Revista Espírita - Periódico de Estudios Psicológicos - 1860

Allan Kardec

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Un espírita a su Espíritu familiar

Estrofas

¡Tú que das a mi tristeza
Una mirada de tierna piedad!
¡Tú que das a mi flaqueza
El apoyo de tu santa amistad!
Espíritu, genio o pura flama,
Detén tu vuelo hacia el cielo;
Ven a esclarecer mi alma,
¡Oh! misterioso consejero.
Enviado de la Providencia,
Sabio intérprete de su ley,
¡Oh! habla; escucho con paciencia:
Querido maestro, enséñame.
Hace poco la duda con su sombra,
La duda mi corazón invadía,
Pero tu soplo disipó la penumbra,
Me brindó un destello de alegría.

Así Dios, Maestro adorable,
Tanto más Padre que Creador,
Nos pone con ternura inefable,
Un ángel cerca del corazón.
Cada uno, ¡oh! encantador milagro,
Posee un guardián celestial
Cada uno tiene su oráculo
Su protector inmaterial.
¡Espíritu que me consuela!
Hermano bendito, piadoso consejero,
¡Contigo mi alma vuela,
Y se eleva hacia el cielo!
Sí, yo te amo, ángel tutelar;
Con alegría tomo tus manos;
Te sigo, dulce estrella; tú vas a iluminar
El cielo adonde vamos.
A. G.