¿Que és el Espiritismo?

Allan Kardec

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Los médiums y los hechiceros

V. –Desde el momento en que la mediumnidad consiste en establecer relaciones con los poderes ocultos, me parece que las palabras médiums y hechiceros son poco menos que sinónimas. A. K. –En todas las épocas ha habido médiums naturales o inconscientes que, por el hecho de que producían fenómenos insólitos y no comprendidos, eran calificados de hechiceros y de tener pacto con el diablo, lo cual ha sucedido también con la mayor parte de los sabios que poseían conocimientos superiores a los del vulgo. La ignorancia ha exagerado su poder y ellos mismos han abusado con frecuencia de la credulidad pública explotándola, y de aquí la justa reprobación de que han sido objeto. Basta comparar el poder atribuido a los hechiceros con la facultad de los verdaderos médiums para establecer la diferencia pero la mayor parte de los críticos no se toman este trabajo. El Espiritismo, lejos de resucitar la hechicería, la destruye para siempre, despojándola de su pretendido poder sobrenatural, de sus pretendidas fórmulas, hechizos, amuletos y talismanes, reduciendo los fenómenos posibles a su justo valor, sin salir de las leyes naturales. La asimilación que ciertas personas pretenden establecer, procede del error en que se encuentran de que los espíritus están a disposición de los médiums. Repugna a su razón que pueda depender del primer antojadizo el hacer venir a su gusto y en el momento determinado, al Espíritu de tal o cual persona, más o menos ilustre. En esto creen la verdad, y si, antes de censurar el Espiritismo, se hubiesen molestado en informarse, hubieran sabido que dice terminantemente que los espíritus no están sujetos a los caprichos de nadie, y que nadie puede hacerles venir a su antojo y a pesar de ellos, de donde se deduce que los médiums no son hechiceros. V. –Según esto, todos los efectos que ciertos médiums acreditados obtienen por su voluntad y en público son para usted sofisticaciones. A. K. – No lo digo de un modo absoluto. Ciertos fenómenos no son imposibles, porque hay espíritus de grado inferior que pueden prestarse a ellos, y que con ellos se divierten, habiendo quizá hecho ya, durante su vida, el oficio de charlatanes, y habiendo también médiums especialmente propios para este género de manifestación. Pero el sentido común más vulgar rechaza la idea de que los espíritus elevados, por poco que lo estén, vengan a participar en la comedia y a hacer alardes de fuerza para divertir a los curiosos. La obtención de estos fenómenos al antojo del que los obtiene, y sobre todo en público, es siempre sospechosa; en semejante caso, la mediumnidad y la prestidigitación andan tan cerca, que con frecuencia es muy difícil distinguirlas. Antes de ver en aquéllos la acción de los espíritus, se requieren minuciosas observaciones y tener en cuenta, bien el carácter y antecedentes del médium, bien una multitud de circunstancias que sólo un profundo estudio de la teoría de los fenómenos espiritistas puede hacer apreciar. Es de notar que este género de mediumnidad, si es en efecto mediumnidad, está limitada a la producción del mismo fenómeno, con ligeras variaciones, lo que no es muy a propósito para disipar las dudas. Un absoluto desinterés sería la mejor garantía de sinceridad. Cualquiera que sea la realidad de dichos fenómenos, como efectos medianímicos, producen un buen resultado, cuales el de poner en boga la idea espiritista. La controversia que sobre este particular se establece induce a muchas personas un estudio más profundo. No es, ciertamente, a esos lugares donde debe irse en busca de instrucciones serias acerca del Espiritismo, ni de la filosofía de la doctrina, pero es un medio de llamar la atención a los indiferentes y obligar a que hablen de él a los más recalcitrantes.