EL CIELO Y EL INFIERNO o La Justicia Divina según el Espiritismo

Allan Kardec

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24. La nueva revelación, dando ideas más sanas de la vida futura, y probando que puede salvarse el hombre por sus propias obras, debe encontrar una oposición tanto más viva cuanto agota una fuente muy importante de productos. Así sucede cada vez que un descubrimiento o una invención viene a cambiar las costumbres. Los que viven de los antiguos usos predican y desacreditan los nuevos, aunque sean más económicos. ¿Se cree, por ejemplo, que la imprenta, a pesar de los servicios que debía prestar a la Humanidad, debió ser aclamada por la numerosa clase de los copistas? No, ciertamente, debieron maldecirla. Así ha acontecido con otros respecto de las máquinas, líneas de ferrocarril y otras cien cosas. A los ojos de los incrédulos, el dogma de la eternidad de las penas es una cuestión fútil de la que se ríen.


A los ojos del filósofo, tiene una gravedad social por los abusos a que da lugar. El hombre verdaderamente religioso ve la dignidad de la religión interesada en la destrucción de estos abusos y de su causa.