EL CIELO Y EL INFIERNO o La Justicia Divina según el Espiritismo

Allan Kardec

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11. Sólo un ser infinito puede hacer alguna cosa infinita. El hombre, siendo limitado en sus virtudes, sus conocimientos, en su potencia, en sus aptitudes, en su existencia terrestre, no puede producir sino cosas limitadas.


Si el hombre pudiera ser infinito en el mal que hace, lo sería igualmente en el bien que hace, y entonces sería igual a Dios. Pero si el hombre fuera infinito en lo que hace de bueno, no haría mal, porque el bien absoluto es la exclusión de todo mal.


Admitiendo que una ofensa temporal hacia la Divinidad pudiese ser infinita, Dios, vengándose de ella con un castigo infinito, sería infinitamente vengativo. Si fuera infinitamente vengativo, no podría ser infinitamente bueno y misericordioso, porque uno de estos atributos es la negación del otro. Si no fuera infinitamente bueno, no sería perfecto. Y si no fuese perfecto, no sería Dios.


Si Dios es inexorable para con el culpable arrepentido, no es misericordioso. Si no es misericordioso, no es infinitamente bueno.


¿Por qué impondría Dios al hombre como ley el perdón, si Él mismo no sabe perdonar? ¡Resultaría de esto que el hombre que perdona a sus enemigos y les devuelve bien por mal, sería mejor que Dios, que se hace sordo al arrepentimiento de aquel que le ha ofendido, y le niega, eternamente, el más ligero alivio.


Dios, que está en todas partes y lo ve todo, debe ver los tormentos de los condenados. Si es insensible a sus gemidos durante la eternidad, eternamente está falto de piedad. Si no tiene piedad, no es infinitamente bueno.