EL CIELO Y EL INFIERNO o La Justicia Divina según el Espiritismo

Allan Kardec

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3. Si la ley de Moisés debe observarse rigurosamente sobre este punto, debe serlo igualmente sobre todos los otros: ¿Por qué había de ser buena en lo que concierne a las evocaciones, y mala sobre otros puntos? Es preciso ser consecuente: si se reconoce que su ley no está en armonía con nuestras costumbres y nuestra época para ciertas cosas, no hay razón para que no sea así en la prohibición de que se trata.


Por otra parte, es necesario atender a los motivos que provocaron esta prohibición, motivos que tenían entonces su razón de ser, pero que no existen seguramente hoy. El legislador hebreo quería que su pueblo rompiese con todas las costumbres adquiridas en Egipto, donde la de las evocaciones estaba en uso, y era objeto de abusos como lo prueban estas palabras de Isaías: “El espíritu de Egipto se aniquilará en ella, y yo derribaré su prudencia. Consultarán sus ídolos, sus adivinos, sus pitonisas y sus magos'. (cap. XIX, v. 3).

Además, los israelitas no debían contraer ninguna alianza con las naciones extranjeras, pues iban a encontrar las mismas prácticas que adoptarían, a pesar de que debían combatirlas. Moisés debió, pues, por política, inspirar al pueblo hebreo aversión a todas las costumbres que por tener puntos de contacto, se las hubiera asimilado. Para motivar esta aversión, era menester presentarlas como reprobadas por Dios mismo. Por esto dice: “El Señor tiene en abominación todas estas cosas y destruirá vuestra llegada las naciones que cometen estos crímenes.”