El Libro de los Espíritus

Allan Kardec

Volver al menú
XVI

Dos objeciones nos quedan por examinar, las únicas que verdaderamente merecen tal nombre, porque están basadas en teorías razonables. La una y la otra admiten la realidad de todos los fenómenos materiales y morales; pero excluyen la intervención de los espíritus.

Según la primera de estas teorías, todas las manifestaciones atribuidas a los espíritus no son más que efectos magnéticos. Los médiums están en un estado que puede llamarse sonambulismo despierto, de cuyo fenómeno ha podido ser testigo todo el que haya estudiado el magnetismo. En este estado, las facultades intelectuales adquieren un desarrollo anormal, y el círculo de las percepciones intuitivas traspasa los limites de nuestra concepción ordinaria. El médium, por consiguiente, toma en si mismo y a causa de su lucidez, todo lo que dice y todas las nociones que trasmite, hasta sobre las cosas que más desconocidas le son en su estado normal.

No seremos nosotros quienes pongamos en tela de juicio el poder del sonambulismo, cuyos prodigios hemos visto y cuyas fases hemos estudiado por espacio de más de treinta y cinco años. y convenimos en que, en efecto, muchas manifestaciones espiritistas pueden explicarse por este medio; pero una observación sostenida y atenta pone de manifiesto una multitud de hechos en que la intervención del médium, fuera de la de instrumento pasivo, es materialmente imposible. A los que participan de esta opinión les diremos como a otros: «Mirad y observad: porque seguramente no lo habéis visto todo», y en seguida les oponemos dos consideraciones sacadas de su propia doctrina. ¿De dónde ha venido la teoría espiritista? ¿Es acaso algún sistema imaginado por ciertos hombres para explicar los hechos? De ninguna manera. ¿Quién la ha revelado, pues? Precisamente esos mismos médiums, cuya lucidez encomiáis. Si, pues, la lucidez es tal como vosotros la suponéis, ¿por qué habían de atribuir a los espíritus lo que en si mismos habían tomado? ¿Cómo habrían dado esas reseñas tan precisas, tan lógicas y sublimes acerca de la naturaleza de aquellas inteligencias extrahumanas? Una de dos, o son lúcidas o no lo son: si lo son y se tiene confianza en su veracidad. no se puede admitir, sin contradecirse, que no digan la verdad. En segundo lugar, si todos los fenómenos se originasen en el médium. serian idénticos en el mismo individuo, y no se vería a la misma persona hablar disparatadamente, ni decir alternativamente las cosas más contradictorias. Esta falta de unidad en las manifestaciones obtenidas por el médium, prueba la diversidad de origen, y si todas no pueden encontrarse en el médium, preciso es buscarlas fuera de él.

Según otra opinión, continúa siendo el médium origen de las manifestaciones; pero en vez de tomarlas en si mismo como pretenden los partidarios de la teoría sonambúlica, las toma en el medio ambiente. El médium será en este caso una especie de espejo que refleja todas las ideas, todos los pensamientos y conocimientos de las personas que le rodean, y nada dice que no sea conocido de algunos, por lo menos, de los concurrentes. No se puede negar. y este es uno de los principios de la doctrina, la influencia que ejercen los asistentes en la naturaleza de las comunicaciones; pero es muy distinta de la que se supone, y de lo que dejamos dicho a la opinión de que el médium sea eco de aquéllos, va mucha diferencia; porque millares de hechos demuestran perentoriamente lo contrario. Este es, pues, un grave error que prueba una vez más el peligro de las conclusiones prematuras. Las personas a quienes contestamos, no pueden, pues, negar la existencia de un fenómeno de que no puede darse cuenta la ciencia vulgar; pero, no queriendo admitir la presencia de los espíritus, lo explican a su manera. Su teoría seria especiosa, si pudiera abrazar todos los extremos; pero no sucede así. Cuando se les demuestra hasta la evidencia que ciertas comunicaciones del médium son completamente extrañas a los pensamientos, a los conocimientos y hasta a las opiniones de los asistentes, y que con frecuencia son espontáneas y contradicen todas las ideas preconcebidas, no se detienen por tan poca cosa. La irradiación, dicen entonces, se extiende más allá del círculo inmediato que nos rodea; el méditim es reflejo de toda la humanidad, de modo, que no toma sus inspiraciones de las personas circunvecinas, sino que va a buscarlas más lejos, a la ciudad en que se encuentra, a la comarca, por todo el globo y hasta a las otras esferas.

Creo que no se encontrará en esta teoría una explicación más sencilla y más probable que la del espiritismo; porque dicha teoría supone una causa mucho más maravillosa. La idea de que algunos seres que pueblan el espacio y que, estando en contacto permanente con nosotros, nos comunican sus pensamientos, nada tiene que choque más con la razón que la suposición de esa irradiación universal que, procediendo de todos los puntos del universo, se concentra en el cerebro de un solo individuo.

Digámoslo una vez más, y este es un punto capital sobre el cual nunca insistiremos bastante la teoría sonambúlica, y la que pudiera llamarse reflectiva, han sido imaginadas por algunos hombres, y son opiniones individuales forjadas para explicar un hecho, al paso que la doctrina espiritista no es de creación humana, sino que ha sido dictada por las mismas inteligencias que se manifiestan, cuando nadie pensaba en ella, y hasta la opinión general la rechazaba. Pues bien, nosotros pedimos que se diga el lugar donde han ido a tomar los médiums una doctrina que no existía en el pensamiento de nadie en la tierra, y preguntamos también por qué extrana coincidencia millares de médiums distmínados por todo el globo, y que nunca se han visto, están conformes en decir lo mismo. Si el primer médium que apareció en Francia sufrió la influencia de opiniones conocidas ya en América, ¿por qué rareza ha ido a buscar sus ideas a dos mil leguas más allá de los mares, a un pueblo de distintas costumbres y lenguaje. en vez de tomarlas de su alrededor?

Pero hay otra circunstancia en la cual no se ha pensado lo suficiente. Las primeras manifestaciones, así en Francia como en América, no tuvieron lugar por medio de la escritura ni de la palabra, sino por medio de golpes, que coincidiendo con las letras del alfabeto, formaban palabras y frases. De este modo declararon que eran espíritus las inteligencias que se revelaban. Si se podía, pues. suponer una intervención del pensamiento del médium en las comunicaciones verbales o escritas, no sucede así en las obtenidas por golpes, cuya significación no podía ser conocida de antemano.

Podríamos citar numerosos hechos que demuestran en la inteligencia que se manifiesta una individualidad evidente y una independencia absoluta de la voluntad. Recomendamos, pues, a los disidentes una observación más atenta, y si quieren estudiar sin prevención y no deducir antes de haberlo visto todo, reconocerán la insuficiencia de su teoría para explicarlo todo. Nos limitaremos a dejar sentadas las siguientes cuestiones: ¿Por qué la inteligencia que se manífiesta, cualquiera que sea. se niega a responder a ciertas preguntas sobre asuntos perfectamente conocidos, como, por ejemplo, sobre el nombre y la edad del que pregunta, sobre lo que tiene en la mano, sobre lo que ha hecho el día anterior y lo que hará el día siguiente. etc.? Si el médium es espejo del pensamiento de lós concurrentes. nada le sería más fácil que contestar.

Los adversarios rearguyen preguntando a su vez por qué los espíritus, que deben saberlo todo, no pueden decir cosas tan sencillas; apoyan el argumento en el axioma: Quien puede lo más, puede lo menos, y de ahí deducen que no hay tales espíritus. Si un ignorante o bromista de mal género se presentase ante una corporación sabia, y preguntase, por ejemplo, ¿por qué es de día a la hora del medio día, creerá nadie que aquélla se tomará el trabajo de contestar, y sería lógico deducir de su silencio, o de la burla con que recibiría al preguntador, que sus miembros son unos borricos? Pues precisamente, porque son superiores, no responden los espíritus a preguntas ociosas o ridículas, ni quieren ser puestos en berlina. Por esta razón se callan o mandan que se ocupen de cosas más graves.

Preguntamos, por último, ¿por qué los espíritus vienen y se van en momentos dados, y por qué, pasados éstos, no valen ruegos ni súplicas para atraerlos nuevamente? Si sólo por el impulso mental de los asistentes obrase el médium, es evidente que, en circunstancias semejantes, el concurso de todas las voluntades reunidas deberla estimular su perspicacia. Si no cede, pues, al deseo de la reunión, corroborado por su propia voluntad, es porque obedece a una influencia extraña a el y a los que le rodean, y porque aquella influencia demuestra de tal modo su independencia e individualidad.