Respuesta
a una pregunta sobre el Espiritismo desde el punto de vista religioso
La siguiente pregunta nos la ha dirigido una
persona de Burdeos, a quien no tenemos el honor de conocer, y a la que hemos
creído necesario responder por la Revista, para instrucción de todos:
“Leo en una de tus obras: “El espiritismo no
se dirige a aquellos que tienen alguna fe religiosa, con el fin de desviarlos
de ella, y a quienes esta fe les basta por su razón y su conciencia, sino a la
numerosa categoría de los inciertos y de los incrédulos, etc.”
¡Oye! ¿porqué no? ¿No debería el Espiritismo,
que es la verdad, dirigirse a todos? ¿A todos los que están en error? Sin
embargo, los que creen en cualquier religión, protestante, judía, católica o
cualquier otra, ¿no se equivocan? Allí están sin duda, ya que las diversas
religiones, que hoy se profesan dan como verdades indiscutibles, y nos obligan
a creer en cosas completamente falsas, o al menos en cosas que pueden provenir
de fuentes verdaderas, pero completamente mal interpretadas. Si se prueba que
las penas son sólo temporales, y Dios sabe que es un pequeño error confundir lo
temporal con lo eterno, que el fuego del infierno es una ficción, y en lugar de
una creación en seis días, son millones de siglos, etc.; si todo esto se
prueba, digo, partiendo de este principio de que la verdad es una, las
creencias a que dio lugar la interpretación tan falsa de estos dogmas no son ni
más ni menos que falsas, pues una cosa es o no es; no hay término medio.
Por qué, entonces, el Espiritismo no debería
dirigirse tanto a los que creen en tonterías, para disuadirlos de ello, ¿cómo a
los que no creen en nada o dudan? Etc.”
Aprovechamos la carta de la que hemos
extraído los pasajes anteriores, para recordar una vez más el fin esencial del
Espiritismo, sobre el cual el autor de esta carta no parece estar completamente
edificado.
Por las pruebas patentes que da de la
existencia del alma y de la vida futura, bases de todas las religiones, es la
negación del materialismo, y por tanto se dirige a los que niegan o dudan. Es
bastante obvio que el que no cree en Dios ni en su alma no es ni católico, ni judío,
ni protestante, cualquiera que sea la religión en que haya nacido, pues ni
siquiera sería mahometano o budista; ahora, por la evidencia de los hechos, se
le hace creer en la vida futura con todas sus consecuencias morales; le
corresponde entonces adoptar el culto que mejor convenga a su razón o a su
conciencia; pero ahí se detiene el papel del Espiritismo; toma las tres cuartas
partes del camino; da el paso más difícil, el de la incredulidad, los demás
hacen el resto.
Pero, el autor de la carta podrá decir, ¿si
no me conviene ningún culto? ¡Y bien! Así que quédate como eres; El Espiritismo
nada puede hacer al respecto; no se compromete a hacerte abrazar un culto a la
fuerza, ni a discutirte el valor intrínseco de los dogmas de cada uno: lo deja
a tu conciencia. Si lo que da el Espiritismo no os basta, buscad, entre todas
las filosofías que existen, una doctrina que satisfaga mejor vuestras
aspiraciones.
Los incrédulos y los escépticos forman una
categoría inmensamente numerosa, y cuando el Espiritismo dice que no se dirige
a aquellos que tienen alguna fe y para quienes esta fe es suficiente, quiere
decir que no se impone a nadie y no viola ninguna conciencia. Dirigiéndose a
los incrédulos, logra convencerlos por los medios que le son propios, por el razonamiento
de que sabe que tiene acceso a su razón, ya que los otros han sido impotentes;
en una palabra, tiene su método, con el que obtiene resultados bastante buenos
todos los días; pero no tiene doctrina secreta; no dice a unos: abre los oídos,
ya otros: ciérralos; habla a todos por medio de sus escritos, y todos son
libres de adoptar o rechazar su manera de ver las cosas. De esta manera, hace
creyentes fervorosos a los que eran incrédulos; eso es todo lo que quiere. A
cualquiera que dijera: “Tengo mi fe y no quiero cambiarla; creo en la eternidad
absoluta del dolor, en las llamas del infierno y en los demonios; hasta sigo
creyendo que es el sol que gira porque la Biblia lo dice, y creo que mi
salvación está a este precio”, responde el Espiritismo: “Guarda tus creencias,
que te convienen; nadie trata de imponerte otras; no me dirijo a ti, ya que no
me quieres; y en esto es fiel a su principio de respetar la libertad de
conciencia. Si hay quienes creen estar en el error, son libres de mirar la luz,
que alumbra para todos; aquellos que creen que tienen razón son libres de mirar
hacia otro lado.
Una vez más, el Espiritismo tiene una meta de
la cual no quiere ni debe desviarse; conoce el camino que debe conducirlo allí,
y lo seguirá sin dejarse engañar por las sugestiones de los impacientes: todo
llega a su tiempo, y querer ir demasiado rápido es muchas veces retroceder en
lugar de avanzar.
Dos palabras más al autor de la carta: Nos
parece que hemos hecho una falsa aplicación de este principio de que la verdad
es una, al concluir que ciertos dogmas, como el de las penas futuras y el de la
creación, han recibido una interpretación mala, todo debe estar mal en la
religión. ¿No vemos todos los días que las mismas ciencias positivas reconocen
ciertos errores de detalle, sin que la ciencia sea radicalmente falsa por ello?
¿No ha estado la Iglesia de acuerdo con la ciencia en ciertas creencias que una
vez hizo artículos de fe? ¿No reconoce hoy la ley del movimiento de la tierra y
la de los períodos geológicos de la creación, que había condenado como
herejías? En cuanto a las llamas del infierno, toda la alta teología está de
acuerdo en reconocer que es una figura, y que por eso debemos entender un fuego
moral y no un fuego material. En varios otros puntos, las doctrinas también son
menos absolutas que antes; de lo cual podemos concluir que un día, cediendo a
la evidencia de los hechos y de las pruebas materiales, comprenderá la
necesidad de una interpretación, en armonía con las leyes de la naturaleza, de
algunos puntos aún controvertidos; porque ninguna creencia puede, de manera
legítima o racional, prevalecer contra estas leyes. Dios no puede contradecirse
estableciendo dogmas contrarios a sus leyes eternas e inmutables, y el hombre
no puede pretender ponerse por encima de Dios decretando la nulidad de estas
leyes. Ahora bien, la Iglesia, que ha comprendido esta verdad para ciertas
cosas, la comprenderá también para otras, especialmente en lo que se refiere al
Espiritismo, fundado en todos los aspectos sobre las leyes de la naturaleza,
todavía mal comprendidas, pero que comprendemos cada día mejor.
Por lo tanto, no debemos apresurarnos a
rechazar un todo, porque ciertas partes son oscuras o defectuosas, y creemos
útil, a este respecto, recordar la fábula de: El Mono hembra, el Mono macho y
la Nuez.