Revista Espírita - Periódico de Estudios Psicológicos - 1860

Allan Kardec

Volver al menú
Médium: Sr. Pêcheur

Amigo mío, ¿no sabéis que todo hombre que camina en la senda del progreso, tiene siempre contra sí la ignorancia y la envidia? El polvo levantado por vuestros pasos suscita envidia. Vuestras ideas dejan alterados a ciertos hombres, porque no comprenden o porque sofocan por orgullo la voz de la conciencia que les grita: Lo que rechazas, tu juez te hará recordar un día; es una mano que Dios te tiende para sacarte del lodazal donde te han arrojado tus pasiones. Escucha por un instante la voz de la razón; piensa que vives en el siglo del dinero, donde el yo domina; que el amor a las riquezas seca tu corazón, dejando la conciencia pesada con muchas faltas e incluso con crímenes que tendrás que confesar. Hombres sin fe, que os decís hábiles: vuestra habilidad os llevará al naufragio; ninguna mano os será tendida; os hicisteis los sordos para con la desgracia de los otros, y seréis tragados sin que una lágrima se derrame por vosotros. ¡Deteneos! Aún hay tiempo; que el arrepentimiento penetre en vuestros corazones; que el mismo sea sincero, y Dios os perdonará. Buscad al desdichado que no osa quejarse y que la miseria mata lentamente; y el pobre que hubiereis ayudado incluirá vuestro nombre en sus oraciones; bendecirá la mano que quizá haya salvado a su hija del hambre que mata y de la vergüenza que deshonra. Infelices de vosotros si os hacéis los sordos a su voz. Dios os ha dicho por la boca sagrada del Cristo: Ama a tu hermano como a ti mismo. ¿No os ha dado la razón para juzgar el bien y el mal? ¿No os ha dado un corazón para compadeceros de los sufrimientos de vuestros semejantes? ¿No sentís que al sofocar vuestra conciencia, sofocáis la voz del progreso y de la caridad? ¿No sentís que apenas arrastráis un cuerpo vacío, y que nada más palpita en vuestro pecho, lo que vuelve incierta vuestra marcha? Porque huisteis de la luz y vuestros ojos se volvieron de carne, las tinieblas que os rodean os agitan y os causan temor; buscáis salir –pero demasiado tarde– de ese camino que se destruye bajo vuestros pies; el miedo, que no podéis definir, os vuelve supersticiosos. Aparentáis que sois un hombre caritativo; sin embargo, esperando rescatar vuestra vida de egoísta, dais la moneda que el temor os arranca, pero Dios sabe lo que os lleva a actuar así: no podéis engañarlo. Vuestra existencia se extinguirá sin esperanza, y no podréis prolongarla ni un solo día; se ha de extinguir a pesar de vuestras riquezas, que vuestros hijos codician por anticipado, porque les habéis dado el ejemplo; al igual que vos, ellos tienen solamente un deseo: el del oro, único sueño de felicidad para ellos. Y cuando suene esta hora de justicia, os será necesario comparecer ante el Juez Supremo que habéis despreciado.

Tu hija