EL CIELO Y EL INFIERNO o La Justicia Divina según el Espiritismo

Allan Kardec

Volver al menú
Lisbeth

Burdeos, 13 de febrero de 1863


Un espíritu que sufre se inscribe bajo el nombre de Lisbeth.


1. ¿Queréis darnos algunos detalles sobre vuestra situación y la causa de vuestros sufrimientos? R. Sé humilde de corazón, sumiso a la voluntad de Dios, paciente en las pruebas, caritativo para el pobre, alentador del débil, ardiente de corazón para todos los sufrimientos, y no sufrirás los tormentos que yo sufro.


2. Si las faltas opuestas a las cualidades que manifestáis os han arrastrado, parece que las debéis sentir. ¿Os alivia, acaso, vuestro arrepentimiento? R. No, el arrepentimiento es estéril cuando no es más que la consecuencia del sufrimiento. El arrepentimiento productivo es aquel que tiene por base el sentimiento de haber ofendido a Dios y el ardiente deseo de reparar. Desgraciadamente no estoy todavía en este estado. Encomendadme a las oraciones de todos los que se consagran a los sufrimientos. Tengo necesidad de ellas.


Ésta es una gran verdad: el sufrimiento arranca a veces un grito de arrepentimiento, pero no es la expresión sincera del pesar del espíritu por haber hecho mal, porque si el espíritu no sufriese estaría dispuesto a volver a empezar sus faltas. He ahí por qué el arrepentimiento no trae siempre la libertad inmediata del espíritu. Dispone a ella, esto es todo, pero le es necesario probar la sinceridad y la solidez de sus resoluciones por nuevas pruebas, que son la reparación del mal que ha hecho. Si se meditan con cuidado todos los ejemplos que citamos, se encontrará en las palabras, incluso de los espíritus más inferiores, serios objetos de instrucción, porqué nos inician en los detalles más íntimos de la vida espiritual. Mientras que el hombre superficial no verá en estos ejemplos más que relaciones más o menos pintorescas, el hombre formal y reflexivo encontrará en ellos una fuente abundante de estudios.


3. Haré lo que deseáis. ¿Queréis darme algunos detalles sobre vuestra última existencia? Puede resultar de ésta una enseñanza útil para nosotros, y de este modo haréis vuestro arrepentimiento productivo.


(El espíritu manifiesta gran indecisión en responder a esta pregunta, y a algunas de las siguientes.)


R. Nací en una condición muy elevada. Tenía todo lo que los hombres miran como la fuente de la felicidad. Rica, he sido egoísta; bella, he sido coqueta, indiferente y mentirosa; noble, he sido ambiciosa. He confundido con mi poder a los que se prosternaban ante mí, y también pisoteaba a los que se ponían bajo mis pies, sin pensar que la justicia del Señor aniquila del mismo modo, tarde o temprano, las frentes más erguidas.


4. ¿En qué época vivíais? R. Hace ciento cincuenta años, en Prusia.


5. ¿Desde este tiempo no habéis hecho ningún progreso como espíritu? R. No, la materia se rebela siempre. Tú no puedes comprender la influencia que aún ejerce, a pesar de la separación del cuerpo y del espíritu. El orgullo le enlaza con cadenas de metal cuyos anillos le aprietan más y más alrededor del miserable que le abandona su corazón. ¡El orgullo! ¡Esta hidra de cien cabezas siempre renaciente, que sabe modular sus silbidos envenenados de tal modo, que se les toma por una música celeste! ¡El orgullo! ¡Este demonio múltiple que se doblega a todas las aberraciones de vuestro espíritu, que se oculta en los pliegues de vuestro corazón, penetra en vuestras venas, os envuelve, os absorbe y os arrastra consigo a las tinieblas del infierno eterno!... ¡Sí, eterno!


El espíritu declara que no ha hecho ningún progreso, sin duda porque su situación es siempre penosa. Pero la manera como describe el orgullo y deplora sus consecuencias, es incontestablemente un progreso, porque de seguro que ni en su vida, ni poco después de su muerte, habría podido raciocinar así. Comprende el mal, lo que ya es algo. El valor y la voluntad de evitarlo le vendrán después.


6. Dios es muy bueno para que condene a sus criaturas a penas eternas, esperad en su misericordia. R. ¡Puede haber en ello un término, se dice, pero no sé dónde! ¡Lo busco desde hace mucho tiempo y no veo más que sufrimiento eterno! ¡Siempre sufriendo, siempre!


7. ¿Cómo habéis venido aquí hoy? R. Un espíritu, que me sigue muchas veces, me ha conducido aquí. P. ¿Desde cuándo veis a este espíritu? R. No hace mucho. P. ¿Y desde cuándo os dais cuenta de las faltas que habéis cometido? (Después de una larga reflexión.) R. Sí, tienes razón. Entonces fue cuando le vi.


8. ¿No comprendéis ahora la relación que hay entre vuestro arrepentimiento y la ayuda visible que os presta vuestro espíritu protector? Ved como origen de este apoyo el amor de Dios, y como fin su perdón y su misericordia infinita. R. ¡Oh! ¡Cuánto lo desearía! P. Creo poder prometéroslo en el nombre sagrado de aquel que no ha sido jamás sordo a la voz de sus hijos afligidos. Llamadle desde el fondo de vuestro arrepentimiento. Él os oirá. R. No puedo, tengo miedo.


9. Oremos juntos, Él nos oirá. (Después de la oración.) P. ¿Estas aún ahí? R. Sí, ¡gracias! ¡No me olvides!


10. Venid aquí a inscribiros todos los días. R. Sí, sí, volveré siempre.


El guía del médium.


“No olvides jamás las enseñanzas que adquieres en los sufrimientos de tus protegidos, y sobre todo en las causas de estos sufrimientos. Que sirvan a todos de enseñanza para preservaros de los mismos peligros y de los mismos castigos.


“Purificad vuestros corazones, sed humildes, amaos, ayudaos y que vuestro corazón reconocido no olvide jamás la fuente de todas las gracias, fuente inagotable donde cada uno de vosotros puede beber con abundancia. Fuente de agua viva que apaga la sed y nutre a la vez. Fuente de vida y de dicha eternas. Id a ella, mis muy amados, bebed con fe, echad vuestras redes, y saldrán de las olas cenagosas cargadas de bendiciones. Dad parte a vuestros hermanos, advirtiéndoles los peligros que pueden encontrar. Derramad las bendiciones del Señor. Ellas renacen sin cesar, cuanto más las vertáis alrededor de vosotros, más se multiplicarán. Las tenéis en vuestras manos, porque diciendo a vuestros hermanos «allí están los escollos, seguidnos para evitarlos, imitadnos, nosotros os damos el ejemplo», derramaréis las bendiciones del Señor sobre los que os escuchen.


“Benditos sean vuestros esfuerzos, mis muy amados. El Señor ama los corazones puros. Mereced su amor.”

San Paulino