EL CIELO Y EL INFIERNO o La Justicia Divina según el Espiritismo

Allan Kardec

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1. En todos los tiempos el hombre ha creído, por intuición, que la vida futura debía ser dichosa o desgraciada, en proporción al bien o al mal que hizo en la Tierra. La idea o cuadro que de ella se forma está en relación con el desarrollo de su sentido moral y de las nociones más o menos exactas que tiene del bien y del mal; las penas y los premios son el reflejo de los instintos predominantes. Así es que los pueblos guerreros colocan la suprema felicidad en los honores tributados al valor; los pueblos cazadores, en la abundancia de la caza; los pueblos sensuales, en las delicias de la voluptuosidad. Mientras el hombre está dominado por la materia, sólo puede comprender de una manera imperfecta la espiritualidad, y por eso se crea, de las penas y goces futuros, un cuadro más material. Se figura que debe uno beber y comer en el otro mundo, pero mejor que la Tierra y cosas mejores. (1) Más tarde se encuentra en las creencias respecto al porvenir una mezcla de espiritualidad y de materialidad, y por eso es que al lado de la beatitud contemplativa, se coloca un infierno con tormentos físicos.


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(1). Un subyugado, a quien el cura de su aldea pintaba la vida futura de un modo seductor y atractivo, le preguntó si allí todo el mundo comía pan blanco como en París.