EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS

Allan Kardec

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6. Hagamos por un instante abstracción de los hechos que, para nosotros, hacen la cosa incontestable; admitámoslos a título de simple hipótesis; pidamos que los incrédulos nos prueben, no por una simple negativa, porque su dictamen personal no puede hacer ley, sino por razones perentorias, que esto no puede ser. Nosotros nos colocaremos sobre su terreno, y puesto que quieren apreciar los hechos espiritistas con ayuda de las leyes de la materia, que tomen, por consiguiente, en este arsenal, alguna demostración matemática, física, química, mecánica, y fisiológica, y prueben por a más b, partiendo siempre del principio de la existencia y supervivencia del alma:

1º Que el ser que piensa en nosotros durante la vida no debe pensar más después de la muerte.

2º Que, si piensa, no debe pensar más en los que ha amado.

3º Que si piensa en aquellos que ha amado, no debe querer ya comunicarse con ellos.

4º Que si puede estar por todas partes, no puede estar a nuestro lado.

5º Que si está a nuestro lado, no puede comunicarse con nosotros.

6º Que por su envoltura fluídica no puede obrar sobre la materia inerte.

7º Que si puede obrar sobre la materia inerte, no puede obrar sobre un ser animado.

8º Que si puede obrar sobre un ser animado, no puede dirigir su mano para hacerle escribir.

9º Que pudiendo hacerlo escribir, no puede responder a sus preguntas y trasmitirle su pensamiento.


Cuando los adversarios del Espiritismo nos hayan demostrado que esto no puede ser, por razones tan patentes como aquellas por las cuales Galileo demostró que no es el Sol el que da vueltas alrededor de la Tierra, entonces podremos decir que sus dudas son fundadas; desgraciadamente hasta este día toda su argumentación se resume en estas palabras: Yo no creo, luego esto es imposible. Nos dirán sin duda que toca a nosotros probar la realidad de las manifestaciones; nosotros se la probamos por los hechos y el raciocinio; si no admiten ni lo uno ni lo otro, si aún niegan lo que ven, corresponde a ellos el probar que nuestro raciocinio es falso y que los hechos son imposibles.