6. La doctrina de los demonios tiene, pues, su origen en la antigua creencia de los principios del bien y del mal. No vamos a examinarla aquí sino bajo el punto de vista cristiano, y para ver si está en relación con el conocimiento más exacto que tenemos hoy de los atributos de la Divinidad.
Estos atributos son el punto de partida, la base de todas las doctrinas religiones: los dogmas, el culto, las ceremonias, los usos, la moral, todo está en relación con la idea más o menos exacta, más o menos elevada que se tiene de Dios, desde el fetichismo hasta el cristianismo. Si la esencia íntima de Dios es aún un misterio para nuestra inteligencia, nosotros, sin embargo, lo comprendemos mejor que no lo ha sido jamás, gracias a las doctrinas de Cristo. El cristianismo, conforme en esto con la razón, nos declara que:
Dios es único, eterno, inmutable, inmaterial, todopoderoso, soberanamente justo y bueno, infinito en todas sus perfecciones.
Lo hemos dicho en otra parte (Cáp. VII. “Penas eternas”). Si se quitara la más pequeña parte de uno solo de los atributos de Dios, no sería Dios, porque podría existir un ser más perfecto. Estos atributos, en su plenitud más absoluta, son, en el criterio de todas las religiones, la medida de la verdad de cada uno de los principios que enseñan. Para que uno de estos principios sea verdadero, es preciso que no ataque a ninguna de las perfecciones de Dios. Veamos si sucede lo mismo con la doctrina vulgar de los demonios.