5. Hay otra doctrina que asegura no ser materialista, porque admite la existencia de un
principio inteligente fuera de la materia: es la de la absorción en el todo universal. Según esta
doctrina, cada individuo se apropia desde su nacimiento una partícula de este principio, que
constituye su alma, y le da la vida, la inteligencia y el sentimiento. A la muerte, ese alma
vuelve al centro común y se pierde en el infinito, como una gota de agua en el océano.
Esta doctrina, sin duda alguna, es preferible al materialismo puro, puesto que admite algo, y
el otro no admite nada. Pero las consecuencias son exactamente las mismas. Que el hombre sea
sumido en la nada o en un depósito común, es igual para él. Si en el primer caso está destruido, en
el segundo pierde su individualidad, esto es, como si no existiera. Las relaciones sociales quedan
destruidas, lo esencial para él es la conservación de su yo. Sin esto, ¿qué importa ser o no ser? El
porvenir para él es siempre nulo, y la vida presente es lo único que le preocupa e interesa. Desde el
punto de vista de sus consecuencias morales, esta doctrina es tan malsana, tan desconsoladora, tan
excitante del egoísmo como el materialismo puro.