PENAS ETERNAS: Los Espíritus superiores nos enseñan que sólo el bien es eterno, porque es la
esencia de Dios, y que el mal, por cruento que sea, tiene fin. Por una consecuencia de este principio,
combaten la doctrina de la eternidad de las penas corno contraría a la idea que Dios nos da de su justicia y de
su bondad. Pero la luz no se hace para los Espíritus que en razón de su bondad y elevación, no necesitan de
ella; sino para aquellos otros que gravitan aún en los rangos inferiores cuyas ideas les obscurece materia. El
porvenir, para estos tales está cubierto con denso velo; no ven sino el presente: están en la situación del
hombre que asciende por una montaña, de la que no ve la cima, porque la niebla se extiende sobre su cabeza,
ni ve la base, porque lo altibajos del terreno limitan su visión. Para descubrir todo el horizonte y poder juzgar
del camino recorrido y del que falta recorrer, precisa llegar a la cumbre. Los Espíritus imperfectos no
perciben el término de sus sufrimientos; creen que han de sufrir siempre, y este pensamiento es otro castigo
para ellos. Si, pues, ciertos Espíritus nos hablan de penas eternas, es porque, por su propia inferioridad y por
lo que sufren, creen en ellas.