EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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CAPÍTULO XV - Sin caridad no hay salvación

Lo que es menester hacer para salvarse. Parábola del buen samaritano. - El mayor de los mandamientos. - Necesidad de la caridad según San Pablo. - Fuera de la Iglesia no hay salvación. - Sin la verdad no hay salvación. - Instrucciones de los espíritus: Sin caridad no hay salvación.


Lo que es menester hacer para salvarse. Parábola del buen samaritano

1. Y cuando viniere el hijo del hombre ea su majestad, y todos los ángeles con él, se sentará entonces sobre el trono de su majestad.-Y serán todas las gentes ayuntadas ante él, y apartará los unos de los otros, como el pastor aparta las ovejas de los cabritos. - Y pondrá las ovejas a su derecha y los cabritos a la izquierda.

Entonces dirá el Rey a los que estarán a su derecha: Venid, benditos de mi Padre, poseed el reino que os está preparado desde el establecimiento del mundo porque tuve hambre, y me disteis de comer: tuve sed, y me dísteis de beber: era huésped, y me hospedásteis. - Desnudo, y me cubrísteis: enfermo, y me visitásteis: estaba en la cárcel, y me vinísteis a ver.

Entonces le responderán los justos, y dirán: Señor ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer: o sediento y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos huésped y te hospedamos: o desnudo y te vestimos, o cuándo te vimos huésped o en la cárcel y te fuimos a ver? - Y respondiendo el Rey, les dirá: En verdad os digo, que en cuanto lo hicísteis a uno de estos mis hermanos pequeñitos, a mí lo hicísteis.

Entonces dirá también a los que estarán a la izquierda: Apartáos de mí, malditos al fuego eterno, que está aparejado para el diablo y para sus ángeles. Porque tuve hambre y no me dísteis de comer, tuve sed y no me dísteis de beber. - Era huésped, y no me hospedásteis; desnudo y no me cubrísteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitásteis.

Entonces ellos también le responderán, diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, o sediento, o huésped, o desnudo, o enfermo, o en la cárcel y no te servimos? - Entonces les responderá diciendo: En verdad os digo: que en cuanto no lo hicísteis a uno de estos pequeñitos ni a mí lo hicísteis.

E irán éstos al suplicio eterno: y los justos a la vida eterna (San Mateo, cap. XXV, v. de 31 a 46).


2. Y se levantó un doctor de la ley, y le dijo por tentarle: Maestro, ¿qué haré para poseer la vida eterna? - Y él le dijo: ¿En la ley, qué has escrito? ¿Cómo lees? El respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios de todo corazón, y de toda tu alma, y de toda tus fuerzas, y de todo su entendimiento, y a tu prójimo como a tí mismo. - Y le dijo: Bien has respondido, haz eso y vivirás.

Mas él, queriéndose justificar a si mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?

Y Jesús, tomando la palabra, dijo: Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y dió en manos de unos ladrones; los cuales le despojaron: y después de haberlo herido le dejaron medio muerto y se fueron. - Aconteció, pues, que pasaba por el mismo camino un sacerdote, y cuando le vió, pasó de largo. - Y así mismo un levita, llegando cerca de aquel lugar y viéndole pasó también de largo. - Mas un samaritano que iba por su camino, se llegó cerca de él, y cuando le vió, se movió a compasión. - Y acercándose le vendó las heridas, echando en ellas aceite y vino, y poniéndolo sobre su bestia, lo llevó a una venta, y tuvo cuidado de el. - Y otro día sacó dos denarios y los dió al mesonero y le dijo: Cuídamele: y cuanto gastares de más yo te lo daré cuando vuelva.

¿Cuál de estos tres te parece que fué el prójimo de aquel que dió en manos de los ladrones? - Aquél, respondió el doctor, que usó con él de misericordia. Pues vé, le dijo entonces, Jesús, y haz tú lo mismo. (San Lucas, cap. X, v. de 25 a 37).


3. Toda la moral de Jesús se resume en la caridad y en la humildad, es decir, en las dos virtudes contrarias al egoísmo y al orgullo. En todas sus enseñanzas, manifiesta que estas virtudes son el camino de la eterna felicidad. Bienaventurados, dice, los pobres de espíritu, es decir, los humildes, porque de ellos es el reino de los cielos; bienaventurados los que tienen el corazón puro; bienaventurados los que son mansos y pacíficos; bienaventurados los que son misericordiosos; amad a vuestro prójimo como a vosotros mismos; haced a los otros lo que quisiérais que hiciesen con vosotros; amad a vuestros enemigos; perdonad las ofensas, si queréis que os perdonen; haced el bien sin ostentación; juzgaos vosotros mismos antes de juzgar a los otros. Humildad y caridad, esto es lo que no cesa de recomendar y de lo que El mismo da el ejemplo: orgullo y egoísmo, esto es lo que no cesa de combatir pero hace aún más que recomendar la caridad, la plantea con claridad y en términos explícitos como condición absoluta de la felicidad futura.

En el cuadro que presenta Jesús del juicio final, es menester, como en otras muchas cosas, atender a la parte figurada y a la alegórica. A los hombres a quienes hablaba, aun incapaces de comprender las cosas puramente espirituales, debía presentar imágenes materiales, penetrantes y capaces de impresionar para que fuesen mejor aceptadas no debía apartarse mucho de las ideas que aceptaban; en cuanto a la forma, reservando siempre para el porvenir la verdadera interpretación de sus palabras y de los puntos sobre los cuales no podía explicarse con claridad. Mas al lado de la parte accesoria y figurada del cuadro, hay una idea dominante, la de la felicidad que espera al justo y de la desgracia reservada al malo.

En este juicio supremo, ¿cuáles son los considerandos de la sentencia? ¿Sobre qué se informa? ¿Pide, acaso, el juez, si se ha llenado tal o cual formalidad, observando más o menos tal o cual práctica exterior? No; sólo se informa de una cosa: de la práctica de la caridad, y pronuncia diciendo: Vosotros que habéis socorrido a vuestros hermanos, pasad a la derecha; vosotros que habéis sido duros para ellos, pasad a la izquierda. ¿Se informa, acaso, de la ortodoxia de la fe? ¿Hace una distinción entre el que cree de un modo y el que cree de otro? No, porque Jesús coloca al samaritano, considerado como hereje, pero que tiene el amor al prójimo, sobre el ortodoxo que falta a la caridad. Jesús no constituye a la caridad en una de las condiciones para la salvación, sino en condición única; si se hubiesen de cumplir otras, las hubiera expresado. Si colocó la caridad en primera línea entre las virtudes, es porque implícitamente encierra todas las otras: la humildad, la mansedumbre, la benevolencia, la indulgencia, la justicia, etc., y porque es la negación absoluta del orgullo y del egoísmo.


El mayor de los mandamientos

4. Mas los fariseos, cuando oyeron que había hecho callar a los saduceos, se juntaron a consejo.-Y le preguntó uno de ellos, que era doctor de la ley, tentándole: Maestro, ¿cuál es el grande mandamiento en la ley? - Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios de todo corazón, y de toda tu alma y de todo tu entendimiento. - Este es el mayor y primer mandamiento. - Y el segundo semejante es a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. - De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas. (San Mateo, cap. XXII, v. de 34 a 40).


5. Caridad y humildad: tal es, pues, el sólo camino de la salvación; egoísmo y orgullo, tal es el de la perdíción. Este principio está formulado en términos precisos en estas palabras: "Amaréis a Dios de toda vuestra alma y a vuestro prójimo como a vosotrós mismos"; "toda la ley y los profetas están encerrados en estos dos mandamientos". Y para que no haya equivocación sobre la interpretación del amor de Dios y del prójimo, añade: "Y el segundo semejante es a éste"; es decir, que no se puede verdaderamente amar a Dios, sin amar a su prójimo, ni amar a su prójimo sin amar a Dios; pues todo lo que se hace contra el prójimo, se hace contra Dios. No pudiendo amar a Dios, sin practicar la caridad con el prójimo, todos los deberes del hombre están resumidos en esta máxima: "Sin caridad no hay salvación".


Necesidad de la caridad, según San Pablo

6. Si yo hablara lenguas de hombres y ángeles y no tuviera caridad, soy como metal que suena, o campana que retiñe. - Y si tuviese profecía, y supiese todos los misterios y cuanto se pudiese saber; y si tuviese toda la fe, de manera que traspasase los montes, y no tuviese caridad, nada soy. Y si distribuyese todos mi bienes en dar de comer a pobres y si entregare mi cuerpo para ser quemado, y no tuviese caridad, nada me aprovecha.

La caridad es paciente, es benigna: la caridad no es envidiosa, no obra precipitadamente, no se ensoberbece. - No es ambiciosa, no busca sus provechos, no se mueve a ira, no piensa mal. - No se goza de la iniquidad, mas se goza de la verdad: Todo lo sobrelleva, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.

Y ahora permanecen estas tres cosas, la fe, la esperanza y la caridad. Mas de éstas, la mayor es la caridad. (San Pablo: 1ª epístola a los Corintios, capítulo XIII, v. de 1 a 7 y 13.)


7. San Pablo ha comprendido de tal modo esta gran verdad, que dice: "Si yo hablara lenguas de hombres y de ángeles y no tuviere caridad, soy como metal que suena o campana que retiñe. Y si tuviese profecia y supiese todos los misterios y cuanto se puede saber; y si tuviese toda la fe, de manera que traspasase los montes, y no tuviere caridad, nada soy. - Y ahora permanecen estas tres cosas, la fe, la esperanza y la caridad." Coloca de este modo sin equívoco, la caridad sobre la fe; es porque la caridad está al alcance de todo el mundo, del ignorante y del sabio, del rico y del pobre, y es independiente de toda creencia particular.

Hace más; define la verdadera caridad, la manifiesta; no sólo en la beneficencia, sino en el conjunto de todas las cualidades del corazón, en la bondad y en la benevoleñcia con respecto al prójimo. Fuera de la Iglesia no hay salvación.


Fuera de la Iglesia no hay salvación. Sin la verdad no hay salvación

8. En tanto que la máxima: "Sin caridad no hay salvación", se apoya en un principio universal y prepara a todos los hijos de Dios al acceso en la felicidad suprema, el dogma: "Fuera de la Iglesia no hay salvación", no se apoya en la fe fundamental en Dios y en la inmortalidad del alma, fe común a todas las religiones, sino "en la fe especial en dogmas particulares". Es exclusivo y absoluto; en vez de unir a los hijos de Dios, los divide; en lugar de excitar el amor de sus hermanos, mantiene y sanciona la irritación entre los sectarios de los diferentes cultos, que se consideran recíprocamente como malditos en la eternidad, aun cuando fuesen parientes o amigos en este mundo; desconociendo la grande ley de igualdad ante la tumba, los separa también en el campo del reposo. La máxima: "Sin caridad no hay salvación", es la consagración del principio de la igualdad ante Dios y de la libertad de conciencia; con esta máxima por regla, todos los hombres son hermanos, y cualquiera que sea el modo de adorar a Dios, se tienden la mano y ruegan unos por otros. Con el dogma: "Fuera de la Iglesia no hay salvación", se lanzan el anatema, se persiguen y viven como enemigos; el padre no ruega por el hijo, ni el hijo por su padre, ni el amigo por el amigo; sino que se creen recíprocamente condenados para siempre. Este dogma es, pues, esencialmente contrario a las enseñanzas de Cristo y a la ley envangélica.


9. "Sin la verdad no hay salvación", sería el equivalente de: "Fuera de la Iglesia no hay salvación", y enteramente exclusivo, porque no hay una sola secta que no pretenda tener el privilegio de la verdad. ¿Qué hombre es el que puede vanagloriarse de poseerla por completo, cuando el círculo de los conocimientos se ensancha sin cesar y cuando las ideas se rectifican todos los días? La verdad absoluta es sólo patrimonio de los espíritus del orden más elevado, y la humanidad terrestre no podía pretenderla, porque no le es dado el saberlo todo; sólo puede aspirar a una verdad relativa y proporcionar a su adelantamiento. Si Dios hubiese hecho de la posesión de la verdad absoluta la condición expresa de la felicidad futura, este sería un decreto de proscripción general; mientras que la caridad aun en su más alta acepción, puede ser practicada por todos. El Espiritismo, de acuerdo con el Evangelio, admitiendo que puede uno salvarse, cualquiera que sea su creencia, con tal que observe la ley de Dios, no dice: "Fuera del Espiritismo no hay salvación"; y como no pretende enseñar aún toda la verdad, tampoco dice: "Sin la verdad no hay salvación", máxima que dividiría en vez de unir y perpetuaría el antagonismo.


INSTRUCCIONES DE LOS ESPÍRITUS

Sin caridad no hay salvación


10. Hijos míos, en la máxima: "Sin caridad no hay salvación", están contenidos los destinos de los hombres en la tierra y en el cielo; en la tierra, porque a la sombra de ese estandarte, vivirán en paz; en el cielo, porque los que la hayan practicado encontrarán gracia ante el Señor. Esta divisa es la antorcha celeste, la columna luminosa que guía al hombre en el desierto de la vida para conducirle a la Tierra prometida; brilla en el cielo como una aureola santa en la frente de los elegidos, y en la tierra está grabada en el corazón de aquellos a quienes Jesús dirá: Id, a la derecha, vosotros, los bendecidos por mi Padre. Les reconoceréis por el perfume de caridad que esparcen a su alrededor. Nada expresa mejor el pensamiento de Jesús, nada resume mejor los deberes del hombre, que esa máxima de orden divino: el Espiritismo no podía probar mejor su origen que dándola por regla, porque es el reflejo del más puro cristianismo; con semejante guía el hombre no se extraviará nunca. Aplicáos, pues, amigos míos, a comprender su sentido profundo y sus consecuencias, y a buscar en ellas vosotros mismos todas las aplicaciones. Someted todas vuestras acciones a la prueba de la caridad, y vuestra conciencia os contestará: no solamente os evitará el hacer mal, sino que os hará hacer bien, porque no basta una virtud negativa, sino que es necesario la acción de la voluntad; para no hacer mal, basta muchas veces la inercia y la indiferencia.

Amigos míos, dad gracias a Dios que ha permitido que pudiéseis gozar de la luz del Espiritismo, no porque los que la poseen pueden ser los únicos que se salven, sino porque, ayudándoos a comprender mejor las enseñanzas de Cristo, hace de vosotros mejores cristianos. Haced, pues, que al veros se pueda decir, que verdadero espiritista y verdadero cristiano, son una sola cosa y una misma cosa: porque todos los que practican la caridad, son los discípulos de Jesús, cualquiera que sea el culto a que pertenezcan. (Pablo, apóstol. París, 1860.)