¿Que és el Espiritismo?

Allan Kardec

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Medios de comunicación

V. –Me ha hablado usted de medios de comunicación; ¿Podría darme una idea de ellos, puesto que es difícil comprender cómo esos seres invisibles pueden conversar con nosotros? A. K. –Con mucho gusto. Seré, sin embargo, breve, porque este punto exigiría largas digresiones que encontrará usted especialmente en El Libro de los Médiums. Pero lo poco que le diré bastará para indicarle el mecanismo, y, sobre todo, para hacerle comprender mejor algunos experimentos a que podría asistir, mientras espera su completa iniciación. La existencia de esa envoltura semimaterial, el periespíritu, es ya una clave que explica muchas cosas y demuestra la posibilidad de ciertos fenómenos. En cuanto a los medios, son muy variados, y dependen, ya de la naturaleza más o menos pura del Espíritu, ya de las disposiciones particulares de las personas que le sirven de intermediarios. El más vulgar, el que puede llamarse universal, consiste en la intuición, es decir, en las ideas y pensamientos que nos sugieren; pero este medio es muy poco apreciable en la generalidad de los casos, y hay otros más materiales. Ciertos espíritus se comunican por medio de golpes, respondiendo por sí o por no, o designando las letras que deben formar las palabras. Los golpes pueden obtenerse por el movimiento bascular de un objeto, una mesa, por ejemplo, que golpea con uno de sus pies. A menudo se producen en la sustancia misma de los cuerpos, sin movimiento de éstos. Este modo primitivo es prolongado y se presta con dificultad a los desenvolvimientos de cierta extensión: le ha reemplazado la escritura, que se obtiene de diferentes maneras. Al principio se empleó, y a veces se emplea aún, un objeto móvil, como una planchita, una caja, a la cual se adapta un lápiz cuya punta corre por el papel. La naturaleza y la sustancia del objeto son indiferentes. El médium pone la mano sobre aquél, al cual transmite la influencia que recibe del Espíritu, y el lápiz traza los caracteres. Pero este objeto, propiamente hablando, no es más que una especie de apéndice de la mano, como un lapicero. Más tarde se reconoció la utilidad de semejante intermediario, que no es más que una complicación del mecanismo, cuyo único mérito es el de evidenciar de una manera más material la independencia del médium, que puede escribir tomando él mismo el lápiz. Los espíritus se manifiestan también y pueden transmitir sus pensamientos por sonidos articulados que retumban bien en el espacio, bien en el oído; por la voz del médium, por la vista, por el dibujo, por la música y por otros medios que un completo estudio hace conocer. Los médiums tienen para esto diferentes aptitudes especiales procedentes de su organización. Así pues tenemos médiums para efectos físicos, es decir, aptos para producir fenómenos materiales, como golpes, movimientos de cuerpos, etcétera; médiums auditivos, parlantes, dibujantes, músicos, escribientes. Esta última facultad es la más común, la que mejor se desarrolla con el ejercicio, y también es la más preciosa, porque permite comunicaciones más seguidas y más rápidas. El médium escribiente presenta numerosas variedades, de las cuales dos son muy notables. Para comprenderlas, es preciso darse cuenta del modo como se opera el fenómeno. A veces el Espíritu obra sobre la mano del médium, a la cual da un impulso completamente independiente de la voluntad, y sin que éste tenga conciencia de lo que escribe: este es el médium escribiente mecánico. Otras veces, obra sobre el cerebro; su pensamiento penetra el del médium, quien, aunque escribiendo involuntariamente, tiene conciencia más o menos clara de lo que obtiene: este es el médium intuitivo; su papel es exactamente el de un intérprete que transmite un pensamiento que no es el suyo, pensamiento que, sin embargo, debe comprender. Aunque, en este caso, el pensamiento del Espíritu y el del médium se confunden a veces, la experiencia enseña a distinguirlos fácilmente. Por ambos géneros de mediumnidad se obtiene buenas comunicaciones. La ventaja de los mecánicos es para las personas que no están aún convencidas. Por lo demás, la cualidad esencial de un médium está en la naturaleza de los espíritus que le asisten y las comunicaciones que recibe, más que en los medios de ejecución. V. –El procedimiento me parece de los más sencillos. ¿Me será posible experimentarlo? A. K. –Sin ningún inconveniente, y añado que si usted estuviese dotado de la facultad medianímica, sería éste el mejor medio para convencerse, porque no podría usted sospechar de su propia buena fe. Tan sólo le recomiendo vivamente que no se entregue a ninguna prueba antes de haber estudiado con detención. Las comunicaciones de ultratumba están rodeadas de más dificultades de las que generalmente se cree. No están exentas de inconvenientes ni de peligros para los que no tienen la experiencia necesaria. Sucede a éste lo que al que quisiera hacer manipulaciones químicas sin saber química: correría riegos de quemarse los dedos. V. -¿Puede conocerse esta aptitud por alguna señal? ALLAN KARDEC 29 A. K. –Hasta el presente ningún diagnóstico se conoce para la mediumnidad. Todos los que se habían considerado como tales carecen de valor. Por lo demás, los médium son muy numerosos, y es muy raro que, si no lo es uno mismo, no se encuentre alguno entre su familia o conocidos. El sexo, la edad y el temperamento son indiferentes: se encuentran médiums entre hombres y mujeres, niños y ancianos, sanos y enfermos. Si la mediumnidad se tradujese por una señal exterior cualquiera, implicaría esto la permanencia de la facultad, mientras que ésta es esencialmente móvil y fugitiva. Su causa física está en la asimilación, más o menos fácil, de los fluidos periespirituales del encarnado y del Espíritu desencarnado. Su causa moral es la voluntad del Espíritu en comunicarse cuando le place y no a nuestro antojo, de donde resulta: 1º Que todos los espíritus no pueden comunicarse indiferentemente; y 2º Que todo médium puede perder, o tener suspendida, la facultad cuando menos la espera. Estas palabras bastan para demostrar a usted que este punto es un vasto campo de estudio, para poderse dar cuenta de las variaciones que presentan el fenómeno. Sería, pues, erróneo el creer que todo espíritu puede venir al llamamiento que se le hace, y comunicarse con el primer médium que se presente. Para que un Espíritu se comunique, es preciso, ante todo, que le convenga hacerlo; en segundo lugar, que su posición a sus ocupaciones se lo permita; y tercero, que encuentre en el médium un instrumento propicio, apropiado a su naturaleza. El principio, se puede comunicar con los espíritus de todos los órdenes, con sus parientes y amigos, tanto con los espíritus más vulgares como los más elevados. Pero independientemente de las condiciones individuales de posibilidad, vienen más o menos voluntariamente según las circunstancias, y sobre todo en razón de sus simpatías hacia las personas que les llaman, y no al llamamiento del primer antojadizo que tuviese al capricho de evocarlos por un sentimiento de curiosidad. En semejante caso, no se hubiese molestado durante la vida, y tampoco lo hace después de la muerte. Los espíritus serios sólo concurren a las reuniones formales, donde son llamados con recogimiento y por motivos formales. No se prestan a ninguna pregunta de curiosidad, de prueba fútil, ni ningún experimento. Los espíritus ligeros se encuentran en todas partes, pero en las reuniones formales guardan silencio y se mantienen ocultos para oír, como lo haría un estudiante en una asamblea ilustrada. En las reuniones frívolas toman la revancha, se divierten con todos, se burlan con frecuencia de los concurrentes y responden a todo sin cuidarse de la verdad. Los espíritus que se llaman golpeadores, y por regla general todos los que producen manifestaciones físicas, son de orden inferior, sin que por ello sean esencialmente malos: tienen en cierta manera una aptitud especial para los efectos materiales. Los espíritus superiores no se ocupan de semejantes asuntos, como nuestros sabios no se ocupan de sutilezas: si tienen necesidad de aquellos efectos, emplean esta clase de espíritus, como nosotros nos servimos del jornalero para la parte material de la obra.