El Libro de los Espíritus

Allan Kardec

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SIMPATÍAS Y ANTIPATÍAS TERRESTRES


386. Dos seres que se han conocido y amado, ¿pueden volverse a encontrar en una nueva existencia corporal y reconocerse?

«Reconocerse, no, pero sentirse at?aídos el uno al otro, si y a menudo las relaciones íntimas, fundadas en un afecto sincero, no reconocen otra causa. Dos seres son aproximados por circunstancias fortuitas en apariencia; pero que se deben a la atracción de dos espíritus que se buscan por entre la multitud».

-¿No les sería más agradable reconocerse?

«No siempre. El recuerdo de las existencias pasadas tendría inconvenientes más grandes de lo que creéis. Después de la muerte se reconocerán y sabrán el tiempo que han pasado juntos». (392.)

387. ¿La simpatía tiene siempre por principio un conocimiento anterior?

«No. Dos espíritus que se comprenden se buscan naturalmente, sin que como hombres se hayan conocido».

388. Los encuentros que a veces tenemos con ciertas personas, y que se atribuyen a la casualidad, ¿no son efecto de una especie de relaciones simpáticas?

«Existen entre los seres pensadores lazos que vosotros no conocéis aún. El magnetismo es la brújula de esta ciencia que comprenderéis mejor más tarde».

389. ¿De dónde procede la repulsión instintiva que sen-timos por ciertas personas a primera vista?

«Espíritus antipáticos que se comprenden y reconocen sin hablarse».

390. La antipatía instintiva, ¿es siempre una señal de mala índole?

«Dos espíritus no son necesariamente malos; porque no sean simpáticos. La antipatía puede resultar de falta de semejanza en el pensamiento; pero a medida que los espíritus se elevan, se borran las diferencias y desaparece la antipatía».

391. La antipatía entre dos personas, ¿nace primero en aquella cuyo espíritu es más malo, o en la que lo tiene mejor?

«En la una y en la otra; pero las causas y los efectos son diferentes. Un espíritu malo siente antipatía hacia cualquiera que puede juzgarle y descubrirle. Al ver por vez primera una persona, sabe que va a ser contrariado por ella, su desapego se trueca en odio, en celos y le inspira deseos de hacerle mal. El espíritu bueno siente repulsión hacia el malo; porque sabe que no será comprendido y que no participa de los mismos sentimientos. Por fuerte que sea su superioridad, no siente por el otro ni odio ni celos. Se contenta con esquivarlo y compadecerlo».