensamiento. Y viene en apoyo de lo que decimos el hecho de que la penetración es tanto más fácil cuanto más desmaterializado está el espíritu. En cuanto a la vista. es independiente de nuestra luz. La facultad de ver es atributo esencial del alma, para la cual no existe oscuridad; pero es más vasta y penetrante en 'los que están más purificados. El alma o espíritu tiene, pues, en si mismo la facultad de todas las percepciones. Durante la vida corporal están entorpecidas por la imperfección de nuestros órganos, y en la extracorporal disminuye semejante entorpecimiento, a medida que se hace más transpa rente la envoltura semimaterial.

Esta envoltura que tomamos en el medio ambiente, varía según la naturaleza de los mundos. Al pasar de uno a otro, los espíritus cambian de envoltura como nosotros de vestido, al pasar del invierno al verano, o del polo al ecuador. Cuando los espíritus más elevados vienen a visitarnos, revisten, pues, el periesplritu terrestre, realizándose entonces sus percepciones como las de los espíritus vulgares; pero todos ellos, así los inferiores, como los superiores, no oyen y sienten más que lo que quieren. Sin tener órganos sensitivos, pueden a su gusto hacer que sus percepciones sean nativas o nulas, y sólo se ven obligados a oír una cosa: los consejos de los espíritus buenos. La vista es siempre activa en ellos; pero mutuamente pueden hacerse invisibles los unos a los otros. Según el lugar que ocupan, pueden ocultarse a los que les son inferiores; pero no a los superiores. En los momentos subsiguientes a la muerte, la vista del espíritu está siempre turbada y confusa, aclarándose a medida que se desprende y puede adquirir la misma lucidez que durante la vida, independientemente de su penetración a través de los cuérpos que son opacos para nosotros. En cuanto a su extensión a través del espacio indefinido, así para el porvenir como para el pasado, depende del grado de pureza y elevación del espíritu.

Toda esta teoría, se dirá, no es muy tranquilizadora. Nosotros creíamos que una vez desprovistos de nuestra grosera envoltura, instrumento de nuestros dolores, no sufririamos más, y ahora nos venís Con que aún habremos de sufrir, puesto que poco importa que sea de este o de aquel modo, si al fin y al cabo sufrimos. ¡Ah! Sí, aún podemos sufrir, y mucho y por mucho tiempo; pero también podemos dejar de sufrir, hasta desde el momento de terminar esta vida corporal.

Las sufrimientos de la tierra son a veces independientes de nosotros; pero en muchas ocasiones son consecuencia de nuestra voluntad. Remontémonos a su origen, y se verá que el mayor número es consecuencia de causas que hubiésemos podido evitar. ¿Cuántos males, cuántas dolencias no debe el hombre a sus excesos, a su ambición, a sus pasiones, en una palabra? El hombre que siempre viviese sobriamente, que hubiese sido siempre sencillo en sus gustos modesto en sus deseos, se evitaría no pocas tribulaciones. Lo mismo sucede al espíritu, cuyos sufrimientos son siempre producto del modo cómo ha vivido en la tierra. Ciertamente no padecerá de gota y reumatismo; pero tendrá otros sufrimientos que no le van en zaga. Hemos visto que éstos son resultados de los lazos que aún existen entre él y la materia; que mientras más se desprende de ella, o de otro modo, que míentras más desmaterializado está, menos sensaciones penosas experimenta, dependiendo de él, por lo tanto, librarse de semejante influencia desde esta vida. Tiene su libre albedrío, y, por consiguiente, la elección de hacer o dejar de hacer. Que domine sus pasiones animales; que no tenga odio, ni envidia, ni celos, ni orgullo; que no se deje dominar por el egoísmo; que purifique su alma con buenos sentimientos; que prac tique el bien y que no dé a las cosas de este mundo más importancia de la que merecen, y entonces, hasta bajo la envoltura corporal, estará purificado y desprendido de la materia, y al separarse de ella no sufrirá su influencia. Los padecimientos físicos que haya experimentado no le dejarán recuerdo alguno penoso, no le quedará de ellos impresión alguna desagradable; porque sólo al cuerpo, y no al espíritu, habrán afectado. Se considerará feliz al verse libre de aquelía envoltura, y la tranquilidad de la conciencia le emancipará de todo sufrimiento moral. Hemos interrogado sobre el particular a mil y mil, que han pertenecido a todos los órdenes sociales, a todas las posiciones de la sociedad; los hemos estudiado en todos los períodos de su vida espiritista, desde el acto de la muerte; paso a paso los hemos seguido en la vida de ultratumba para observar los cambios que en ellos se operan, así en sus ideas como en sus sensaciones, y sobre semejante asunto, no son los hombres vulgares los que nos han proporcionado los puntos de estudio menos preciosos. Y siempre hemos observado que los sufrimientos están en relación de la conducta, cuyas consecuencias experimentan, y qué aquella nueva existenciá es origen de inefable dicha para los que han seguido el buen camino, de don-de se deduce que los que padecen, es porque así lo han querido y que sólo a ellos debe culpárse, así en éste como en el otro mundo.

Elección de las puebras.

258. En estado errante y antes de tomar una nueva existencia corporal, ¿tiene el espíritu conciencia y previsión de lo que le sucederá durante la vida?

«Elige por si mismo el género de pruebas que quiere sufrir, y en esto consiste su libre albedrío».

—¿No es, pues, Dios quien le impone como castigo las tribulaciones de la vida?

«Nada sucede sin el permiso de Dios; porque él estableció todas las leyes que rigen el universo. ¡Preguntad, pues, por qué ha hecho tal ley y no tal otra! Dejando al espíritu la libertad de elegir, le abandona toda la responsabilidad de sus actos y consecuencias; nada estorba su porvenir, y le pertenece así el camino del bien, como el del mal. Pero le queda, si sucumbe, el consuelo de que no todo ha concluido para él y de que Dios, en su bondad, le deja en libertad de volver a empezar lo que ha hecho mal. Es preciso, por otra parte. distinguir lo que es obra de la voluntad de Dios y lo que procede de la del hombre. Si os amenaza un peligro, no sois vosotros, sino Dios, quien lo ha creado; pero vosotros sois libres de exponeros a él; porque lo consideráis un medio de progreso, y Dios lo ha permitido».

259. Si el espíritu elige el género de pruebas que quiere sufrir, ¿síguese de ello que hemos previsto y elegido todas las tribulaciones que en la vida experimentamos?

«Todas no es la palabra; porque no puede decirse que hayáis previsto hasta las cosas más insignificantes de todo lo que os pasa en el mundo. Habéis elegido el género de prueba, y los hechos secundarios son consecuencia de la posición y a menudo de vuestras propias acciones. Si el espíritu ha querido nacer entre malhechores, por ejemplo, sabía a qué peligros se exponía; pero no cada uno de los actos que realizaría, pues éstos son efecto de la voluntad y del libre albedrío. El espíritu sabe que eligiendo tal camino, habrá de arrostrar tal género de lucha, conoce, pues. la naturaleza de las vicisitudes que encontrará, pero no sabe si antes tendrá lugar este acontecimiento que aquel otro.

Los sucesos de detalle nacen de las circunstancias y de la fuerza de las cosas. Sólo están previstos los grandes acontecimientos, los que influyen en el destino. Si eliges un ca-mino lleno de atolladeros, sabes que has de tomar grandes precauciones, porque corres peli gro de caer; pero no sabes en qué lugar caerás, y acaso lo evites, si eres prudente. Si pasando por la calle te cae una teja en la cabeza, no creas que estaba escrito como vulgarmente se dice».

260. ¿Cómo puede el espíritu querer nacer entre gentes de mal vivir?

«Preciso es que sea enviado a un centro en que pueda sufrir la prueba que haya pedido. Pues bien, es necesaria la analogía, y para luchar con el instinto del bandolerismo, es preciso que encuentre personas de esa calaña».

—Si no hubiese, pues, gentes de mal vivir en la tierra, ¿el espíritu no podría encontrar la esfera necesaria a ciertas pruebas?

«¿Y os quejaríais de ello? Lo que tú dices sucede en los mundos superiores donde no tiene acceso el mal, y por esto sólo los habitan espíritus buenos. Procurad que pase pronto lo mismo en vuestra tierra».

261. En las pruebas que ha de sufrir para llegar a la perfección, ¿debe el espíritu experimentar todos los géneros de tentaciones? ¿Debe pasar por todas las circunstancias que pueden excitar en él el orgullo, los celos, la avaricia, el sensualismo, etcétera?

«Ciertamente que no, puesto que sabéis que los hay que, desde el principio, toman un camino que los libra de no pocas pruebas; pero el que se deja arrastrar hacia el mal camino, corre todos los peligros de éste. Un espíritu, por ejemplo, puede pedir riquezas que le son concedidas, y siguiendo entonces su camino, puede ser avaro o pródigo, egoísta o generoso, o bien entregarse a todos los goces del sensualismo, sin que quiera esto decir que deba pasar forzosamente por toda la serie de esas inclinaciones».

262, ¿Cómo el espíritu, que en su origen es sencillo, ignorante e inexperto, puede escoger una existencia con conocimiento de causa, y ser responsable de esta elección?

«Dios suple su inexperiencia trazándole el camino que debe seguir, como lo hacéis vosotros con el niño desde que nace; pero, poco a poco, le hace dueño de elegir a medida que se desarrolla su libre albedrío, y entonces es cuan do a menudo se extravía, tomando el mal camino, si no escucha los consejos de los espíritus buenos. A esto es a lo que puede llamarse la caída del hombre».

—Cuando el espíritu disfruta de su libre albedrío, ¿la elección de la existencia corporal depende siempre exclusivamente de su voluntad, o esa existencia puede serle impuesta como expiación por la voluntad de Dios?

«Dios sabe esperar y no apresura la expiación. Pero puede, sin embargo, imponer una existencia al espíritu, cuando éste, por su inferioridad o mala voluntad, no es apto para comprender lo que le sería más saludable, y cuando se ve que aquella existencia, sobre servirle de expiación, contribuye a su purificación y adelanto».

263. ¿Hace el espíritu su elección inmediatamente después de la muerte?

«No; muchos creen en las penas eternas, lo cual, según se os ha dicho, es un castigo».

264. ¿Qué es lo que dirige al espíritu en la elección de las pruebas que quiere sufrir?

«Las que son para él una expiación, dada la naturaleza de sus faltas, y que pueden hacerles progresar más pronto. Los unos pueden, pues, imponerse una vida de miseria y de privaciones para probar de soportarlas con valor; otros pueden querer probarse con las tentaciones de la fortuna y el poderío, mucho más peligrosos por el abuso y mal uso que puede hacerse y por las malas pasiones que engendran. y otros, en fin, quieren probarse con las luchas que han de sostener con el contacto del vicio».

265. Si hay espíritus que eligen como prueba el contacto del vicio, ¿los hay también que lo eligen por simpatía y deseos de vivir en un centro conforme con sus gustos. o para poder entregarse libremente a sus inclinaciones materiales?

«Cierto que los hay; pero sólo entre aquellos cuyo sentido moral está poco desarrollado aún, y entonces viene por si misma la prueba y la sufren por más largo tiempo. Tarde o temprano comprenden que la saciedad de las pasiones brutales, les reporta deplorables consecuencias, que sufrirán durante un tiempo que les parecerá eterno, y que Dios puede dejarles en este estado hasta que comprendan su falta y soliciten por si mismos redimirla con pruebas provechosas».

266. ¿No parece natural la elección de las pruebas menos penosas?

«A vosotros, si; pero no al espíritu . Cuando está desprendido de la materia, cesa la ilusión y piensa de distinto modo».

El hombre en la tierra y bajo la influencia de las ideas materiales, sólo ve el aspecto penoso de las pruebas, y por esto parécele natural elegir aquellas que, a !u modo de ver, pueden aliarse con los goces materiales; pero en la vida espiritual compara estos goces fugitivos y groseros con la Inalterable felicidad que entrevé, y entonces ¿qué le son algunos sufrimientos pasajeros? El espíritu puede, pues, elegir la más ruda prueba, y, por lo tanto, la existencia más penosa con la esperanza de llegar más pronto a mejor estado, como el enfermo escoge con frecuencia el remedio más desagradable para curarse más pronto. El que desea unir su nombre al descubrimiento de un país desconocido, no escoge un camino sembrado de flores; sabe los peligros que corre; pero también la gloria que le espera, si tiene buen éxito.

La doctrina de la libertad en la elección de nuestras existencias y de las pruebas que hemos de sufrir deja de parecer extraordinaria, si se considera que los espíritus, desprendidos de la materia, aprecian las cosas de muy distinto modo que nosotros. Vislumbran el fin, fin mucho más grave para ellos que los goces fugitivos del mundo; después de cada existencia, ven el paso que han dado y comprenden lo que les falta purificarse aún para conseguirlo, y he aquí por qué se someten voluntariamente a todas las vicisitudes de la vida corporal, pidiendo por si mismos las que pueden hacerlos llegar más pronto. Sin razón, pues, se admiran algunos de que el espíritu no dé la preferencia a la existencia más placentera. En su estado de imperfección no puede gozar de la vida exenta de amarguras; la entrevé, y para conseguirla, procura mejorarse.

¿Acaso no se ofrecen todos los dias a nuestros ojos ejemplos de lecciones semejantes? El hombre que trabaja una parte del día sin tregua ni descanso para procurarse el bienestar, ¿no se impone una tarea con la mira de buscar mejor porvenir? El militar que se ofrece para una misión peligrosa, y el viajero que desafía peligros no menores, en interés de la ciencia o de su fortuna, ¿qué hacen sino aceptar pruebas voluntarias que han de redundarles en honra y provecho, si de ellas salen salvos? ¿A qué no se somete y expone el hombre por interés o gloria? Todos los certámenes ¿no son acaso pruebas voluntarias a que nos sometemos con la mira de elevarnos en la profesión que hemos elegido? No se llega a una posición social trascendental cualquiera en las ciencias, en las artes y en la industria, sino pasando por la serie de posiciones inferiores que son otras tantas pruebas. La vida humana está calcada sobre la espiritual, pues encontramos en aquélla, aunque en pequelio, las mismas vicisitudes de ésta. Luego, si en la vida elegimos con frecuencia las más rudas pruebas con la mira de lograr un fin más elevado, ¿por qué el espíritu, que ve más que el cuerpo y para quien la vida corporal no es más que un incidente fugitivo, no ha de elegir una existencia penosa y laboriosa, si le conduce a una felicidad eterna? Los que dicen que si los hombres eligen la existencia pedirán ser principes o millonarios, son como los miopes que sólo ven lo que tocan, o como aquellos niños glotones que, al ser preguntados acerca de la profesión que más les gusta, responden: pastelero o confitero.

Un viajero que se encuentra en medio de un valle oscurecido por la bruma, no ve ni la anchura, ni los extremos del camino, pero llega a la cumbre del monte, descubre el que ha recorrido y el que aún le falta recorrer, distingue el fin y los obstáculos que todavía le restan por vencer, y puede combinar con más seguridad entonces los medios de llegar al final. El espíritu encarnado está como el viajero que se encuentra al pie del monte; pero desprendido de los lazos terrestres, domina las cosas como el que ha llegado a la cima. El fin del viajero es el descanso después del cansancio; el del espíritu, la dicha suprema después de las tribulaciones y pruebas.

Todos los espíritus dicen que en estado errante inquieren, estudian y observan para elegir. ¿No tenemos ejemplo de este hecho en la vida material? ¿No buscamos a menudo durante muchos anos la carrera que libremente elegimos, porque la creemos más propicia a nuestro propósito? Si salimos mal a una, buscamos otra, y cada carrera que abrazamos es una fase, un período de la vida. ¿No empleamos el día en buscar lo que haremos mañana? ¿Y qué son las diferentes existencías corporales par el espíritu, sino etapas, períodos, días de su vida espiritista, que, como ya sabemos, es la normal, no siendo la corporal más que transitoria y pasajera?

267. ¿Podría el espíritu hacer la elección durante el estado corporal?

«Puede influir en ella el deseo, lo que depende de la intención; pero en estado de espíritu ve con frecuencia las cosas de muy diferente modo. Sólo el espíritu hace la elección; pero, lo repetimos, puede hacerla en esta vida material; porque el espíritu tiene siempre momentos en que es independiente de la materia que habita»,

—Muchas personas desean la grandeza y la riqueza, y ciertamente no lo hacen ni como expiación, ni como prueba.

«Sin duda la materia es la que desea la grandeza para disfrutarla, y el espíritu para conocer sus vicisitudes».

268. ¿Sufre el espíritu constantemente pruebas, hasta llegar al estado de pureza perfecta?

«Sí, pero no son como las comprendéis vosotros, que llamáis pruebas a las tribulaciones materiales. El espíritu, cuando llega a cierto grado, sin ser perfecto aún, deja de sufrir; pero siempre tiene deberes que le ayudan a perfeccionarse y que no le son nada penosos, pues a falta de otros, tendría el de ayudar a sus semejantes a perfeccionarse».

269. ¿Puede equivocarse el espíritu acerca de la eficacia de la prueba que elige?

«Puede escoger una superior a sus fuerzas, y entonces sucumbe, y puede también elegir una que no le aproveche, como, por ejemplo, un género de vida ocioso e inútil; pero vuelto al mundo de los espíritus, conoce que nada ha ganado, y solicita reparar el tiempo perdido».

270. ¿De qué depende la vocación de ciertas personas a la voluntad de preferir una carrera a otra?

«Me parece que vosotros mismos podéis contestaros la pregunta. ¿Acaso no es consecuencia eso que preguntáis de todo lo que hemos dicho sobre la elección de las pruebas, y del progreso realizado en una existencia anterior?»

271. Estudiando el espíritu, en estado errante, las diversas condiciones con que podrá progresar, ¿cómo cree poderlo hacer naciendo, por ejemplo, entre caníbales?

«Los espíritus adelantados no nacen entre caníbales, sino los de la misma naturaleza que éstos, o que les son inferiores».

Sabemos que nuestros antropófagos no están en el grado más bajo de la escala, y que hay mundos donde el embrutecimiento y la ferocidad no tienen análogos en la Tierra. Semejantes espíritus son, pues, inferiores a los más inferiores de nuestro mundo, y el nacer entre nuestros salvajes es un progreso para ellos, como lo seria para nuestros antropófagos el desempeíiar aquellos oficios que consisten en derramar sangre. Si no tienen más altas miras, es por su Inferioridad moral, que no les permite comprender más completo progreso. Sólo gradualmente puede avanzar el espíritu, y no puede salvar de un salto la distancia que va de la barbarie a la civilización, lo cual nos manifiesta una necesidad de la reencarnación, que está verdaderamente conforme con la justicia de Dios, pues a no ser así, ¿qué sería de esos miles de seres que cada día mueren en el último estado de degradación, si no tuviesen medios de lograr el extremo superior? ¿Por qué habría de desheredárseles de los beneficios concedidos a los otros hombres?

272. ¿Podrían nacer en nuestros pueblos civilizados espíritus que procediesen de un mundo inferior a la Tierra, o de un pueblo muy atrasado, como los caníbales, por ejemplo?

«Sí, los hay que se extravían queriendo subir muy alto; pero entonces se encuentran fuera de su centro; porque tienen costumbres e instintos contrapuestos a los vuestros».

Esos seres nos ofrecen el triste ejemplo de la ferocidad en med¡o de la civilización, y volviendo a renacer entre caníbales no retrocederán, sino que volverán a ocupar su verdadero puesto, y acaso ganen haciéndolo.

273. Un hombre perteneciente a una raza civilizada, ¿podría por expiación ser reencarnado en un salvaje?

«Sí, pero esto depende de la clase de expiación. Un amo que ha sido duro con sus esclavos, podrá a su vez ser esclavo, y sufrir los malos tratamientos que ha usado con los demás; el que mandaba en cierta época puede, en una nueva existencia, obedecer a los que antes se humillaban ante su voluntad. Será una expiación, si ha abusado de su poder, y Dios puede imponérsela. Un espíritu bueno puede también, a fin de hacerlos progresar, escoger una existencia influyente entre esos pueblos. y entonces desempeña una misión».

Relaciones de ultratumba.

274. Los diferentes órdenes de espíritus, ¿establecen entre si jerarquía de poderes? ¿Existe entre ellos subordinaciones y autoridad?

«Sí, y muy grande. Unos espíritus ejercen sobre otros autoridad relativa a su superioridad por un ascendiente moral irresistible».

—Los espíritus inferiores, ¿pueden sustraerse a la autoridad de los que son superiores?

«Irresistible, hemos dicho».

275. El poderío y consideración de que goza el hombre en la Tierra, ¿le dan superioridad en el mundo de los espíritus?

«No; porque los pequeños serán ensalzados y los grandes humillados. Lee los salmos».

—¿Cómo hemos de entender esa elevación y humillación?

«¿No sabes que los espíritus son de diferentes órdenes según sus virtudes? Pues bien. Los más grandes de la tierra pueden ocupar el último puesto entre los espíritus, al paso que sus servidores pueden ser los primeros. ¿No lo comprendes? ¿No dijo Jesús: "Todo el que se humille será elevado, y todo el que se eleve será humillado"?»

276. El que era grande en la Tierra y se encuentra ser inferior en el mundo de los espíritus, ¿siente alguna humillación?

«A menudo muy grande, sobre todo, si era orgulloso y celoso».

277. El soldado que, después del combate, encuentra a su general en el mundo de los espíritus, ¿le tiene aún por superior?

«El título nada significa; la superioridad real lo es todo».

278. ¿Están confundidos los espíritus de diferentes órdenes?

«Si y no, es decir, se ven; pero se distinguen los unos de los otros. Se separan o se aproximan, según la analogía o antipatía de sus sentimientos, como súcede entre vosotros. Forman un mundo cuyo reflejo oscurecido es el vuestro. Los del mismo grado se reúnen por una especie de afinidad, forman grupos o familias de espíritus unidos por la simpatía y por el fin que se proponen: los buenos, por el deseo de hacer el bien, y los malos, por el de hacer el mal, por la vergúenza de su falta y por la necesidad de encontrarse entre seres semejantes a ellos».

Lo mismo sucede en una gran ciudad, donde los hombres de todos los grados y de todas las condiciones se ven y se encuentran, sin confundirse; donde las sociedades se forman por analogia de gustos; donde el vicio y la virtud se codean sin relacionarse.

279. ¿Pueden todos los espíritus ir por doquiera?

«Los buenos van a todas partes, y preciso es que así sea, para que puedan influir en los malos; pero las regiones habitadás por los buenos están vedadas a los imperfectos, con el fin de que no puedan llevar a ellas la perturbación de sus malas pasiones».

280. ¿Cuál es la naturaleza de las relaciones de los buenos y malos espíritus?

«Los buenos procuran combatir las malas inclinaciones de los otros con el fin de ayudarles a ascender. Esta es una misión».

281. ¿Por que se complacen los espíritus inferiores en inducirnos al mal?

«Por celos de no haber merecido estar entre los buenos. Su deseo no es otro que impedir tanto como pueden, a los espíritus inexpertos el llegar al bien supremo. Quieren hacer sufrir a los otros lo que ellos sufren. ¿No observáis lo mismo entre vosotros?»

282. ¿Cómo se comunican entre si los espíritus?

«Se ven y se comprenden. La palabra. reflejo del espíritu, es material. El fluido universal establece entre ellos una comunicación constante, pues aquél es el vehículo de la transmisión del pensamiento, como lo es del sonido el aire entre vosotros; es una especie de telégrafo universal que enlaza a todos los mundos, y permite a los espíritus la mutua correspondencia».

283. ¿Pueden los espíritus simularse mutuamente sus pensamientos y ocultarse los unos a los otros?

«No, para ellos todo está de manifiesto, especialmente cuando son perfectos; pero siempre se ven. Esta no es, empero, una regla absoluta; porque ciertos espíritus pueden perfectamente hacerse invisibles a otros, si consideran útil hacerlo así».

284. ¿Cómo los espíritus, no teniendo cuerpo, pueden evidenciar su individualidad y distinguirse de los otros seres espirituales que los rodean?

«Por medio del periespírítu, que los constituye en seres distintos unos de otros, como el cuerpo entre los hombres».

285. ¿Se conocen los espíritus por haber vivido juntos en la tierra? ¿Conoce el padre a su hijo, y el amigo a su amigo?

«Sí; y así, de generación en generación».

—¿De qué modo se reconocen en el mundo de los espíritus los hombres que en la tierra se han conocido?

«Vemos nuestra vida pasada y leemos en ella como en un libro, y viendo el pasado de nuestros amigos y enemigos, vemos un tránsito de la vida a la muerte».

286. Al separarse de la envoltura mortal, ¿ve el alma inmediatamente a los parientes y amigos, que antes que ella ingresaron en el mundo de los espíritus?

«Inmediatamente no es siempre la verdadera palabra; porque, como tenemos dicho, necesita cierto tiempo para reconocerse y sacudir el velo material».

287. ¿De qué modo es acogida el alma a su regreso al mundo de los espíritus?

«La del justo, como un hermano querido, a quien de mucho tiempo se esperaba; la del réprobo, como un ser a quien se desprecia».

288. ¿Qué sentimiento experimentan los espíritus impuros a la vista de otro espíritu malo que llega?

«Los malos se complacen en ver seres semejantes y como ellos privados de la dicha infinita; como se complace en la tierra uno de vuestros bribones de estar entre sus iguales».

289. ¿Salen a veces a nuestro encuentro nuestros parientes y amigos, cuando dejamos la tierra?

«Sí, salen al encuentro del alma a quien aman, y la fe-licitan por su vuelta del viaje, si se ha salvado de los peligros del camino, y la ayudan a desprenderse de los lazos corporales. Es un favor hecho a los buenos el que salga a su encuentro los que les han amado, al paso que es un cas-tigo para el impuro el que permanezca en el aislamiento, o rodeado únicamente de espíritus que le son semejantes».

290. ¿Los parientes y amigos están siempre reunidos después de lá muerte?

«Esto depende de su elevación y del camino que adoptan para su progreso. Si uno está más adelantado y camina más aprisa que el otro, no pueden estar juntos; podrán verse a veces, pero sólo podrán estar reunidos siempre. cuando puedan caminar juntos o cuando hayan logrado la igualdad de perfección. Y además, la priyación de la vista de los parientes y amigos es a veces un castigo».

Relaciones simpáticas y antipáticas de los espíritus. Mitades eternas.

291. Aparte de la simpatía general de semejanza, ¿tienen entre si los espíritus afectos particulares?

«Sí, lo mismo que los hombres; pero el lazo que une a los espíritus es más estrecho, cuando falta el cuerpo, porque no está expuesto a las vicisitudes de las pasiones».

292. ¿Sienten odio entre si los espíritus?

«Sólo entre los espíritus impuros germina el odio, y ellos son los que suscitan vuestras enemistades y disensiones».

293. Dos seres que hayan sido enemigos en la tierra, ¿se guardan resentimientos en el mundo de los espíritus?

«No, pues comprenden que el odio era estúpido y la causa pueril. Sólo los espíritus imperfectos conservan una especie de animosidad, hasta que se han purificado. Si únicamente los ha enemistado el interés material, no piensan en él por poco desmaterializados que estén. Si no existe antipatía entre ellos, concluido el motivo de separación, pueden volverse a ver hasta con placer».

Lo mismo que dos condiscípulos que, llegados a la edad de la razón, reconocen la puerilidad de las disidencias de la infancia, y cesan de tenerse mala voluntad.

294. El recuerdo de las malas acciones que dos hombres se hayan hecho, ¿es obstáculo a su simpatía?

«Sí, y los induce a alejarse».

295. ¿Qué sentimiento experimentan después de la muerte aquellos a quienes hemos hecho mal en la tierra?

«Si son buenos, perdonan según vuestro arrepentimiento, y si son malos, pueden guardar resentimiento y a veces hasta perseguiros en otra existencia. Dios puede permitirlo por via de castigo».

296. Los afectos individuales de los espíritus, ¿son susceptibles de alteración?

«No, porque no pueden engañarse; no conservan la máscara con que se ocultan los hipócritas, y por esto sus afectos, cuando son puros, son inalterables. El amor que les une es para ellos origen de suprema dicha».

297. El afecto que dos seres se han profesado en la tierra, ¿se conserva siempre en el mundo de los espíritus?

«Sin duda que sí, estando fundado en una verdadera simpatía; pero si las causas físicas tienen mayor parte que la simpatía, cesa aquél con la causa. Los afectos entre los espíritus son más sólidos y duraderos que en la tierra; porque no están subordinados al capricho de los intereses materiales y del amor propio».

298. Las almas que han de enlazarse, ¿están predestinadas a este enlace desde su origen, y cada uno de nosotros tiene en alguna parte del universo su mitad, a la cual se unirá fatalmente algún día?

«No; no existe unión particular y fatal entre dos almas. Existe unión entre todos los espíritus; pero en grados diferentes según el lugar que ocupan, es decir, según la perfección que han adquirido. Mientras más perfectos son, más unidos están. De la discordia nacen los humanos males; de la concordia la dicha completa».

299. ¿En qué sentido debe tomarse la palabra mitad de que se valen ciertos espíritus, para designar a los espíritus simpáticos?

«La expresión es inexacta, pues si un espíritu fuese mitad de otro, separado de éste, sería incompleto».

300. Reunidos dos espíritus perfectamente simpáticos, ¿lo quedan eternamente, o bien pueden separarse y unirse a otros espíritus?

«Todos los espíritus están unidos entre si: hablo de los que han llegado a la perfección. En las esferas inferiores, cuando un espíritu se eleva, no tieñe la misma simpatía hacia los que ha dejado».

301. ¿Son completamente el uno del otro, dos espíritus simpáticos, o bien la simpatía es resultado de la perfecta identidad?

«La simpatía que atrae un espíritu a otro es resultado de la perfecta concordancia de sus inclinaciones, de sus instintos. Si el uno completase al otro perdería su individualidad».

302. La identidad necesaria a la simpatía perfecta, ¿consiste sólo en la semejanza de pensamientos y sentimientos, o también en la uniformidad de conocimientos adquiridos?

«En la igualdad de grados de elevación».

303. Los espíritus que hoy no son simpáticos, ¿pueden llegar a serlo más tarde?

«Sí, todos lo serán. Así el espíritu qúe se encuentra hoy en tal esfera inferior, perfeccionándose, llegará a la esfera donde reside tal otro. Su encuentro se verificará más pronto, si el espíritu más elevado, soportando mal las pruebas a que se ha sometido, permanece en el mismo estado».

—¿Dos espíritus simpáticos pueden dejar de serlo? «Sin duda, si es perezoso el uno».

La teoria de las mitades eternas es una figura que representa la unión de dos espíritus simpáticos; es una expresión que hasta en lenguaje vulgar se usa y que no debe tomarse literalmente. Los espíritus que la han empleado ciertamente no pertenecen al orden más elevado; la esfera de sus ideas es necesariamente limitada, y acaso han expuesto su pensamiento en los mismos términos de que se hubieran valido durante la vida corporal. Es preciso, pues, rechazar la idea de que dosespíritu s creados el uno para el otro, deben reunirse fatalmente algún día en la eternidad, después de haber estado separados durante un espacio de tiempo más o menos largo.

Recuerdo de la existencia corporal.

304. ¿Recuerda el espíritu su existencia corporal?

«Sí; es decir, que habiendo vivido muchas veces Como hombre, recuerda lo que ha sido, y a fe que a veces se ríe con lástima de si mismo».

Como el hombre que, llegado a la edad de la razón, se rie de las locuras de su juventud, o de las puerilidades de su infancia.

305. El recuerdo de la existencia corporal, ¿se presenta al espíritu, después de la muerte, de un modo completo e inesperado?

«No, le aparece poco a poco, como algo que sale de entre brumas, y a medida que fija la atención».

306. ¿Recuerda el espíritu detalladamente todos los sucesos de su vida, o abraza el conjunto de una ojeada retrospectiva?

«Recuerda las cosas en proporción a las consecuencias que producen a su estado de espíritu; pero comprenderás que hay circunstancias de su vida a las que no da importancia alguna, y de las cuales ni siquiera procura acordarse».

—¿Podría acordarse, si quisiese?

«Puede recordar los pormenores más minuciosos, ya de los acontecimientos, ya de sus pensamientos; pero cuando no traen utilidad, no lo hace».

—¿Entrevé el objeto de la vida terrestre con relación a la futura?

«Ciertamente que lo ve y lo comprende mucho mejor que durante la vida del cuerpo; comprende la necesidad de purificarse para llegar al infinito, y sabe que en cada existencia se libra de algunas impurezas».

307. ¿Cómo se presenta la vida pasada a la memoria del espíritu ? ¿Por un esfuerzo de su imaginación o como un cuadro que tiene ante los ojos?

«Lo uno y lo otro sucede, pues todos los actos, cuyo recuerdo le interesa, los tiene como delante, y los otros permanecen más o menos en la vaguedad del pensamiento, o completamente olvidados. Mientras más desmaterializado está el espíritu, menos importancia atribuye a las cosas materiales. A menudo evoca espíritus errantes, que acaban de dejar la tierra y que no recuerdan los nombres de las personas que amaban, ni muchos pormenores que a ti te parecen importantes. Poco se cuidan ellos de eso y lo olvidan. De lo que se acuerdan perfectamente es de los hechos principales que les ayudan a mejorarse».

308. ¿Recuerda el espíritu todas las existencias precedentes a la última que acaba de vivir?

«Todo su pasado se descorre ante él como las etapas que ha transcurrido el viajero; pero, lo hemos dicho ya, no recuerda de un modo absoluto todos los actos, sino en proporción de la influencia que tienen en su situación presente. Respecto a las primeras existencias, las que pueden considerarse como la infancia del espíritu, se pierden en la vaguedad y desaparecen en la oscuridad del olvido».

309. ¿Cómo considera el espíritu el cuerpo que acaba de dejar?

«Como un vestido malo que le molestaba, y de cuyo desprendimiento se considera feliz».

—¿Qué sentimiento le despierta él espectáculo de su cuerpo descomponiéndose?

«Casi siempre indiferencia como una cosa en que no se fija».

310. Al cabo de cierto tiempo, ¿reconoce el espíritu los huesos u otros objetos que le han pertenecido?

«A veces, lo que depende del punto de vista más o menos elevado desde donde considera las cosas terrestres».

311. El respeto que tiene a las cosas materiales que quedan del espíritu, ¿llama su atención acerca de ellas, y ve con gusto semejante respeto?

«Siempre se considera feliz el espíritu de que se acuerden de él. Las cosas que de él se conservan le recuerdan a vuestra memoria: pero el pensamiento es quien le atrae a vosotros, y no aquellos objetos».

312. ¿Conservan los espíritus el recuerdo de los sufrimientos que han experimentado durante su última existencia corporal?

«A menudo se conserva, y ese recuerdo les hace apreciar mejor la felicidad dé que pueden disfrutar como espíritus».

313. El hombre que ha sido feliz en la tierra, ¿echa de menos sus goces, al dejarla?

«Sólo los espíritus inferiores pueden echar de menos alegriás que simpatizan con la impureza de su naturaleza, y que expían con sus sufrimientos. Para los espíritus elevados es mil veces preferible la dicha eterna a los efímeros placeres de la tierra».

Como el hombre adulto que desprecia lo que encontraba delicioso en su infancia

314. El que con un fin útil ha empezado grandes trabajos que ha visto interrumpidos por la muerte, ¿siente en el otro mundo no haberlos concluido?

«No, porque ve que otros están destinados a terminarlos, y procura, por el contrario, influir en otros espíritus humanos para que los continúe. Su objeto en la tierra era el bien de la humanidad y el mismo es en el inundo de los espíritus».

315. El que ha dejado obras de arte o de literatura, ¿les profesa el mismo amor que durante la vida?

«Según su elevación, las juzga bajo otro punto de vista, y censura muy a menudo lo que antes más admiraba».

316. ¿Se interesa aún el espíritu en los trabajos de la tierra, en el progreso de las artes y las ciencias?

«Depende de su elevación o de la misión de que pueda estar encargado. Lo que os parece magnifico es con frecuencia insignificante para ciertos espíritus, y lo admiran como el sabio la obra del estudiante. Examina aquello que prueba la elevación de los espíritus encarnados y su progreso».

317. ¿Conservan los espíritus, después de la muerte, el amor a la patria?

«Siempre repetiremos el mismo principio: para los espíritus elevados la patria es el universo; en la tierra lo es el lugar donde hay más personas que les son simpáticas».

La situación de los espíritus y su modo de apreciar las cosas varia hasta lo Infinito, en proporción al grado de su desarrollo moral e intelectual. Los espíritus de orden elevado se detienen por poco tiempo en la tierra. Todo lo que en ella se hace es tan mezquino, en compara clón de la magnificencia de lo infinito, y son tan pueriles a sus ojos las cosas a que los hombres dan la mayor importancia, que pocos atractivos encuentran, a menos que no sean llamádos con la mira de que cooperen al progreso de la humanidad. Los espíritus de orden intermedio vienen a la tierra con más frecuencia, aunque consideran las cosas desde más elevado punto de vista que durante la vida. Los espíritus vulgares son en cierto modo sedentarios en ella y constituyen la masa de la población ambiente del mundo invisible. Conservan a corta diferencia las mismas ideas, los mismos gustos y las mismas inclinaciones que tenían balo su envoltura corporal; toman parte en nuestras reuniones, en nuestros asuntos y en nuestras diversiones las cuales intervienen más o menos activamente, según su carácter. No pudiendo satisfacer sus pasiones, gozan con aquellós que a ellas se entregan, y las excitan. Entre estos tales, los hay más graves que miran y observan para instruirse y perfeccionarse.

318. ¿Se modifican las ideas de los espíritus en estado de espíritu?

«Mucho, pues experimenta grandes modificaciones, a medida que el espíritu se desmaterializa. Puede a veces conservar por largo tiempo las mismas ideas; pero la influencia de la materia disminuye poco a poco, y ve las cosas más claramente. Entonces es cuando busca el medio de mejorarse».

319. Puesto que elespíritu ha vivido la vida espiritista, antes de su encarnación, ¿de dónde procede su admiración al entrar en el mundo de los espíritus?

«No pasa de ser efecto del primer momento y de la turbación subsiguiente al despertamiento. Mas luego se reconoce perfectamente, a medida que se le presenta el recuerdo del pasado y se borra la impresión de la vida terrestre». (163 y siguientes.)

Conmemoración de los difuntos. Funerales.

320. ¿Son sensibles los espíritus al recuerdo de aquellos a quienes amarón en la tierra?

«Mucho más de lo que vosotros podéis creer. Ese recuerdo aumenta su felicidad, si son felices, y les sirve de alivio, si son desgraciados».

321. El día de la conmemoración de los difuntos, ¿tiene algo de más solemne para los espíritus? ¿Se preparan para venir a visitar a los que van a orar cerca de sus restos?

«Los espíritus acuden al llamamiento del pensamiento lo mismo aquel día que los otros».

—Semejante día, ¿es para ellos una cita en sus sepulcros?

«Son más numerosos aquel día, porque son más las personas que los llaman; pero cada uno de ellos acude por sus amigos únicamente, y no por la multitud de indiferentes».

—¿Bajo qué forma acuden y cómo se les vería, si pudiesen hacerse visibles?

«Bajo aquélla con que se les conoció durante toda la vida».

322. Los espíritus olvidados y cuya tumba nadie visita, ¿acuden, a pesar de esto, y experimentan algún sentimiento, al ver que ningún amigo los recuerda?

«¿Qué les importa la tierra? Sólo por el Corazón se relacionan con ella. Si no existe amor, nada hay en aquélla que traiga a los espíritus. Todo el universo les pertenece».

323. La visita a la tumba, ¿causa más satisfacción al espíritu que la oración hecha en casa?

«La visita a la tumba es un modo de manifestar que se piensa en el espíritu ausente; es una imagen. Ya os he dicho que lo que santifica el recuerdo es la oración, y si ésta se hace de corazón, poco importa el lugar».

324. Los espíritus de las personas a quienes se erigen estatuas o monumentos, ¿asisten a la inauguración y las miran con satisfacción?

«Muchos, cuando pueden, acuden; pero son menos sensibles al honor que al recuerdo que se les tributa».

325. ¿De dónde puede proceder el deseo de ciertas personas, que quieren que se las entierre más bien en un lugar que en otro? ¿Acuden a él de mejor grado después de la muerte, y esta importancia atribuida a una cosa material, es señal de inferioridad del espíritu?

«Afecto del espíritu por ciertos lugares; inferioridad moral. ¿Qué importa este o aquel rincón de tierra al espíritu elevado? ¿No sabe que su alma se unirá a los que ama, aun-que fuesen desparramados sus huesos?»

—La reunión de los restos mortales de todos los miembros de una misma familia, ¿debe considerarse como cosa fútil?

«No; es un uso piadoso y un testimonio de simpatía hacia aquellos a quienes se ha amado, y si semejante reunión importa poco a los espíritus, es útil a los hombres, pues los recuerdos están más acumulados».

326. Al regresar de la vida espiritual. ¿es sensible el alma a los honores hechos a sus restos mortales?

«Cuando el espíritu ha llegado ya a cierto grado de perfección no tiene vanidad terrestre, y comprende la futileza de todas esas cosas; pero ten entendido que con frecuencia hay espíritus que, en el primer momento de su muerte material, experimentan sumo placer con los honores que se les tributan, o enojo por el descuido de su envoltura; porque conservan aún algunas de las preocupaciones de la tierra».

327. ¿Asiste el espíritu a su entierro?

«Con mucha frecuencia; pero a veces no se da cuenta de lo que ocurre, si se encuentra aún en la turbación».

—¿Se envanece de los asistentes a su entierro?

«Más o menos según el sentimiento con que concurren aquéllos».

328. El espíritu del que acaba de morir, ¿asiste a las reuniones de sus herederos?

«Casi siempre. Dios lo quiere por su propia instrucción y castigo de los culpables, pues entonces juzga lo que valen sus protestas. Para él todos los sentimientos están patentes, y el desengaño que experimentan, viendo la rapacidad de los que se reparten sus ahorros, le ilustra sobre los sentimientos de éstos; pero ya les llegará su hora».

329. El respeto instintivo que en todos tiempos y pueblos siente el hombre por los muertos, ¿es efecto de la intuición que de la vida futura tiene?

«Es su consecuencia natural, pues a no ser así, ese respeto carecerá de objeto».