EL CIELO Y EL INFIERNO o La Justicia Divina según el Espiritismo

Allan Kardec

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23. La creencia es un acto del entendimiento, por cuya razón no puede imponerse. Si bien durante un cierto período de la Humanidad el dogma de la eternidad de las penas ha podido ser inofensivo y aun saludable, llega un momento en que viene a ser peligroso. En efecto, desde el instante en que se impone como verdad absoluta la razón lo rechaza, resulta necesariamente una de estas dos cosas: o el hombre que quiere creer se forma una creencia más racional, en cuyo caso se separa de vosotros, o bien no cree en nada. Es evidente, para todo aquel que haya estudiado la cuestión fríamente, que en nuestros días el dogma de la eternidad de las penas ha hecho más materialistas y ateos que filósofos.


Las ideas siguen un curso incesantemente progresivo. No se puede gobernar a los hombres sino siguiendo este curso. Querer detenerlo, o hacerle retroceder, o simplemente pararse en su carrera, es perderse. Seguir o no seguir este motivo es una cuestión de vida o de muerte para las religiones, así como para los gobiernos. ¿Esto es un bien o es un mal? Seguramente es un mal a los ojos de aquellos que, viviendo a expensas de lo pasado, ven que se les escapa. Para los que ven el porvenir, es la ley del progreso, que es la misma ley de Dios, y contra las leyes de Dios toda resistencia es inútil. Luchar contra su voluntad es anonadarse.


¿Por qué, pues, querer sostener a la fuerza una creencia que cae en desuso, y que en definitiva hace más mal que bien a la religión? ¡Ay! Triste es tener que afirmar que la cuestión material domina en este caso a la cuestión religiosa. Esta creencia ha sido extensamente explotada con la idea errónea de que con dinero podía hacerse abrir las puertas del cielo y preservarse del infierno. Las sumas que ha producido, y produce todavía, son incalculables. Es el impuesto provisional sobre el miedo de la eternidad. Siguiendo facultativo este impuesto, el producto es proporcionado a la creencia. Si la creencia no existe, el producto es nulo. El niño da de buena gana la golosina al que le promete espantar al duende. Pero cuando el niño no cree en el duende, guarda la golosina.