Revista Espírita - Periódico de Estudios Psicológicos - 1860

Allan Kardec

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Disertaciones espíritas

Primeras impresiones de un Espíritu
(Médium: Sra. de Costel)

Os hablaré del extraño cambio que se opera en el Espíritu después de su liberación; él se evapora de los despojos que abandona, como una llama que se desprende del foco que la ha producido; luego sucede una gran turbación, y esta duda extraña surge: ¿estoy vivo o muerto? La ausencia de las sensaciones comunes producidas por el cuerpo causa sorpresa e inmoviliza, por así decirlo; como un hombre acostumbrado a llevar un fardo pesado, nuestra alma, aliviada de repente, no sabe qué hacer con su libertad. Después, el espacio infinito; las maravillas innumerables de los astros que se suceden en un ritmo armonioso; los Espíritus solícitos que flotan en el aire y que emanan una luz sutil que parece atravesarlos; el sentimiento de libertad que inunda de repente; la necesidad de lanzarse también al espacio, como pájaros que quieren probar sus alas: he aquí las primeras impresiones que sentimos. No puedo revelaros todas las fases de esta existencia; sólo agregaré que, tan pronto como pasa su deslumbramiento, el alma anhela lanzarse y subir más alto hacia las regiones de lo verdaderamente bello y bueno, y este deseo es el tormento de los Espíritus sedientos del infinito. Como la crisálida, esperan despojarse de su piel y sienten que surgen las alas que los llevarán hacia el bendito azul radiante; pero retenidos aún por los lazos del pecado, precisan planear entre el Cielo y la Tierra, no perteneciendo a ninguno de los dos. ¡Qué son todas las aspiraciones terrenas, comparadas al ardor no saciado del ser que ha entrevisto el velo de la eternidad! Soportad mucho, pues, a fin de llegar depurados entre nosotros; el Espiritismo os ayudará, porque es una obra bendita; Él une entre sí a los Espíritus encarnados y desencarnados, formando los eslabones de una cadena invisible que lleva hacia Dios.

DELPHINE DE GIRARDIN
Los huérfanos
(Médium: Sra. Schmidt)

Hermanos míos, amad a los huérfanos; ¡si supierais cuán triste es estar solo y abandonado, sobre todo en la infancia! Dios permite que haya huérfanos para exhortarnos a servirles de padres. ¡Qué divina caridad es ayudar a una pobre criatura desamparada, impedir que padezca hambre y frío, y orientar su alma para que no se pierda en el vicio! Quien tiende la mano a un niño abandonado es grato a Dios, porque comprende y practica su ley. Pensad también que, muchas veces, el niño al que socorréis es alguien a quien habéis amado en otra existencia, y si pudieseis recordarlo, ese socorro ya no sería caridad sino una obligación. Así pues, amigos míos, todo ser que sufre es vuestro hermano y tiene derecho a vuestra caridad, no a esa caridad que hiere el corazón, no a esa limosna que quema la mano del que la recibe, porque vuestros óbolos son frecuentemente muy amargos. ¡Cuántas veces serían rechazados, si no fuera porque la enfermedad y el hambre los están esperando en el desván donde se refugian! Dad con delicadeza; sumad a esto el beneficio más precioso de todos: una buena palabra, una caricia, una sonrisa de amigo. Evitad ese tono de piedad y de protección que equivale a hurgar el cuchillo en el corazón que sangra, y pensad que al hacer el bien estáis trabajando por vosotros mismos y por los vuestros.

JULES MORIN

Nota – El Espíritu que firma esta disertación es completamente desconocido; podemos ver por la comunicación precedente, y por muchas otras del mismo género, que no siempre es necesario un nombre ilustre para obtener bellas cosas. Es una puerilidad apegarse al nombre; es preciso aceptar el bien, venga de donde venga; además, el número de nombres ilustres es muy limitado; el de los Espíritus es infinito. Entonces, ¿por qué no habría también los que son capacitados entre aquellos que no son conocidos? Hacemos esta reflexión porque hay personas que creen que no se puede obtener nada de sublime, a no ser evocando a celebridades; todos los días la experiencia prueba lo contrario, y nos muestra que se puede aprender algo con todos los Espíritus, desde que sepamos aprovechar las oportunidades.

De un hermano muerto para su hermana viva
(Médium: Sra. Schmidt)

Hermana mía, tú no sueles evocarme; esto no me impide venir a verte todos los días. Conozco tus aflicciones; tu vida es penosa –bien lo sé–, pero es necesario enfrentar el destino, que no siempre es alegre. Sin embargo, algunas veces hay un alivio en las penas; por ejemplo, aquel que hace el bien a costa de su propia felicidad puede, por sí mismo y por los otros, desviar el rigor de muchas pruebas.

En este mundo es raro ver que se haga el bien con esa abnegación; sin duda es difícil, pero no imposible, y los que tienen esa sublime virtud son verdaderamente los elegidos del Señor. Si nos diéramos cuenta de esa pobre peregrinación en la Tierra, comprenderíamos esto. Pero no es así: los hombres se apegan a los bienes materiales como si debiesen permanecer siempre en su exilio. No obstante, el sentido común y la más simple lógica demuestran todos los días que aquí somos sólo aves de paso, y que aquellos que tienen menos plumas en sus alas son los que llegan más rápido.

Buena hermana mía, ¿para qué le sirve al rico todo ese lujo, todo ese superfluo? Mañana él será despojado de todos esos vanos oropeles, para descender en la tumba, adonde no llevará nada. Es cierto que hizo un bonito viaje; nada le faltó, no sabía más qué desear y sorbió hasta el fin los deleites de la vida; en su delirio, también es cierto que algunas veces arrojó riendo una limosna a las manos de su hermano; pero, para esto, ¿retiró un pedazo de su boca? No, porque no se privó de un solo placer, de una única fantasía. Sin embargo, ese mismo hermano es un hijo de Dios, nuestro Padre en común, a que todo pertenece. Hermana mía, ¿comprendes que un buen padre no ha de desheredar a uno de sus hijos para enriquecer al otro? He aquí por qué ha de recompensar al que se privó de su parte en esta vida.

Así pues, aquellos que se creen desheredados, abandonados y olvidados llegarán en breve a buen puerto, donde reinan la justicia y la felicidad. ¡Pero infelices de aquellos que hicieron mal uso de los bienes que nuestro Padre les confió! ¡Infeliz también el hombre dotado del don tan precioso de la inteligencia, si de la misma abusó! Créeme, Marie, cuando se tiene la certeza de Dios, no hay nada en la Tierra que se pueda envidiar, a no ser la gracia de practicar sus leyes.

TU HERMANO WILHELM
El Cristianismo
(Médium: Sr. Didier Hijo)

Lo que se debe observar en el Espiritismo es la moral cristiana. Desde hace siglos han habido muchas religiones, muchos cismas y muchas supuestas verdades; y todo lo que fue levantado fuera del Cristianismo ha caído, porque el Espíritu Santo no lo animaba. El Cristo resume lo que la moral más pura y más divina enseña al hombre en lo que atañe a sus deberes en esta vida y en la otra. La antigüedad, en lo que tiene de más sublime, es pobre ante esa moral tan rica y tan fértil. La aureola de Platón se pone pálida ante la del Cristo, y la copa de Sócrates es muy pequeña delante del inmenso cáliz del Hijo del Hombre. ¡Oh, Sesostris!, déspota del poderoso Egipto, ¿eres tú que puedes compararte, desde lo alto de tus pirámides colosales, con el Cristo que ha nacido en un pesebre? ¿Eres tú, Solón? ¿Eres tú, Licurgo, cuya ley bárbara condenaba a los niños con malformación, que te puedes comparar con Aquel que ha dicho cara a cara con el orgullo: «Dejad que los niños vengan a mí»? ¿Sois vosotros, sagrados pontífices del piadoso Numa, cuya moral quería la muerte en vida de las vestales culpables, que os podéis comparar con Aquel que ha dicho a la mujer adúltera: «Vete, y en adelante no peques más»? No, no más con esos misterios tenebrosos que practicabais, ¡oh, antiguos sacerdotes! No más con esos misterios cristianos que son la base de esta religión sublime que se llama Cristianismo. Inclinaos ante Él, todos vosotros, legisladores y sacerdotes humanos; inclinaos, porque ha sido el propio Dios que ha hablado por la boca de ese ser privilegiado que se llama el Cristo.

LAMENNAIS
El tiempo perdido
(Médium: Srta. Huet)

Si por un instante pudieseis reflexionar sobre la pérdida de tiempo, pero reflexionar muy seriamente y calcular el inmenso error que vosotros cometéis, veríais cuán necesario podría ser a vuestro bien futuro esta hora, este minuto perdido inútilmente y que no podéis recuperar. Todos los tesoros de la Tierra no podrían devolvéroslo, y si usasteis mal el tiempo, un día seréis obligado a repararlo a través de la expiación, ¡y quizá de una manera terrible! ¡Qué no daríais, entonces, para recuperar ese tiempo perdido! ¡Ruegos inútiles; lamentos superfluos! Así, pensad bien en esto, en vuestro interés futuro e inclusive presente, porque frecuentemente los pesares nos llegan en la propia Tierra. Cuando Dios os pida cuentas de la existencia que os ha dado, de la misión que teníais que cumplir, ¿qué le responderéis? ¿Seréis como el enviado de un soberano que, lejos de cumplir las órdenes de su señor, pasaba el tiempo divirtiéndose y de ningún modo se ocupaba del compromiso para el cual había sido encargado? ¿En qué responsabilidad no incurriría a su regreso? Sois aquí los enviados de Dios y tendréis que prestarle cuentas de cómo usasteis vuestro tiempo con vuestros hermanos. Os recomiendo esta meditación.

MASSILLON
Los eruditos
(Médium: Srta. Huet)

Puesto que llamáis a un Espíritu, Dios me permite venir; voy a daros un buen consejo, sobre todo a vos, Sr. ...

Vos, que siempre os ocupáis de los eruditos –porque ésta es vuestra preocupación–, dejadlos a un lado; ¡qué pueden hacer ellos con las creencias religiosas y sobre todo espíritas! ¿No rechazaron en todos los tiempos las verdades que se presentaron? ¿No desecharon todos los inventos, considerándolos quimeras? Entre los que anunciaron esas verdades, unos fueron tratados como locos, y encerrados como tal; otros han sido arrojados en los calabozos de la Inquisición, mientras que otros fueron apedreados o quemados. Más tarde, la verdad no brillaba menos a los ojos de los sorprendidos eruditos que la habían puesto debajo del celemín. Al dirigiros incesantemente a ellos, ¿queréis, como un nuevo Galileo, infligiros la tortura moral –lo que es ridículo– y ser forzado a retractaros? ¿Se dirigió el Cristo a las Academias de su época? No; Él predicaba su divina moral a todos en general, y al pueblo en particular.

Como apóstoles o propagadores de su llegada, eligió a pescadores, personas simples de corazón, muy ignorantes, que no conocían las leyes de la Naturaleza y que no sabían si un milagro podría contrariarlas, mas que creían sinceramente. «Id –decía Jesús– y contad lo que habéis visto.»

Nunca hizo un milagro que no fuese en favor de aquellos que se lo pedían con fe y convicción; se rehusó a hacerlos ante los fariseos y los saduceos que venían a tentarlo, y los llamó de hipócritas. Por lo tanto, dirigíos también a las personas inteligentes, dispuestas a creer; dejad a los eruditos y a los incrédulos.

Además, ¿qué es un erudito? Un hombre más instruido que los otros, porque ha estudiado más, pero que perdió el prestigio que tenía antiguamente, aureola fatal que frecuentemente le concedía los honores de la hoguera. Pero a medida que la inteligencia popular se desarrolló, su brillo disminuyó; hoy, el hombre de genio no tiene más miedo de ser acusado de hechicería: ya no es más aliado de Satanás.

La humanidad esclarecida aprecia en su justo valor al que trabaja mucho y al que conoce mucho; al hombre de genio que produce bellas obras, ella sabe colocar en el pedestal que le conviene. Como sabe en qué consiste la ciencia del erudito, ella no lo atormenta más; como sabe de dónde emana el genio creador, se inclina ante él. Pero, a su turno, ella quiere tener la libertad de creer en aquellas verdades que le dan consuelo; no quiere que aquel que conoce más o menos Química, más o menos Retórica o que hace la ópera más linda, venga a importunar sus creencias, poniéndolo en ridículo o tratando sus ideas como locura; se esquivará de ese camino y seguirá silenciosamente su ruta. Un día, la verdad ha de iluminar el mundo entero, y aquellos que la hayan rechazado serán obligados a reconocerla; yo misma, que me ocupé del Espiritismo hasta mi último día, siempre la he cultivado en la intimidad.

La Academia poco me importaba. Creedlo: ésta vendrá más tarde hacia vosotros.

DELPHINE DE GIRARDIN
El hombre

El hombre es un compuesto de grandeza y de miseria, de conocimiento y de ignorancia; en la Tierra, él es el verdadero representante de Dios, porque su vasta inteligencia abarca el Universo; ha sabido descubrir una parte de los secretos de la naturaleza; sabe servirse de los elementos; recorre distancias inmensas por medio del vapor; puede conversar con su semejante de una antípoda a la otra, a través de la electricidad que sabe dirigir; su genio es inmenso; cuando sabe poner todo esto a los pies de la Divinidad, rindiéndole homenaje, ¡es casi igual a Dios!

Pero ¡cómo el hombre es pequeño y miserable cuando el orgullo se apodera de su ser! No ve su miseria; no ve que su existencia –esta vida que no puede comprender– le es arrebatada a veces instantáneamente por la simple voluntad de esa Divinidad que él desconoce, porque no puede defenderse contra Ella; ¡es preciso que su destino se cumpla! Él, que ha estudiado y que ha analizado todo; él, que conoce tan bien el movimiento de los astros, ¿conoce el poder creador que hace germinar el grano de trigo que ha cultivado en la tierra? ¿Puede el hombre crear una flor, por más simple y modesta que sea? No; ahí se detiene su poder. Entonces, debería reconocer que hay un poder muy superior al suyo; la humildad debería apoderarse de su corazón, y al admirar las obras de Dios, haría un acto de adoración.

SANTA TERESA
Firmeza en los trabajos espíritas

Voy a hablaros acerca de la firmeza que debéis tener en vuestros trabajos espíritas. Sobre este aspecto, ya se os ha dado una comunicación; os aconsejo que la estudiéis de corazón y que apliquéis su esencia a vosotros mismos, porque –como san Pablo– seréis perseguidos, no en carne y hueso, sino en espíritu. Los incrédulos, los fariseos de esta época, os criticarán, os escarnecerán; pero nada temáis: será una prueba que os ha de fortificar si supiereis consagrarla a Dios, y más tarde veréis vuestros esfuerzos coronados por el éxito. Será para vosotros un gran triunfo a la luz de la eternidad, sin olvidar que en este mundo ya es un consuelo para las personas que han visto desencarnar a parientes y amigos; es una felicidad saber que ellos son dichosos y que se pueden comunicar con vosotros. Por lo tanto, seguid adelante; cumplid la misión que Dios os ha dado, y os será tenida en cuenta en el día en que comparezcáis ante el Todopoderoso.

CHANNING
Los enemigos del progreso
(Médium: Sr. R.)

Los enemigos del progreso, de la luz y de la verdad trabajan en la sombra; ellos preparan una cruzada contra nuestras manifestaciones; no os preocupéis con eso. Estáis poderosamente amparados; dejadlos que se agiten en su impotencia. Entretanto, por todos los medios que estén a vuestro alcance, dedicaos a combatir y aniquilar la idea de la eternidad de las penas, ese pensamiento blasfemo contra la justicia y la bondad de Dios que constituye la más fecunda fuente de incredulidad, de materialismo y de indiferencia que han invadido a las masas, desde que su inteligencia comenzó a desarrollarse. Al esclarecerse, saliendo de la tosquedad, el Espíritu comprende rápidamente la monstruosa injusticia; su razón la rechaza y, entonces, raramente confunde en el mismo ostracismo la indigna pena y el Dios al cual ella es atribuida; de ahí los innumerables males que se han abatido sobre vos, y para los cuales hemos venido a traeros el remedio. La tarea que os señalamos os será tanto más fácil cuando más las autoridades –sobre las cuales se apoyan los defensores de esta creencia– eviten pronunciarse formalmente al respecto; ni los Concilios, ni los Padres de la Iglesia han resuelto esta grave cuestión. Si según los propios Evangelistas, y tomando al pie de la letra las palabras emblemáticas del Cristo, Él amenazó a los culpables con un fuego que no se extingue, un fuego eterno, no hay absolutamente nada en sus palabras que pruebe que Él haya condenado a esos culpables eternamente.

Pobres ovejas descarriadas: sabed observar al Buen Pastor, que viene de lejos y que en vez de querer desterraos para siempre de su presencia, Él mismo viene a vuestro encuentro para reconduciros al redil. Hijos pródigos: dejad vuestro exilio voluntario; volved vuestros pasos hacia la casa paterna; el padre os abre los brazos y está siempre listo para celebrar vuestro regreso a la familia.

LAMENNAIS
Distinción de la naturaleza de los Espíritus
(Médium: Sra. de Costel)

Quiero hablarte de las altas verdades del Espiritismo; ellas están estrechamente ligadas a las verdades de la moral; por lo tanto, es importante que nunca sean separadas. Para comenzar, digamos que el punto que llama la atención de los seres inteligentes es la duda sobre la propia verdad de las comunicaciones espíritas. La verdad, primera dignidad del alma, está contenida en este punto de partida; busquemos, pues, establecerla.

No hay un medio infalible para distinguir la naturaleza de los Espíritus si abdicamos de la razón, de la comparación y de la reflexión; estas tres facultades son más que suficientes para distinguir con seguridad a los Espíritus diversos. El libre albedrío es el eje sobre el cual gira la inteligencia humana; el equilibrio se rompería si los Espíritus no tuviesen más que hablar para someter a los hombres; de esta forma, su poder se igualaría al de Dios, y esto no puede ser así. El intercambio entre los seres humanos y los seres invisibles se asemeja a la escalera de Jacob: si permite que unos suban, deja que otros desciendan; y todos, actuando unos sobre los otros bajo la mirada de Dios, deben marchar hacia Él, con el mismo espíritu de amor y con inteligente sumisión. He tratado someramente este tema, aconsejándoos a profundizarlo en todas sus facetas.

LÁZARO
Scarron
(Médium: Srta. Huet)

Amigos míos: he sido muy infeliz en la Tierra, porque mi Espíritu era igual y a veces superior al de las personas que me rodeaban; pero mi cuerpo era inferior. Así, mi corazón estaba dolorido por los sufrimientos morales y por los males físicos que dejaron mi envoltura terrena en un estado lamentable y miserable. Mi carácter se amargó con las enfermedades y las contrariedades que sentía en las conversaciones con mis amigos. Me dejé llevar por la más agresiva malignidad; yo era alegre y aparentaba no tener pesares; sin embargo, sufría mucho en el fondo del corazón, y cuando estaba solo, inmerso en los secretos pensamientos de mi alma, me quejaba por encontrarme en lucha entre el bien y el mal. El día más lindo de mi existencia fue aquel en que mi Espíritu se separó del cuerpo; en que, leve e iluminado por un rayo divino, se lanzó hacia las esferas celestiales. Parecía que yo había nacido nuevamente, y la felicidad se apoderó de mi ser: ¡en fin, yo reposaba!

Más tarde mi conciencia despertó; reconocí mis errores para con el Creador; sentí remordimiento e imploré piedad al Todopoderoso. Desde entonces, busco instruirme en el bien; intento volverme útil a los hombres y progreso a cada día. Entretanto, tengo necesidad de que oren por mí, y pido a los fervorosos creyentes que eleven sus pensamientos a Dios en mi beneficio. Si me llaman, procuraré venir para responder a las preguntas, tanto como pueda hacerlo. Así se practica la caridad.

PAUL SCARRON
La nada de la vida
(Médium: Srta. Huet)

Mis buenos amigos de adopción: permitid que os diga algunas palabras, como consejos. Dios me permite venir hasta vosotros; ¡que yo pueda comunicaros todo el fervor que tengo en mi corazón y que me anima hacia el bien! Creed en Dios, el autor de todas las cosas; amadlo; sed buenos y caritativos: la caridad es la llave del cielo. Para ser buenos, pensad algunas veces en la muerte; es un pensamiento que eleva el alma y la vuelve mejor, haciéndola humilde; pues, ¿qué somos en la Tierra? Un átomo lanzado en el espacio; muy poca cosa en el Universo. El hombre no es nada; hace número. Cuando observa hacia adelante o hacia atrás, ve el infinito; su vida, por más larga que sea, es un punto en la eternidad. Pensad entonces en vuestra alma; pensad en la nueva vida que os espera, porque no podéis dudar que ella existe, en donde se cumplirán los deseos de vuestra alma que nunca han sido satisfechos, lo que es una prueba de que debe existir un mundo mejor. Adiós.

S. DE SWETCHINE
A los médiums
(Médium: Sr. Darcol)

Cuando queráis recibir comunicaciones de Espíritus buenos, debéis prepararos para ese favor mediante el recogimiento, a través de las sanas intenciones y por el deseo de hacer el bien con miras al progreso general; porque acordaos de que el egoísmo es causa de atraso para todo adelanto. Recordad que si Dios permite que algunos de vosotros reciban la inspiración de ciertos hijos suyos que, por su conducta, han sabido merecer la felicidad de comprender su infinita bondad, es porque Él desea –por solicitación nuestra y en vista de vuestras buenas intenciones– daros los medios para que avancéis por su camino. Por lo tanto, médiums, haced buen uso de esa facultad que Dios ha tenido a bien otorgaros. Tened fe en la mansedumbre de nuestro Maestro; practicad siempre la caridad; no os canséis jamás de ejercitar esta sublime virtud, así como la de la tolerancia. Que vuestras acciones estén siempre en armonía con vuestra conciencia: esta es la manera cierta de centuplicar vuestra felicidad en esa vida transitoria, y de prepararos una existencia mil veces más grata todavía.

Que entre vosotros, el médium que no se sienta con fuerzas para perseverar en la enseñanza espírita, se abstenga, porque si no aprovecha la luz que lo ilumina, será menos excusable que otros, y tendrá que expiar su ceguera.

FRANCISCO DE SALES
La honestidad relativa
(Médium: Sra. de Costel)

Hoy nos ocuparemos de la moralidad de los que no la tienen, es decir, de la honestidad relativa que se encuentra en los corazones más pervertidos. El ladrón no roba el pañuelo de su compañero, inclusive cuando éste tenga dos; el comerciante no vende caro para sus amigos; el traidor, a pesar de todo, es fiel a alguien. Jamás un destello divino está completamente ausente del corazón humano; es por eso que debe ser conservado con cuidados infinitos y también desarrollado. El juicio estrecho y brutal de los hombres impide, por su severidad, mucho más cambios de buen proceder que el cultivo de las malas acciones. El Espiritismo practicado debe ser y será el consuelo y la esperanza de los corazones menospreciados por la justicia humana. La religión, llena de sublimes enseñanzas, vuela muy alto para los ignorantes; no llega directamente a alcanzar la espesa imaginación del iletrado, que quiere ver y tocar para creer. Al ser esclarecida por los médiums –quizá por el propio médium–, la creencia florecerá en aquel reseco corazón. Así, es sobre todo al pueblo que los verdaderos espíritas deben dirigirse, como antiguamente los apóstoles; que difundan la doctrina consoladora; como pioneros, que penetren en los pantanos de la ignorancia y del vicio para labrar, sanear y preparar el terreno de las almas, a fin de que ellas puedan recibir el bello cultivo del Cristo.

GEORGES
Provecho de los consejos
(Médium: Srta. Huet)

¿Aprovecháis nuestros consejos y lo que os decimos a cada día? No, muy poco. Al salir de una de vuestras reuniones, alguien conversa sobre la curiosidad del hecho y acerca del mayor o menor interés que ha ofrecido a los asistentes; pero ¿no hay nadie entre vosotros que se pregunte si puede aplicar la moral, el consejo que acabamos de prescribir y si tiene intención de seguirlo? Alguien ha pedido y solicitado una comunicación y la ha obtenido: esto basta. Él regresa a sus ocupaciones diarias y promete volver a ver un espectáculo tan interesante; cuenta los hechos a sus amigos para provocarles curiosidad, y solamente para probar que los sabios pueden ser confundidos; bien pocos lo hacen con miras a predicar la moral; incluso muy pocos buscan mejorarse.

Mi lección es severa; entretanto, no quiero desalentaros; tened siempre buena voluntad y sólo un poco más de buenos sentimientos para con Dios, y menos deseo de aniquilar a los que no quieren creer: esto compete al tiempo y a Dios.

MARIE (Espíritu familiar)
Pensamientos destacados

¡Oh, hombres! ¡Cómo sois soberbiamente orgullosos! Vuestra presunción es realmente cómica. Pretendéis conocerlo todo, pero sabed que vuestra esencia se opone a esta facultad de comprensión universal. Únicamente llegaréis a conocer esta maravillosa naturaleza mediante el trabajo perseverante; sólo tendréis la alegría de profundizar esos tesoros y de vislumbrar el infinito de Dios cuando os mejoréis a través de la caridad, y cuando hagáis todas las cosas desde el punto de vista del bien para todos, asignando esta facultad del bien a Dios que, en su generosidad inigualable, os recompensará más allá de toda conjetura.

MASSILLON

Frecuentemente se dice que el hombre es un juguete de los acontecimientos; ¿de qué acontecimientos se quiere hablar? ¿Cuáles serían sus causas, sus objetivos? Nunca se ha visto en eso el dedo de Dios. Ese pensamiento vago y materialista, padre de la fatalidad, ha hecho perderse a más de un gran Espíritu, a más de una profunda inteligencia. Como sabéis, Balzac ha dicho: «No hay principios; sólo hay acontecimientos»; es decir, según él, el hombre no tiene libre albedrío; la fatalidad se apodera de él en la cuna y lo conduce hasta la tumba; ¡monstruosa invención del espíritu humano! Este pensamiento abate la libertad, es decir, el progreso, la ascensión del alma humana, demostración evidente de la existencia de Dios. Por lo tanto, el hombre que se dejase conducir así sería esclavo de todo: ¡de los hombres y de sí mismo! ¡Oh, hombre!, haz un examen de conciencia. ¿Has nacido para la esclavitud? No; tú has nacido para la libertad.

LAMENNAIS