Del local
No hay tampoco lugar fatídico para las comunicaciones espiritas: se debe evitar, eso así, aquellos que estén preparados para herir la imaginación. Los buenos Espíritus acuden doquiera que un corazón puro les llame para practicar el bien, y los malos no tienen otra predilección que la de la simpatía. Los lugares tétricos tienen más influencia sobre nuestra imaginación que sobre los Espíritus; y la experiencia demuestra que éstos acuden de igual modo a la habitación más vulgar, carente de todo aparato diabólico, que a las tumbas más suntuosas o a las capillas en ruina, e igual a la luz del sol que a la claridad de la luna.
Si la elección del local es indiferente, no lo es el cambio de local sin necesidad. El fluido vital, del que cada Espíritu, encarnado o errante, es, en cierta medida, un foco, irradia en torno suyo por el pensamiento. Esto sentado, se concibe que en todo local habitual, debe haber una acumulación de ese fluido, formando, por decirlo así, una atmósfera moral con la que los Espíritus se identifican. Un local exclusivamente consagrado a tales prácticas, que no fuera profanado, si se nos permite expresarnos así, por preocupaciones vulgares, sería preferible, porque sería un verdadero santuario donde los malos Espíritus no tendrían entrada, porque los elementos de la atmósfera moral no se prestarían a sus banalidades.
La mejor disposición material, es aquella que resulte mas cómoda y que proporcione menos motivos de desagrado y de distracción. En el decorado, es útil todo lo que sirve para elevar el pensamiento y recordar el fin que se persigue; pero es absurda y peligrosa la decoración compuesta de grimorios, por las ideas supersticiosas que necesariamente despierta. Repetimos aquí lo que antes dijimos acerca de las horas: los Espíritus que recomendaran tales cosas, o prácticas místicas de cualquier clase, revelarían, por ello sólo, que eran Espíritus inferiores, que trataban de divertirse a costa de nuestra credulidad, y que, lo más probable, se hallaban aún bajo el imperio de las ideas falsas que acariciaron en la vida. Lo hemos dicho y no nos cansaremos de repetirlo: Para los Espíritus superiores, el pensamiento es todo, y la forma, nada. Es por los buenos sentimientos por lo que se les atrae; no por vanas fórmulas. Aquellos que dan importancia a las cosas materiales, prueban con eso mismo, que están aún bajo la influencia de la materia. Si en algún tiempo, la evolución estuvo rodeada de misterio y de símbolos, fue porque se trató de ocultarla al vulgo y de adquirir prestigio a los ojos de los ignorantes; hoy la luz se ha hecho para todo el mundo, y es en vano que se la quiera esconder bajo el celemín.
Todo lo que hemos dicho de las reuniones en que se evoca, es aplicable, naturalmente, a las sesiones individuales. Esta es la razón por la que no les dedicamos un párrafo especial. Lo mismo ocurrirá en todo lo que nos resta examinar. Hemos tomado como tipo las reuniones, porque son las que encierran las condiciones más complejas, de las que cada cual podrá hacer aplicación de lo conveniente a su caso particular. Añadiremos aún, que las reuniones, cuando se celebran en buenas condiciones, tienen la ventaja de que muchas personas unidas por un pensamiento común, tienen más fuerza de atracción para los buenos Espíritus, que aman encontrarse en un medio simpático donde pueden irradiar la luz de su enseñanza. Hay circunstancias, empero, en que prefieren, y aun prescriben, la comunicación aislada, y en este caso, lo mejor que se puede hacer, es acomodarse a su deseo.