MANUAL PRÁCTICO DE LAS MANIFESTACIONES ESPIRITISTAS

Allan Kardec

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Las manifestaciones aparentes más comunes tienen lugar durante el sueño, por los ensueños: son las visiones. Los en sueños no han sido nunca explicados por la ciencia: cree haberlo dicho todo atribuyéndolos a un efecto ce la imaginación; pero no nos dice que es la imaginación ni como produce estas imágenes tan claras y tan límpidas que se nos presentan algunas veces. Eso es explicar una cosa desconocida por otra que no lo es menos: la incógnita queda en pie. Es, se dice, un recuerdo de las preocupaciones de la vigilia, y aun admitiendo esta solución, que no es simple, sino compleja, quedaría por saber cual es el espejo mágico que conserva de ese modo la impresión de las cosas, y, sobre todo, cómo explicar las visiones de cosas reales que no se han visto nunca en el estado de vigilia, y ni siquiera se ha pensado en ellas. El Espiritismo, solamente, podía darnos la clave de ese fenómeno extraño, que pasa inadvertido, a causa de su misma vulgaridad, como todas las maravillas de la naturaleza que hollamos con nuestros pies. No puede entrar en nuestros cálculos examinar todas las particularidades que pueden presentar los sueños; las resumimos diciendo que pueden ser una visión actual de cosas presentes o ausentes, una visión retrospectiva del pasado, y, en algunos casos excepcionales, un presentimiento del porvenir. También son, con frecuencia, cuadros alegóricos que los Espíritus hacen pasar ante nuestros ojos para darnos útiles advertencias y saludables consejos, si ellos son buenos, o para inducirnos a error y halagar nuestras pasiones, si ellos son imperfectos.

Las personas que vemos en sueños, son, pues, verdaderas visiones: si soñamos con más frecuencia con aquellas que ocupan amaestro pensamiento, es porque el pensamiento es un modo de evocación y por ella atraemos al Espíritu de aquellas personas, estén vivas o muertas.

Nos parecería insultar al buen sentido de nuestros lectores refutando todo lo que hay de absurdo y de ridículo en estos manuales que suelen llevar por título o tiene como objeto, la interpretación de los sueños.

Las apariciones propiamente dichas tienen lugar en el estado de vigilia, cuando se goza de 1a plenitud y entera libertad de las facultades. Este, sin ninguna duda, es el género de manifestaciones más propia para excitar la curiosidad: pero es también el menos fácil de obtener. Los Espíritus pueden manifestarse ostensiblemente de diferentes maneras. Algunas veces es bajo forma de llamas o de fulgores más o menos brillantes que no tienen analogía, ni por su aspecto, ni por Las circunstancias en que se producen, con los fuegos fatuos ni con otros fenómenos físicos, cuya causa está perfectamente demostrada. Otras veces toman rasgos de una persona, conocida o no, sobre cuya individualidad cabe la ilusión, según las ideas de que cada uno este imbuido. En este caso, es una imagen vaporosa, etérea, para la que no ofrecen ningún obstáculo los cuerpos sólidos. Los hechos de este género son muy numerosos pero antes de atribuirlos a la ilusión o a la superchería, hay que tener en cuenta las circunstancias en que se han producido y la posición y el carácter del narrador; esto último sobre todo.

En ciertos casos, la aparición se hace tangible, esto es: adquiere momentáneamente, bajo el imperio de ciertas circunstancias, las propiedades de la materia sólida. Entonces no es por los ojos, sino por el tacto, por el que se comprueba su realidad. Si se puede atribuir a la ilusión, o a una especie de fascinación, la aparición simplemente visual, la duda no cabe cuando se la puede tocar, palpar. aprehender, o cuando es la aparición la que toca, acaricia, aprisiona o zarandea al observador.