EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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9. En los mundos llegados ya al grado superior, las condiciones de la vida moral y material son muy diferentes, lo mismo que en la tierra. La forma del cuerpo es siempre, como en todas partes, la forma humana pero embellecida, perfeccionada, y sobre todo, purificada. El cuerpo allí nada tiene de la materialidad terrestre, y por consiguiente no está sujeto, ni a las necesidades ni a las enfermedades, ni a los deterioros que engendra el predominio de la materia; los sentidos más exquisitos tienen percepciones que en la tierra embotan lo grosero de los órganos; la ligereza específica de los cuerpos hace la locomoción rápida y fácil: en vez de arrastrarse penosamente por el suelo, se deslizan, digámoslo así, por la superficie, o se suspenden en la atmósfera sin otro esfuerzo que el de la voluntad, así es como se pintan los ángeles y como los antiguos representaban los manes en los Campos Elíseos. Los hombres conservan a su gusto las facciones de sus existencias pasadas, y aparecen a sus amigos tales como les conocieron; pero iluminados por una luz divina y transformados por las impresiones interiores, que son siempre elevadas. En vez de rostros deslucidos, demacrados por los sufrimientos y las pasiones, la inteligencia y la vida irradian con ese esplendor que los pintores han traducido por diadema o aureola de los santos.

La poca resistencia que ofrece la materia a los espíritus ya muy avanzados, hace que el desarrollo de los cuerpos sea rápido y la infancia corta o casi nula; la vida exenta de cuidados y de congojas, es proporcionalmente mucho más larga que en la tierra. En principio la longevidad está proporcionada al grado de adelantos de los mundos. La muerte no tiene ninguno de los horrores de la descomposición: lejos de ser un motivo de espanto, es considerada como una transformación feliz, porque allí no existe la duda sobre el porvenir. Durante la vida, no estando el alma encerrada en una materia compacta, irradia y goza de una lucidez que la pone en un estado casi permanente de emancipación, y permite la libre transmisión del pensamiento.