¿Que és el Espiritismo?

Allan Kardec

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Fenómenos espiritistas simulados

V. -¿Y no se ha probado que sin el Espiritismo podían producirse esos fenómenos, de donde puede deducirse que no tienen el origen que les atribuyen los espiritistas? A. K. –Por el hecho de que se puede imitar una cosa, ¿Hemos de creer que no exista? ¿Qué diría usted de la lógica, del que pretendiese que, porque no se hace vino de champagne con agua de seltz, todo el vino de champagne no es más que agua de seltz? Es privilegio de todas las cosas notables el originar falsificaciones. Algunos prestidigitadores han creído que la palabra Espiritismo, a causa de su popularidad y de las controversias de que era objeto, podía apropiarse a la explotación, y para llamar al público, han simulado más o menos groseramente algunos fenómenos de mediumnidad, como simularon en otro tiempo la clarividencia sonambúlica, viendo lo cual aplauden los burlones, exclamando: ¡Ahí tenemos el Espiritismo! Cuando apareció en la escena la ingeniosa producción de los espectros, ¿No decían en todas partes que era el golpe de gracia del Espiritismo? Antes de pronunciar un fallo tan decisivo, hubieran debido reflexionar que las aseveraciones de un escamoteador no son el Evangelio y asegurarse de si existía identidad real entre la imitación y la cosa imitada. Nadie compra un brillante antes cerciorarse de que no es falso. Un estudio algo detenido les hubiese convencido de que los fenómenos espiritistas se presentan en muy distintas condiciones, y hubieran sabido, además, que los espiritistas no se ocupan en hacer aparecer espectros, ni en decir la buenaventura. La malevolencia y una insigne mala fe podían sólo asimilar el Espiritismo a la magia y a la hechicería, porque él repudia los objetos, las prácticas, las fórmulas y las palabras místicas de éstas. Otros no vacilan en comparar las reuniones espiritistas a las asambleas del sábado, en que se espera la hora fatal de medianoche para hacer aparecer los fantasmas. Un amigo mío, espiritista, se encontraba un día viendo el Macbeth al lado de un periodista a quien no conocía. Llegada la escena de las brujas, oyó que éste último decía a su amigo: “¡Bueno! Ahora vamos a asistir a una reunión de espiritista; precisamente me falta tema para mi próximo artículo y ahora voy a saber cómo se verifica esas cosas. Si hubiese por aquí uno de esos locos, le preguntaría si se reconoce en ese cuadro”. “Yo soy uno de ellos –le contestó el espiritista-, y puedo asegurarle que estoy muy lejos de reconocerme en él, porque, aunque he asistido a centenares de reuniones espiritistas, jamás he visto en las mismas nada semejante, y si es aquí donde viene usted a buscar los datos para su artículo, no brillará éste por la veracidad”. Muchos críticos no cuentan con base más segura. ¿Y sobre quién, sino sobre los que se lanzan sin fundamento, cae el ridículo? En cuanto al Espiritismo, su crédito, lejos de resentirse, ha aumentado por la boga en que lo han puesto todas esas maquinaciones, llamando la atención de las personas que no lo conocían. Así han inducido al examen del mismo y aumentado el número de los adeptos, porque se ha reconocido que, en vez de ser un pasatiempo, es un asunto serio.