CAPÍTULO I
DE LOS ESPÍRITUS
Oriyen y naturaleza de los espíritus. —Mundo normal primitivo. —Forma y ubicuidad
de los espíritus.
—Periespíritu. —Diferentes órdenes de espíritus. —Escala spiritista.
—Progresión de los espíritus. —Angeles y demonios
Origen y naturaleza de los espíritus.
76. ¿Qué definición puede darse de los espíritus?
«Puede decirse que los espíritus son los seres inteligentes de la creación. Pueblan el
universo fuera del mundo material».
NOTA. Se emplea aquí la palabra espíritus para designar a las individualidades de los seres
extracorporales, y no al elemento inteligente universal.
77. ¿Los espíritus son seres distintos de la Divinidad, o sólo emanaciones o porciones de
la Divinidad, llamados por esta razón hijos de Dios?
«Son obra suya, lo mismo que cuando un hombre hace una máquina; ésta es la obra de
aquél, pero no él mismo. Ya sabes que cuando alguien hace alguna cosa bella y útil, la llama su hija, su creación. Pues lo mismo Dios, y somos sus hijos, porque somos obra suya».
78, ¿Tienen principio los espíritus, o son eternos como Dios?
«Si no tuviesen principio, serían iguales a Dios, siendo así que son creación suya y están
sometidos a su voluntad. Es incontestable que Dios es eterno; pero nada sabemos de cuándo y
cómo nos creó, y puedes decir que no tenemos principio, si entiendes dar a comprender que,
siendo eterno Dios, ha creado sin interrupción; pero, respecto del cuándo y cómo fuimos
creados, te repito, que nadie lo sabe. pues este es un misterio».
79. Puesto que hay dos elementos generales en el universo, el inteligente y el material,
¿podría decirse que los espíritus están formados del primero, como los cuerpos inertes lo
están del segundo?
«Es evidente que los espíritus son la individualización del principio inteligente, como los
cuerpos son la del principio material, y lo desconocido es la época de su formación y el modo
de realizarse».
80. ¿Es permanente la creación de los espíritus, o sólo tuvo lugar en el origen de los
tiempos?
«Es permanente, de manera, que Dios nunca cesa de crear».
81. ¿Se forman espontáneamente los espíritus, o proceden unos de otros?
«Dios por su voluntad los crea como a todas las otras cosas; pero, te lo repetimos otra
vez, su origen es un misterio».
82. ¿Es exacto decir que los espíritus son inmateriales?
«¿Cómo podrá definirse una cosa, siendo insuficiente el lenguaje y faltando términos de
comparación? ¿Puede un ciego de nacimiento definir la luz? Inmaterial no es la palabra. y
sería más exacto decir incorporal; porque debes comprender perfectamente que siendo una
creación el espíritu, ha de ser algo, y es, en efecto, materia purificada; pero no tiene análoga
entre vosotros, siendo, además, tan etérea, que no puede impresionar vuestros sentidos».
Decimos que los espíritus son Inmateriales, porque su esencia difiere de todo lo que conocemos balo
el nombre de materia. Un pueblo de ciegos careceria de términos con qué expresar la luz y sus efectos, y el
ciego de nacimiento cree recibir todas las percepciones por el oído, el olfato, el gusto y el tacto, no comprendiendo las ideas que le proporcionaria el sentido que le falta. Lo
mismo nos sucede a nosotros que, respecto de la esencia de los seres sobrehumanos, somos verdaderos
ciegos, y no podemos definirlos más que por comparaciones imperfectas siempre, o haciendo un esfuerzo
de imaginación.
83. ¿Tienen fin los espíritus? Se comprende que sea eterno el principio de donde emana;
pero lo que preguntamos es si tiene un término su individualidad, y si en una época más o
menos remota, no se disemina y vuelve a la masa común el elemento de que están formados,
como sucede en los cuerpos materiales. Es difícil comprender que una cosa que tiene
principio pueda no tener fin.
«Muchas cosas existen que vosotros no comprendéis; porque vuestra inteligencia es
limitada, no siendo ésta razón para rechazarlas. El niño no comprende todo lo que su padre
comprende, ni el ignorante todo lo que el sabio. Te decimos, pues, y es cuanto por ahora
podemos decirte, que los espíritus no tienen fin».
Mundo normal primitivo.
84. ¿Los espíritus constituyen un mundo separado y distinto del que vemos?
«Si, el de los espíritus o inteligencias incorporales».
85. ¿Cuál es principal en el orden de las cosas, el mundo espiritista, o el corporal?
«El espiritista, que preexiste y sobrevive a todo».
86. ¿Podria dejar de existir o no haber existido nunca el mundo corporal, sin que se
alterase la esencia del mundo espiritista?
«Sí, pues son independientes, aunque su correlación es, empero, incesante; porque el uno
reacciona perennemente en el otro».
87. ¿Ocupan los espíritus una región determinada y circunscrita en el espacio?
«Los espíritus se encuentran por todas partes, y de ellos hasta lo infinito están poblados los
espacios ilimitados. Los hay constantemente a vuestro lado, que os observan e influyen en
vosotros a pesar vuestro; porque son uno de los poderes de la naturaleza, e instrumentos de
que se vale Dios para realizar sus miras providenciales; pero no todos pueden ir a todas partes, pues hay regiones prohibidas a los menos avanzados».
Forma y ubiquidad de los espíritus.
88. ¿Tienen los espíritus una forma determinada, limitada y constante?
«Para vuestra vista no, pero si para la nuestra; y si así lo queréis, el espiritw es una llama,
un destello, o una chispa etérea».
—¿Tiene color esa llama o chispa?
«Para vosotros, y según que el espíritu es más o menos puro, varía del oscuro al brillo del
rubí».
Ordinariamente se representa a los genios con una llama o estrella en la cabeza, alegoría que
recuerda la naturaleza esencial de los espíritus, y se coloca en la parte superior de aquélla, porque allí
reside la inteligencia.
89. ¿Emplean los espíritus algún tiempo en cruzar el espacio?
«Si; pero rápido como el pensamiento».
—¿El pensamiento es el alma misma que se traslada de un punto aotro?
«Cuando el pensamiento está en una parte determinada, también lo está el alma, puesto
que es ésta la que piensa, siendo el pensamiento un atributo».
90. ¿El espíritu que se traslada de uno a otro punto tiene conciencia de la distancia que
recorre y de los espacios que cruza, o bien se ve súbitamente trasladado al punto a donde
quiere ir?
«Lo uno y lo otro. puesto que el espíritu puede muy bien, si así lo quiere, hacerse cargo
de la distancia que recorre, distancia que puede también ser eliminada, lo cual depende de su
voluntad y además de la mayor o menor pureza de su naturaleza».
91. ¿La materia sirve de obstáculo a los espíritus?
«No, pues lo penetran todo, y el aire, la tierra, las aguas y hasta el mismo fuego les son
igualmente accesibles».
92. ¿Tienen el don de ubicuidad los espíritus, o en otros términos, puede un espíritu
dividirse o encontrarse en muchas partes a la vez?
«Un espíritu no puede dividirse; pero cada uno de ellos, es un centro que irradia en todas
direcciones, pareciendo por esto que se encuentra en muchos lugares a la vez. El Sol, como
ves, es uno, e irradia sin embargo, en todo su alrededor, derramando sus rayos a largas
distancias, sin que por ello se divida».
—¿Tienen igual poder de irradiación todos los espíritus?
«Buena diferencia existe, puesto que depende del grado de su pureza»..
Cada espíritu es una unidad indivisible: pero cada uno de ellos puede extender a diversos puntos el
pensamiento, sin dividirse, y sólo en este sentido, debe entenderse que se atribuye a los espíritus el don de
ubicuidad. Tal sucede con un centro de luz qut, proyectando a lo lelos su claridad, puede ser percibida de
todos los puntos del horizonte, y tal asimismo con un hombre que, sin cambiar de puesto ni dividirse,
puede transmitir órdenes, sefiales e indicar los movimientos a lugares diferentes.
Periespíritu.
93. ¿El espíritu propiamente dicho no tiene envoltura alguna, o como se pretende, está
rodeado de una sustancia?
«El espíritu está envuelto en una sustancia, aunque vaporosa para ti, muy grosera aún
para nosotros; pero suficientemente ligera empero, para poderse sostener en la atmósfera y
trasladarse donde quiere».
Así como el germen del fruto está rodeado del periespermo, así también el espíritu propiamente dicho
está rodeado de una envoltura, que por comparación puede llamarse
periespíritu.
94. ¿De dónde toma el espíritu la envoltura semimaterial?
«En el fluido universal de cada globo, y por esta razón no es igual en todos los mundos.
Al pasar de uno a otro mundo, el espíritu cambia de envoltura, como vosotros de vestido».
—¿De modo que cuando los espíritus que habitan en los mundos superiores vienen al
nuestro, toman un periespíritu más grosero?
«Ya lo hemos dicho, es preciso que se vistan a vuestro modo».
95. ¿La envoltura semimaterial del espíritu afecta formas difetentes, y puede ser
perceptible?
«Sí, la forma que plazca al espíritu, y así es como se os aparece de vez en cuando, ora en
sueflos, ora estando despiertos, y como puede tomar una forma visible y hasta palpable».
Diferentes órdenes de espíritus.
96. ¿Son iguales los espíritus, o existe entre ellos alguna jerarquía?
«Pertenecen a diferentes órdenes, según el grado de perfección a que han llegado».
97. ¿Hay un número determinado de órdenes o grados de perfección entre los espíritus?
«Es ilimitado el número; porque no existe entre esos órdenes una línea de demarcación
trazada a modo de barrera, pudiéndose así multiplicar o restringir voluntariamente las
divisiones; pero, si sé consideran no obstante, los caracteres generales, puede reducírselos a
tres órdenes principales.
«Puede colocarse en el primer orden a los que han llegado a la perfección, los espíritus
puros; en el segundo, a los que están a mitad de la escala, los cuales se ocupan en la
consecución del bien; y en el tercero, a los espíritus imperfectos, que están aún al principio de
la escala, siendo sus caracteres la ignorancia, el deseo del mal y todas las malas pasiones que
retardan su progreso».
98. ¿Los espíritus del segundo orden tienen sólo el deseo del bien, sin que puedan
hacerlo?
«Pueden hacerlo según su grado de perfección, pues unos poseen la ciencia y otros la
prudencia y la bondad; pero todos han de sufrir pruebas aún».
99. ¿Los espíritus de tercer orden son todos esencialmente malos?
«No, pues los unos no hacen ni bien ni mal, y otros se complacen. por el contrario, en el
mal y están satisfechos cuando encuentran ocasión de hacerlo. Además, hay espíritus ligeros
o
duendes, más enredadores que perversos, que se complacen más en la chismografía que en
la maldad, y cuyo placer son los embaucamientos y las pequeflas contrariedades, que les
causan risa».
Escala espiritista.
100. Observaciones preliminares. La clasificación de los espíritus está basada en su grado
de progreso, en las cualidades que han adquirido y en las imperfecciones de que han de
despojarse aún. Esta clasificación, además, no es absoluta; cada categoría no ofrece en su
conjunto más que un carácter saliente; pero la transición es insensible de un grado a otro, y en
los límites desaparece el matiz como en los reinos de la naturaleza, en los colores del arco iris
y también como en los diferentes períodos de la vida d'el hombre. Se puede, pues, formar un
número mayor o menor de clases, según el aspecto que se elija para considerar esta cuestión.
Sucede esto como en los sistemas de clasificaciones científicas, que pueden ser más o menos
completos, más o menos racionales y cómodos para la inteligencia, sin que, cualesquiera que
sean, cambien en nada el fondo de la ciencia. Los espíritus consultados sobre el particular han
podido, pues, discordar en el número de categorías, sin que esto tenga trascendencia. Algunos
han hecho un arma de esta contradicción aparente, sin reflexionar que los espíritus no dan
importancia a lo que es puramente convencional, ya que para ellos el pensamiento lo es todo,
dejando a nuestra voluntad la forma, la elección de los términos, las clasificaciones, los
sistemas, en una palabra.
Añadamos otra consideración que nunca debe perderse de vista, a saber: que entre los
espíritus, lo mismo que entre los hombres, los hay muy ignorantes, y que nunca se estará
bastante prevenido contra la tendencia de creer que todos han de ser sabios, porque son
espíritus. Toda clasificación requiere método, análisis y conocimiento profundo del asunto, y
en el mundo de los espíritus, los que tienen conocimientos limitados no son. como no lo son
los ignorantes en la tierra, hábiles para abarcar el conjunto y formular un sistema, y no
conocen o sólo comprenden imperfectamente las clasificaciones. Para ellos, todos los
espíritus que les son superiores pertenecen al primer orden; sin que puedan apreciar los
matices de saber, capacidad y moralidad que los distinguen, como entre nosotros se distingue
el rústico del ilustrado, y hasta los mismos que son capaces de hacerlo pueden variar en los pormenores según su punto de vista. mayormente cuando nada de
absoluto tienen las divisiones. Linneo, Jussieu y Tournefort han tenido un sistema peculiar,
sin que haya variado la botánica; porque no inventaron ellos las plantas y sus caracteres, sino
que observaron las analogías con arreglo a las cuales formaron los grupos o clases. Asi hemos
procedido nosotros; no hemos inventado los espíritus ni sus cáracteres, sino que los hemos
visto y observado, los hemos juzgado por sus palabras y hechos y clasificado con arreglo a
sus semejantes, apoyándose en los datos que nos han proporcionado.
Los espíritus admiten generalmente tres categorías principales o tres grandes divisiones.
En la última que está al principio de la escala, vienen comprendidos los espíritus imperfectos,
caracterizados por el predominio de la materia sobre el espíritu y la propensión al mal.. Los
de la segunda están caracterizados por el predominio del espíritu sobre la materia y por el
deseo del bien, y comprende los espíritus buenos. La primera, en fin, comprende los espíritus
puros, que han alcanzado el grado máximo de perfección.
Esta división nos parece que es perfectamente racional y que presenta caracteres bien
distintos, y no nos tocaba a nosotros más que hacer visibles, por medio de un número
suficiente de subdivisiones, los principales matices del conjunto, y es lo que hemos hecho con
el concurso de los espíritus, cuyas benévolas instrucciones nunca nos han faltado.
Utilizando este cuadro será fácil determinar la categoría y grado de superioridad o de
inferioridad de los espíritus con quienes podemos establecer relaciones, y por tanto, el grado
de confianza y de estimación que merecen. De cierta manera es la clave de la ciencia
espiritista; porque sólo él puede explicarnos las anomalías que presentan las comunicaciones,
ilustrándonos acerca de las desigualdades intelectuales y morales de los espíritus. Advertimos
empero, que los espíritus no pertenecen siempre y exclusivamente a tal o cual clase, y
realizándose gradualmente su progreso, y a menudo en una dirección con preferencia a otra,
pueden reunir caracteres de diversas categorías, lo que fácilmente puede comprenderse por su
lenguaje y por sus hechos.
Tercer orden. Espíritus imperfectos.
101. Caracteres generales. Predominio de la materia sobre el espíritu, propensión al mal,
ignorancia, orgullo, egoísmo y todas las malas pasiones que de el derivan.
Tienen intuición de Dios; pero no lo comprenden.
Todos no son esencialmente malos, y en algunos abunda más la ligereza, la
inconsecuencia y la malicia que la verdadera perversidad. Unos no hacen bien ni mal; pero
por lo mismo que no practican el bien, demuestran su inferioridad. Otros, por el contrario, se
complacen en el mal, y están satisfechos cuando hallan ocasión de hacerlo.
Pueden reunir la inteligencia a la perversidad y a la malicia; pero, cualquiera que sea su
desarrollo intelectual, sus ideas son poco elevadas y sus sentimientos más o menos abyectos.
Sus conocimientos sobre las cosas del mundo espiritista son limitados, y lo poco que de
ellas saben lo confunden con las ideas y preocupaciones de la vida corporal, no pudiendo
darnos sobre el particular más que nociones falsas e incompletas; pero el observador atento
encuentra con frecuencia en sus comunicaciones, aunque imperfectas, confirmadas las
grandes verdades que nos enseñan los espíritus superiores.
Su carácter se revela en su lenguaje, y todo espíritu que deje escapar en sus
comunicaciones un pensamiento malo, puede ser incluido en el tercer orden, y por lo tanto,
todo pensamiento malo que se nos sugiera, procede de un espíritu de este orden.
Semejantes espíritus ven la dicha de los buenos, siendoles este espectáculo un tormento
incesante, puesto que experimentan todas las angustias que pueden producir la envidia y los
celos.
Conservan el recuerdo y la percepción de los sufrimientos de la vida corporal, impresión
que es a menudo más penosa que la realidad. Sufren, pues, verdaderamente no sólo por los
males que han experimentado, sino que tambien por los que han ocasionado a otros, y como
sufren por largo tiempo, creen que sufrirán siempre, permitiendo Dios, para castigarlos, que
conserven esa creencia.
Puede dividírseles en cinco clases principales.
102. Décima clase. ESPÍRITUS IMPUROS. Son propensos al mal y lo hacen objeto de
sus maquinaciones. Como espíritus dan consejos pérfidos; promueven la discordia y la
desconfianza, y, para engañar mejor, toman todas las apariencias. Se apoderan de los
caracteres bastante débiles para seguir sus excitaciones, a fin de arrastrarles a su perdición, y
están satisfechos cuando consiguen retardar su progreso, haciéndoles sucumbir en las pruebas
que sufren.
En las manifestaciones se les conoce por su lenguaje, pues la trivialidad y la bajeza de las
expresionies, así en los espíritus como en los hombres, es siempre indicio de inferioridad
moral, si no intelectual. Sus comunicaciones descubren la bajeza de sus inclinaciones, y si
intentan desorientar hablando sensatamente, no pueden sostener el ardid por mucho tiempo y
concluyen por poner en claro su origen.
Ciertos pueblos los han considerado como divinidades maléficas, y otros los designan
con los nombres de demonios. genios malos y espíritus del mal.
Los seres vivientes a quienes animan, durante lá encarnación, son dados a todos los
vicios que engendran las pasiones viles y degradantes, tales como: el sensualismo, la
crueldad, la maulería, la hipocresía, la codicia y la sórdida avaricia. Hacen el mal por el placer
de hacerlo, sin motivo la mayor parte de las veces, y por aversión al bien escogen casi
siempre sus víctimas entre las personas honradas. Cualquiera que sea el lugar social que
ocupen, son azote de la humanidad, y el barniz de la civilización no los libra del oprobio y de
la ignominia.
103. Novena clase. ESPÍRITUS LIGEROS. Son ignorantes, malignos, inconsecuentes y
burlones, y en todo se entrometen, y responden a todo sin cuidarse de la verdad. Se
complacen en ocasionar pequeños pesares y alegrías, en chismear, en inducir maliciosamente
en error por medio de engaños y en hacer travesurillas. A esta clase pertenecen los espíritus
llamados vulgarmente
duendes, trasgos, gnomos y diablillos, todos los cuales dependen de
los espíritus superiores, que frecuentemente les ocupan, como nosotros a nuestros criados.
En las comunicaciones con los hombres, su lenguaje es a veces Ingenioso, y chistoso,
pero casi siempre superficial, y aprovechan las extravagancias y las ridiculeces que exponen
en frases mordaces y satíricas. Cuando usurpan algún nombre, lo hacen más por malicia que
por perversidad.
104. Octava clase. ESPÍRITUS DE FALSA INSTRUCCIÓN. (Falsos sabios.) Tienen
conocimientos bastantes vastos; pero creen saber más de lo que realmente saben. Habiendo
progresado algo en diversos sentidos, su lenguaje tiene cierto carácter grave que puede
engañar acerca de su capacidad y ciencia; pero no pasa de ser, con frecuencia, reflejo de las
preocupaciones y de las ideas sistemáticas de la vida terrestre, una mezcla de verdades y
errores absurdos, a cuyo través se descubren la presunción, el orgullo, los celos y la terquedad
de que no han podido emanciparse.
105. Séptima clase. ESPÍRITUS NEUTROS. No soñ ni bastante buenos para practicar el
bien, ni bastante malos para hacer el mal; se inclinan igualmente al uno y al otro, y no se
sobreponen a la condición vulgar de la humanidad, ni moral ni intelectualmente. Tienen
apego a las cosas de este mundo, cuyas alegrías groseras echan de menos.
106. Sexta clase. ESPÍRITUS GOLPEADORES Y PERTURBADORES. Propiamente
hablando, no forman una clase distinta, si se toman en consideración sus cualidades
personales, y pueden pertenecer a todas las clases del tercer orden. A menudo anuncian su
presencia por efectos sensibles y físicos, como golpes, movimiento y desarreglo anormal de
los cuerpos só lidos, agitación del aire, etc. Parece que están más apegados a la materia que
los otros y que son los principales agentes de las vicisitudes de los elementos del globo, ya
obren en el aire, en el agua, en el fuego, ya en los cuerpos duros, ya en las entrañas de la
tierra. Cuando estos.fenómenos tienen un carácter intencional e inteligente, se conoce que no
son debidos a una causa fortuita y física. Todos los espíritus pueden producirlos; pero los
elevados los confían por punto general a los espíritus subalternos, más aptos para las cosas
materiales que para las inteligentes, y cuando los primeros creen oportunas las
manifestaciones de este género, se sirven de los segundos como de auxiliares.
Segundo orden. Espíritus buenos.
107. Caracteres generales. Predominio del espíritu sobre la materia y deseo de hacer
bien. Sus cualidades y poder para practicarlo están en proporción del grado a que han llegado.
poseyendo unos la ciencia, otros la prudencia y la bondad, y reuniendo los más adelantados el saber y las cualidades morales. No estando aún
completamente desmaterializados, conservan más o menos, según su jerarquía, los vestigios
de la existencia corporal, ora en la forma del lenguaje, ora en sus costumbres, en las que se
llega a descubrir algunas desus manías, ías, y a no ser así, serían espíritus perfectos.
Comprenden a Dios y el infinito, y gozan ya de la felicidad de los buenos; son dichosos
cuando hacen el bien e impiden el mal, y el amor que los une es para ellos origen de una
dicha inefable no alterada por la envidia, por los remordimientos. ni por ninguna de las malas
pasiones, que atormentan a los espíritus imperfectos; pero todos han de sufrir pruebas hasta
que alcancen la perfección absoluta.
Como espíritus, suscitan buenos pensamientos, alejan a los hombres del camino del mal,
protegen, durantela vida, a los que se hacen merecedores de protección y neutralizan la
influencia de los espíritus imperfectos en aquellos individuos que no se complacen en
tolerarla.
Las personas en quienes se encarnan son buenas y benevolas para con sus semejantes no
ceden al orgullo, al egoísmo y a la ambición, y no sienten odio, rencor, envidia ni celos,
practicando el bien, porque es el bien.
A este orden pertenecen los espíritus conocidos en las creencias vulgares con los
nombres de
genios buenos, genios protectores y espíritus del bien; En tiempo de superstición
y de ignorancia se les ha elevado a la categoría de divinidades bienhechoras.
Se les puede dividir en cuatro grupos principales.
108. Quinta clase. ESPÍRITUS BENÉVOLOS. Su cualidad dominante es la bondad; se
complacen en prestar servicios a los hombres y protegerlos; pero su saber es limitado, pues
han progresado más moral que intelectualmente.
109. Cuarta clase. ESPÍRITUS SABIOS. Lo que principalmente los distingue es la
extensión de sus conocimientos. Se ocupan menos de las cuestiones morales que de las
científicas, para las cuales tienen más aptitud, pero sólo consideran la ciencia utilitariamente,
y no obedecen, al hacerlo, a ninguna de las pasiones propias de los espíritus imperfectos.
110. Tercera clase. ESPÍRITUS PRUDENTES. Las más elevadas cualidades morales
son su carácter distintivo. Sin que sus conocimientos sean limitados, están dotados de aquella capacidad que proporciona un juicio recto de los hombres y de las cosas.
111. Segunda clase. ESPÍRITUS SUPERIORES. Reúnen la ciencia, la prudencia y la
bondad. Su lenguaje, que sólo benevolencia respira, es constantemente digno, elevado y a
menudo sublime. Su superioridad los hace más aptos que los otros para darnos las nociones
más exactas acerca de las cosas del mundo incorporal, dentro de los límites de aquello que es
lícito saber al hombre. Se comunican voluntariamente con los que de buena fe buscan la
verdad y cuya alma está bastante emancipada de los lazos terrestres para comprenderla; pero
se separan de los que sólo obran por curiosidad, o a quienes la influencia de la materia distrae
de la práctica del bien.
Cuando, por excepción, se encarnan en la tierra, es para realizar una misión de progreso y
nos ofrecen el tipo de perfección, a que puede aspirar la humanidad en este mundo.
Primer orden. Espíritus puros.
112. Caracteres generales. Influencia de la materia, nula; superioridad intelectual y moral, absoluta con respecto a los espíritus de los otros órdenes.
113. Primera y única clase. Han recorrido todos los giados de la escala y se han
despojado de todas las impurezas de la materia. Habiendo alcanzado la suma de perfección de
que es susceptible la criatura, no han de sufrir pruebas ni expiaciones, y no estando obligados
a la reencarnación en cuerpos perecederos viven la vida eterna en el seno de Dios.
Gozan de una dicha inalterable, porque no sienten las necesidades ni están expuestos a
las vicisitudes de la vida material; pero aquella dicha no consiste en la
ociosidad monótona
de una contemplación perpetua.
Son mensajeros y ministros de Dios, cuyas órdenes, acerca
de la conservación de la armonía universal, ejecutan; mandan a todos los espíritus que les son
inferiores, les ayudan a perfeccionarse y les señalan su misión. Para ellos, es ocupación
agradable la de asistir a los hombres en sus apuros y excitarlos al bien o a la expiación de las
faltas que les alejan de la felicidad suprema. Se les designa a veces con los nombres de
ángeles, arcángeles o serafines.
Los hombres pueden comunicarse con ellos, pero sería muy presuntuoso el que
pretendiese tenerlos constantemente a sus órdenes.
Progresión de los espíritus.
114. ¿Los espíritus son buenos o malos por su naturaleza, o bien se van mejorando?
«Los mismos espíritus van mejorándose, y al conseguirlo, pasan de un orden inferior a
otro superior».
115. ¿Hay espíritus que fueron creados buenos y otros malos?
«Dios creó a todos los espíritus sencillos e ignorantes, es decir, faltos de clencia, y dio a
cada uno de ellos una misión con objeto de ilustrarlos y de hacerles llegar progresivamente a
la perfección por medio del conocimiento de la verdad, y aproxímarse a él. La dicha eterna
sin perturbación estriba para ellos en esa perfección. Los espíritus adquieren los
conocimientos sufriendo las pruebas que Dios les impone, que unos aceptan con sumisión,
llegando así más prontamente al objeto de su destino, y que otros sufren con des-agrado,
permaneciendo por culpa suya lejos de la perfección y de la dicha prometida».
—Según esto, parece que los espíritus en su oriqen, son como los niños, ignorantes e
inexpertos; pero que adquieren poco a poco los conocimientos que les faltan recorriendo las
diferentes etapas de la vida.
«Si; la comparación es exacta, pues el niño rebelde continúa ignorante e imperfecto, y se
aprovecha más o menos según su docilidad; pero, al paso que la vida del hombre tiene
término, la del espíritu se dilata en lo infinito».
116. ¿Hay espíritus que permanecerán perpetuamente en los puestos inferiores?
«No; todos llegarán a ser perfectos; cambiarán, pero a la larga; porque, como lo hemos
dicho otra vez, un padre justo y misericordioso no puede desterrar eternamente a sus hijos. ¡Y
quieres que Dios, que es tan bueno y tan justo, sea de peor condición que vosotros!»
117. ¿Depende de los espíritus apresurar su progreso hacia la perfección?
«Indudablemente, y llegan más o menos pronto según su deseo y su sumisión a la
voluntad de Dios. ¿El niño d6cil no se instruye más pronto que el reacio? »
118. ¿Pueden degenerar los espíritus?
«No, pues a medida que progresan comprenden lo que les alejaba de la perfección, y
terminada una prueba. poseen el conocimiento de ella y no lo olvidan. Pueden permanecer
estacionarios; pero no retroceden».
119. ¿No podría Dios librar a los espíritus de las pruebas que han de sufrir para llegar al
primer puesto?
«Si hubiesen sido creados perfectos, no tendrían méritos para gozar de los beneficios de
la perfección. Sin lucha, ¿dónde estaría el mérito? Por otra parte, la desigualdad que entre
ellos existe, es necesaria a su personalidad; además, la misión que desempeñan en los
diferentes grados, entra en las miras de la Providencia respecto de la armonía del universo».
Puesto que en la vida social todos los hombres pueden llegar a los primeros puestos, se podria
preguntar también: ¿por qué el soberano de un país no hace generales a todos sus soldados, empleados
superiores a todos los subalternos y maestros a todos los discípulos? Pues entre la vida social y la
espiritual existe aún la diferencia de que la primera es limitada. y no basta siempre a la consecución de
todos los grados, al paso que, siendo indefinida la segunda, dela a cada cual la posibilidad de elevarse al
puesto supremo.
120. ¿Todos los espíritus pasan por la serie del mal para llegar al bien?
«No por la serie del mal, sino por la de la ignorancia».
121. ¿Por qué ciertos espíritus han seguido el camino del bien y otros el del mal?
«¿No tienen libre albedrío? Dios no creó espíritus malos. sino sencillos e ignorantes, es
decir, igualmente aptos para el bien que para el mal. Los que llegan a ser malos, lo son por su
voluntad».
122. No teniendo en su origen conciencia de si mismos, ¿cómo pueden los espíritus ser
libres de elegir entre el bien y el mal? ¿Existe en ellos un principio, una tendencia cualquiera
que los incline más al uno que al otro?
«El libre albedrío se desarrolla a medida que el espíritu adquiere conciencia de si mismo.
Si la elección se debiese a una causa independiente de la voluntad del espíritu, no existiría
libertad. La causa no reside en él, sino fuera, en las influencias a que cede en virtud de su voluntad libre, y esto significa la gran figura de la caída del
hombre y del pecado original. Unos cedieron a la tentación; otros resistieron a ella».
—¿De dónde proceden las influencias que obran sobre el espíritu?
«De los espíritus imperfectos que procuran apoderarse de él y dominarle, y que se
consideran felices cuando le hacen sucumbir. Esto es lo que se ha querido representar en la
figura de Satanás».
—¿No sufre esta influencia el espíritu más que en su origen?
«Le persigue en su vida de espíritu, hasta que consigue dominarse de tal modo, que los
malos renuncian a obsesionarle».
123. ¿Por qué ha permitido Dios que los espíritus puedan seguir el camino del mal?
«¿Cómo os atrevéis a pedirle a Dios cuenta de sus actos? ¿Creéis que podéis penetrar en
sus designios? Podéis deciros, sin embargo: La sabiduría de Dios consiste en la libertad que a
cada uno concede de elegir, porque así tiene cada uno el mérito de sus obras».
124. Puesto que hay espíritus que desde el principio siguen el camino del bien absoluto y
otros el del mal absoluto, ¿existen indudablemente grados entre estos dos extremos?
«Ciertamente que sí, y la gran mayoría es la de los que no ocupan los extremos».
125. Los espíritus que han seguido el camino del mal, ¿podrán llegar al mismo grado de
superioridad que los otros?
«Sí; pero las eternidades serán más largas para ellos».
Por estas palabras las eternidades debe entenderse la idea que tienen los espíritus inferiores de que
serán perpetuos sus sufrimientos, cuyo término no les es dado ver; idea que se renueva en todas las
pruebas en que sucumben.
126. Los espíritus que llegan al grado supremo, después de haber incurrido en el mal,
¿tienen a los ojos de Dios menos mérito que los otros?
«Dios mira a los extraviados con iguales ojos y a todos los ama con el mismo afecto. Se
les llama malos, porque han sucumbido; pero antes eran espíritus sencillos».
127. ¿Los espíritus son creados iguales en facultades intelectuales?
«Lo son; pero no sabiendo de dónde provienen, es preciso que funcione el libre albedrío,
y progresan con más o menos rapidez así intelectual, como moralmente».
Los espíritus que, desde el principio, siguen el camino del bien, no son por ello espíritus perfectos,
puesto que, si no tienen malas tendencias, han de adquirir, sin embargo, experiencia y los conocimientos
necesarios para llegar a la perfección. Podemos compararlos a los niños que, cualquiera que sea la
bondad de sus naturales instintos, tienen necesidad de desarrollarse, de ilustrarse, y que no llegan sin
transición de la infancia a la madurez. Así como tenemos hombres buenos y malos desde la infancia, así
también hay espíritus buenos y malos desde el principio, con la diferencia capital, de que el niño tiene
instintos completamente formados, al paso que el espíritu, al ser formado, no es ni bueno ni malo, sino que
tiene todas las tendencias, y en virtud de su libre albedrío toma una u otra dirección.
Ángeles y demonios.
128. Los seres a quienes llamamos ángeles, arcángeles y serafines, ¿forman una categoría
especial de diferente naturaleza que los otros espíritus?
«No; son los espíritus puros, los que están en lo más alto de la escala y reúnen todas las
perfecciones».
La palabra ángel despierta generalmente la idea de perfección moral; pero se aplica a menudo a
todos los seres buenos y malos que existen fuera de la humanidad. Así se dice: el ángel bueno y el ángel
malo, ángel de la luz y ángel de las tinieblas, y en este caso, es sinónimo de espíritu o
genio. Aquí tomarnos
la palabra en su acepción buena.
129. ¿Los ángeles han recorrido todos los grados?
«Todos los han recorrido; pero, según tenemos dicho, unos aceptaron su misión sin
murmúrar, y llegaron más pronto; otros emplearon mayor o menor tiempo para llegar a la
perfección».
130. Si es errónea la opinión de que existen seres creados perfectos y superiores a las
demás criaturas, ¿en qué consiste que sea tradicional en casi todos los pueblos?
«Sabe que tu mundo no es eterno y que mucho antes de que existiese, espíritus había que
ocupaban ya el grado supremo, por lo cual pudieron creer los hombres que siempre habían
estado a la misma altura».
131. ¿Existen demonios, en el sentido que se da a esta palabra?
«Si hubiese demonios, serían obra de Dios, y ¿hubiera procedido Éste con justicia y
bondad creando seres consagrados eternamente al mal y a la infelicidad? Si existen demonios,
en tu mundo inferior y en otros semejantes es donde residen, y son esos hombres hipócritas
que hacen de un Dios justo un Dios perverso y vengativo, esos hombres que creen
complacerle con las abominaciones que en su nombre cometen».
La palabra demonio no implica la idea de espíritu malo más que en su acepción moderna; porque la
palabra
daimon de que se forma significa genio, inteligencia, y se aplicaba indistintamente a los seres
incorporales buenos o malos.
Los demonios, en la acepción vulgar de la palabra, suponen seres esencialmente maléficos que serían,
romo todas las cosas, creación de Dios, y Dios, que es soberanamente justo y bueno, no puede haber
creado seres arrastrados al mal por su naturaleza y eternamente condenados. Si no fuesen obra de Dios,
serían como él eternos, o bien habria muchos poderes soberanos.
La primera condición de toda doctrina es la de ser lógica, y la de los demonios, en su sentido absoluto,
flaquea por esta base esencial. Se concibe que en la creencia de los pueblos atrasados que, no conociendo
los atributos de Dios, dan cabida a las divinidades maléficas, se admita a los demonios; pero para todo el
que acepte la bondad de Dios como el atributo por excelencia, es ilógico y contradictorio suponer que
haya podido crear seres consagrados al mal y destinados a hacerlo perpetuamente, porque equivale a
negar su bondad, Los partidarios del demonio se parapetan en las palabras de Cristo, y no seremos
nosotros quienes neguemos la autoridad de su enseñanza que quisiéramos ver más en el corazón que en
los labios de los hombres; pero, ¿se tiene certeza del sentido que daba Cristo a la palabra demonio? ¿No
se sabe que la forma alegórica es uno de los caracteres distintivos de su lenguaje, y que todo lo que
contiene el Evangelio no debe tomarse literalmente? Sirva de prueba este pasaje:
«Pero luego, después de las tribulaciones de aquellos días, el Sol se oscurecerá, la Luna no alumbrará, y
las estrellas caerán del cielo, las potestades de los cielos temblarán. LO que os aseguro es que no se
acabará esta generación, hasta que se cumpla todo esto» ¿No hemos visto la forma del texto bíblico
contradicha por la ciencia en lo que se refiere a la creación y movimiento de la Tierra? ¿No puede suceder
otro tanto con ciertas figuras empleadas por Cristo, que debía hablar según los tiempos y lugares? Cristo
no pudo decir a sabiendas una cosa falsa, y si, pues. en sus palabras hay asertos que parece que repugnan
a la razón, es porque no los comprendemos o porque los interpretamos mal.
Los hombres han hecho con los demonios lo mismo que con los ángeles y así como han creído en seres
eternamente perfectos han tomado a los espíritus inferiores por seres perpetuamente malos. La palabra demonio debe, pues, entenderse con
relación a los espíritus impuros que a menudo no son mejores que los seres que con aquel nombre se
designan, pero con la diferencia de que semejante estado no es más que transitorio. Son espíritus
imperfectos que murmuran de las pruebas que sufren, y que por la misma razón las sufren por más
tiempo, pero que llegarán, a su vez, a la perfección cuando tengan voluntad de hacerlo. Pudiera, pues,
admitirse la palabra
demonio con esta restricción, pero como actualmente se la toma en sentido exclusivo,
podría inducir en el error de hacer creer en la existencia de seres especiales creados para el mal.
Satanás es evidentemente la personificación del mal balo una forma alegórica, porque no puede
admítirse un ser malo que lucha de potencia a potencia con la Divinidad, y cuya única ocupación es la de
contrariar sus designios. Siendo necesarias al hombre imágenes y figuras que hieran su imaginación, ha
pintado a los seres incorporales bajo forma material con atributos que recuerdan sus cualidades y
defectos. Así es como, queriendo los antiguos personificar el tiempo, lo pintaron en figura de anciano con
una hoz y un reloj de arena, pues la de un joven hubiese sido un contrasentido. Lo mismo debe decirse de
las alegorías de la fortuna; de la verdad, etcétera. Los modernos han representado a los ángeles o
espíritus puros por una figura radiante, con alas blancas, emblema de la pureza, y a Satán con cuernos,
garras y demás atributos de las bestias, emblemas de las pasiones bajas. El vulgo, que tomó las cosas
literalmente, ha visto en el emblema una individualidad real, como en otro tiempo a Saturno en la
alegoría del tiempo.