La
ley del progreso - Lyon, 17 de septiembre de 1862. – Médium, Sr. Émile V…
Nota. —
Esta comunicación fue obtenida durante la sesión general presidida por el señor
Allan Kardec.
Parece, si consideramos a la humanidad en su
estado primitivo y en su estado actual, cuando su primera aparición en la
tierra marcó su punto de partida, y ahora que ha recorrido parte del camino
hacia la perfección, parece, digo, que todo bien, todo progreso, toda
filosofía, en fin, sólo puede nacer de lo que le es contrario.
En efecto, toda formación es producto de una
reacción, así como todo efecto es engendrado por una causa. Todos los fenómenos
morales, todas las formaciones inteligentes, se deben a una perturbación
momentánea de la inteligencia misma. Solamente, en la inteligencia, debemos
considerar dos principios: uno inmutable, esencialmente bueno, eterno como todo
lo que es infinito; la otra temporal, momentánea y que es sólo el agente
empleado para producir la reacción, de la que cada vez surge, el progreso de
los hombres.
El progreso abarca el universo por la
eternidad, y nunca está más extendido que cuando se concentra en cualquier
punto. No podéis considerar con una sola mirada la inmensidad que vive, en consecuencia,
que progresa; pero mira a tu alrededor; que ves ahí.
En ciertas épocas, se puede decir en momentos
previstos, señalados, surge un hombre que abre un nuevo camino, que escarpa las
áridas rocas con las que siempre está sembrado el conocido mundo de la
inteligencia. Este hombre es a menudo el más bajo entre los humildes, entre los
pequeños, y sin embargo penetra en las altas esferas de lo desconocido. Se arma
de valor, porque lo necesita para luchar mano a mano con los prejuicios, con
las costumbres heredadas; lo necesita para superar los obstáculos que la mala fe siembra bajo sus pies, pues
mientras quedan prejuicios que derribar, quedan abusos e interesados en los
abusos; lo necesita, porque debe luchar al mismo tiempo contra las necesidades
materiales de su personalidad, y su victoria, en este caso, es la mejor prueba
de su misión y de su predestinación.
Llegado a este punto donde la luz escapa con
bastante fuerza del círculo del que es el centro, todos los ojos están puestos
en él; asimila todo el principio inteligente y bueno; reforma, regenera el
principio contrario, a pesar de los prejuicios, de la mala fe, a pesar de las
necesidades, llega a su fin, hace pasar un grado a la humanidad, hace saber lo
que no se sabía.
Este hecho ya se ha repetido muchas veces, y
se repetirá muchas veces, antes de que la tierra haya adquirido el grado de
perfección que conviene a su naturaleza. Pero cuantas veces sea necesario, Dios
proveerá la semilla y el arado. Este labrador es cada hombre en particular,
como cada uno de los genios que lo ilustran con una ciencia a menudo
sobrehumana. En todo tiempo han existido estos focos de luz, estos puntos de
reunión, y el deber de todos es acercarse, ayudar y proteger a los apóstoles de
la verdad. Esto es lo que viene a decir nuevamente el Espiritismo.
Apresuraos, pues, todos los que sois hermanos
en la caridad; apúrate, y la felicidad prometida a la perfección te será
concedida mucho antes.
Espíritu protector.