EL CIELO Y EL INFIERNO o La Justicia Divina según el Espiritismo

Allan Kardec

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10. La respuesta a la primera objeción se encuentra en el pasaje siguiente: “La escritura y la tradición dan el nombre del cielo al lugar en que los ángeles habían sido colocados en el momento de su creación. Pero éste no era el cielo de los cielos, el cielo de la visión beatífica, donde Dios se muestra a sus elegidos cara a cara, y donde sus elegidos le contemplan sin esfuerzos y sin obstáculos, porque allí no hay peligro ni posibilidad de pecar. La tentación y la flaqueza son desconocidas, la justicia, la alegría y la paz reinan con una inmutable seguridad. La santidad y la gloria no pueden perderse. Ésta era, pues, una región celeste, una esfera luminosa y afortunada donde estas nobles criaturas, tan favorecidas con las comunicaciones divinas, debían recibirlas y adherirse a ellas por humildad de la fe antes de ser admitidas para ver claramente la realidad en la misma esencia de Dios.”


Resulta de lo que precede que los ángeles que han faltado pertenecen a una categoría menos elevada, menos perfecta, y que no habían alcanzado todavía el lugar supremo donde la falta es imposible. Admitido, pero en este caso tenemos una contradicción manifiesta, porque se ha dicho más arriba que. “Dios los había hecho en todo semejantes a los espíritus sublimes, que confundidos en todos sus órdenes y mezclados entre sus filas, tenían el mismo fin y el mismo destino, que su jefe era el más hermoso de los ángeles.” Si en todo fueron hechos semejantes a los ángeles, no eran de una naturaleza inferior. Si estaban mezclados en todas sus filas, no estaban en el lugar especial. De este modo la objeción subsiste por completo.