El Libro de los Espíritus

Allan Kardec

Usted esta en: El Libro de los Espíritus > INTRODUCCIÓN AL ESTUDIO DE LA DOCTRINA ESPIRITISTA > VIII
VIII



Añadamos que el estudio de una doctrina, como la espiritista, que repentinamente nos conduce a un orden de cosas tan nuevo y tan dilatado, sólo puede ser hecho fructíferamente por hombres graves, perseverantes, ajenos de prevenciones y animados de la firme y sincera voluntad de obtener un resultado. No podemos dar estos calificativos a los que juzgan a priori, ligeramente y sin haberlo visto todo, no observando en sus estudios la ilación, la regularidad y el recogimiento necesarios, y menos aún podemos darlos a ciertas personas que, para no desmentir su reputación de chistosos, se esfuerzan en encontrar un lado burlesco a las cosas más verdaderas, o reputadas tales por individuos cuya ciencia. carácter y convicciones tienen derecho a la consideración de todo el que se precie de saber vivir en sociedad. Repórtense, pues, aquellos que juzgan los hechos indignos de ellos y de su atención, y puesto que nadie piensa en violar sus creencias, respete asimismo las de los otros.

Lo que caracteriza de serio a un estudio es la perseverancia en él. ¿Debe nadie admirarse de no obtener con frecuencia respuesta alguna formal a preguntas graves en si mismas, cuando son hechas al acaso y lanzadas a quemarropa en medio de una multitud de preguntas impertinentes? Una pregunta, por otra parte, es a menudo compleja y requiere, para su aclaración, otras preliminares o complementarias. Todo el que quiera adquirir una ciencia debe estudiarla metódicamente, empezar por el principio y proseguir el encadenamiento y desarrollo de las ideas. El que dirigiese al acaso a un sabio una pregunta sobre una ciencia de la que ignora los primeros rudimentos, ¿habrá adelantado algo en ella? ¿Y podrá el sabio, a pesar de su buena voluntad, darle una respuesta satisfactoria? Esta respuesta aislada será, por fuerza, incompleta e ininteligible, cón frecuencia, o podrá parecer absurda y contradictoria. Lo mismo sucede exactamente en las relaciones que establecemos con los espíritus. Si alguien quiere instruirse en su escuela, es preciso seguir un curso con ellos; pero, como acontece entre nosotros, es necesario escoger sus profesores y trabajar con asiduidad.

Hemos dicho que los espíritus superiores no concurren a más reuniones que a las graves y. sobre todo, a aquellas en que reina una perfecta comunidad de pensamientos y sentimientos encaminados al bien. La ligereza y las preguntas inútiles los alejan, como alejan a las personas razonables, quedando enton¿es el campo libre a la turba de espíritus mentirosos y frívolos, que siempre atisban las ocasiones de burlarse de nosotros y de divertírse a expensas nuestras. ¿Qué resultado puede dar una pregunta seria en semejante reunión? Será contestada; ¿pero por quién? Valdría tanto hacerla, como en medio de una reunión de buen humor dejar caer estas preguntas: ¿Qué es el alma? ¿Qué la muerte?, u otras lindezas por el estilo. Si queréis respuestas graves, sed graves en toda la acepción de la palabra y colocaos en las condiciones indispensables, que sólo entonces obtendréis comunicaciones notables. Sed de los más laboriosos y perseverantes en vuestros estudios, sin lo cual os abandonarán los espíritus superiores, como hace el profesor con los discípulos desaplicados.

Utilizamos cookies para mejorar su experiencia en nuestro sitio. Al continuar navegando, usted acepta nuestra Política de Privacidad.