EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS

Allan Kardec

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Objetos Lanzados

92. La explicación dada al movimiento de los cuerpos inertes se aplica, naturalmente, a todos los efectos espontáneos que acabamos de ver. Los ruidos, aunque más fuertes que los golpes dados en la mesa, tienen la misma causa; los objetos lanzados o cambiados de puesto lo son por la misma fuerza que levanta un objeto cualquiera. Una circunstancia viene también aquí en apoyo de esta teoría. Se podría preguntar: ¿dónde está el médium en esto? Los Espíritus nos han dicho que en semejante caso hay siempre alguno cuyo poder se ejerce sin que él lo sepa. Las manifestaciones espontáneas se producen muy raramente en los puntos aislados; tienen lugar casi siempre en las casas habitadas y por causa y mediación de ciertas personas que ejercen una influencia sin quererlo; estas personas son verdaderos médiums que ellos mismos ignoran su facultad, y que nosotros llamamos por esta razón médiums naturales; son, con respecto a los otros médiums lo que los sonámbulos naturales son a los sonámbulos magnéticos, que también son dignos de observar.

93. La intervención voluntaria o involuntaria de una persona dotada de cierta aptitud especial para la producción de estos fenómenos, parece ser necesaria en la mayor parte de los casos, aunque haya algunos en que el Espíritu parezca obrar solo; pero entonces podría ser que tomase el fluido animalizado de otra parte que de la persona presente. Esto explica por qué los Espíritus que nos rodean sin cesar no producen a cada instante perturbaciones. Es menester, desde luego, que el Espíritu lo quiera, que tenga un fin, un motivo, sin esto no hace nada. Luego es menester que en el acto encuentre, precisamente en el lugar en que quiera obrar, una persona apta para secundarle, coincidencia que se encuentra muy raramente. Sobreviniendo esta persona inopinadamente, se aprovecha de ello. A pesar de la reunión de circunstancias favorables, podría también ser impedido por una voluntad superior que no le permitiría obrar a su gusto. Puede no serle permitido hacerlo sino dentro de ciertos limites, y en caso que estas manifestaciones fuesen juzgadas útiles, ya sea como medio de convicción, ya sea como prueba para la persona que es el objeto.

94. No citaremos a este fin más que la conversación provocada a propósito de los hechos, que pasaron en junio, de 1860 en la calle de Noyers, en París. Se encontrarán los detalles en la Revista Espírita, número de agosto de 1860.


1. (A San Luis). ¿Tendréis la bondad de decirnos si los hechos que se dicen haber pasado en la calle de los Noyers son reales? En cuanto a la posibilidad no lo dudamos. Sí, estos son hechos verdaderos; solo que la imaginación de los hombres los ha abultado, ya sea por miedo, ya sea por ironía; pero, lo repito, son verdaderos. Estas manifestaciones son provocadas por un Espíritu que se divierte un poco a costa de los habitantes del lugar.


2. ¿Hay en la casa una persona que sea causa de estas manifestaciones? Estas manifestaciones son siempre causadas por la presencia de la persona a la cual se ataca; es que el Espíritu perturbador mirando el habitante del lugar donde está quiere hacerle ruindades o que se vaya de la habitación.


3. Nosotros preguntamos si entre los habitantes de la casa hay alguno que sea la causa de estos fenómenos por una influencia mediúmnica, espontánea e involuntaria. Es muy necesario; “sin esto el hecho no podría tener lugar”. Un Espíritu habita un paraje de predilección para él; permanece en la inacción hasta tanto que una naturaleza que le sea conveniente se presente en este lugar; cuando llega esta persona se divierte tanto como puede.


4. La presencia de esta persona sobre los mismos lugares, ¿es indispensable? Es el caso más ordinario, y este es el del hecho que citáis; por eso he dicho que sin esto el hecho no podría tener lugar; pero yo no he querido generalizado; hay casos en que la presencia inmediata no es necesaria.


5. Estos Espíritus, siendo siempre de un orden inferior, la aptitud que les sirve de auxiliar es una presunción desfavorable para la persona? ¿anuncia esto una simpatía con los seres de esta naturaleza? No, precisamente porque esta aptitud proviene de una disposición física; sin embargo esto anuncia muy a menudo una tendencia material que sería preferible no tener; porque cuanto más se está elevado moralmente, más se atrae a sí a los buenos Espíritus, que alejan necesariamente a los malos.


6. ¿Dónde va a tomar el Espíritu los proyectiles de que se sirve? Estos objetos diversos son lo más de las veces tomados en los mismos lugares o en la vecindad, una fuerza que viene del Espíritu los lanza en el espacio y caen en el paraje designado por este Espíritu.


7. Puesto que las manifestaciones espontáneas son muchas veces permitidas y aun provocadas con el fin de convencer, nos parece que si ciertos incrédulos fuesen personalmente el objeto se verían forzados a rendirse a la evidencia. Se quejan algunas veces de no poder ser testigos de hechos concluyentes; ¿podría depender de los Espíritus el hacerles dar alguna prueba sensible? Los ateos y los materialistas ¿no son a cada instante testigos de la potencia de Dios y del pensamiento? Esto no les impide negar a Dios y el alma. Los milagros de Jesús ¿han convertido a todos sus contemporáneos? Los fariseos que le decían: “Maestro, hacednos ver algún prodigio”, ¿no se parecen a los que en vuestros tiempos piden que les hagáis ver manifestaciones? Si no están convencidos por las maravillas de la creación menos lo están aun cuando los Espíritus se les aparecieren de la manera menos inequívoca, porque su orgullo les pone como los caballos rebelones. Las ocasiones de ver no les faltarán si las buscan de buena fe; por esto Dios no juzga a propósito hacer por ellos más de lo que hace por aquellos que procuran sinceramente la instrucción, porque sólo recompensa a los hombres de buena voluntad. Su incredulidad no impedirá el que se cumpla la voluntad de Dios; ved bien que ella no ha impedido a la doctrina su propagación. Cesad pues de inquietaros por su oposición, que es a la doctrina como la sombra es al cuadro y le da mayor relieve. ¿Qué méritos tendrían el ser convencidos por la fuerza? Dios les deja toda la responsabilidad de su terquedad, y esta responsabilidad será más terrible de lo que pensáis. Bienaventurados aquellos que creen sin haber visto, dijo Jesús, porque esos no dudan de la potencia de Dios.


8. ¿Creéis que sería inútil evocar este Espíritu para pedirle algunas explicaciones? Evocadle si queréis; pero es un Espíritu inferior que no os dará más que contestaciones bastante insignificantes.



95. Conversación con el Espíritu perturbador de la calle de Noyers.


1. Evocación. ¿Para qué me queréis que me llamáis así? ¿Queréis, acaso, que os apedree? Entonces, se vería un bonito sálvese quien pueda, a pesar de vuestro grave aspecto.


2. Aunque tú nos apedrees no nos asustarías por eso y quisiéramos saber si podrías hacerlo. Podría muy bien ser que no pudiera; tenéis un guardián que vela mucho por vosotros.


3. En la calle de Noyers ¿había una persona que te servía de auxiliar para facilitarte las bromas pesadas que hacías a los habitantes de la casa? Ciertamente encontré un buen instrumento, y ningún Espíritu docto, sabio y mojigato para impedírmelo; porque soy alegre y me gusta divertirme de cuando en cuando.


4. ¿Qué persona te ha servido de instrumento? Una moza de servicio.


5. ¿Te servía de auxiliar sin saberlo? ¡Oh! Sí, pobre muchacha. Ella era la que más se asustaba.


6. ¿Obrabas con un fin hostil? No tenía ningún fin hostil; pero los hombres que de todo sacan partido, se aprovecharon de esto.


7. ¿Qué entiendes tú por eso? No te comprendemos. Procuraba divertirme; pero vosotros estudiaréis la cosa y tendréis un hecho más para demostrar que existimos.


8. Tú dices que no tenías ningún fin hostil, y sin embargo has roto todos los cristales de la habitación, de este nodo has causado un perjuicio real. Es un detalle.


9. ¿Dónde te has procurado los objetos que han lanzado? Son bastante comunes; los he encontrado en el patio, en los jardines vecinos.


10. ¿Los has encontrado todos o has fabricado algunos? (Véase, más adelante, el Cap. VIII). Nada he creado, nada he compuesto.


11. Si tú no los hubieras encontrado, ¿habrías podido fabricarlos? Hubiera sido más difícil, pero en rigor, se mezclan las materias y esto hace un todo cualquiera.


12. Ahora dinos cómo los has lanzado. ¡Ah! Eso es más difícil de decir; me he servido de la naturaleza eléctrica de esta muchacha, junto con la mía, menos material; de este modo hemos podido transportar entre los dos estas diversas materias.


13. Pienso que querrás darnos algunos indicios sobre tu persona. Dinos, pues, desde luego, si hace mucho tiempo que has muerto. Hace bastante tiempo; hará como una cincuentena de años.


14. ¿Qué eras tú cuando vivías? Poca cosa de bueno; yo recogía trapos en este barrio y se me decían algunas veces tonterías porque me gustaba mucho el licor rojo del buen hombre Noé; este es el motivo por que yo quería que todos levantasen el campo.


15. ¿Eres tú mismo el que ha contestado a nuestras preguntas y lo has hecho por tu propia voluntad? Tengo un instructor.


16. ¿Quién es ese instructor? Vuestro buen rey Luis.


Observación. – Esta pregunta fue motivada por la naturaleza de ciertas respuestas, que parecían superar el alcance de este Espíritu por el fondo de las ideas, y aun por la forma del lenguaje. No tiene nada de admirable que fuese ayudado por un Espíritu más ilustrado, que quiso aprovechar esta ocasión para darnos una instrucción. Este es un hecho muy ordinario; pero la particularidad notable en esta circunstancia, ha sido que la influencia del otro Espíritu se ha hecho sentir sobre la misma escritura; la de las respuestas en que ha habido intervención es más regular y más corrida; la del trapero es angulosa, gruesa, irregular, a menudo poco legible, y tiene otro carácter.


17. ¿Qué haces ahora? ¿Te ocupas de tu porvenir? Todavía no; estoy errante. Se piensa tan poco en mí sobre la Tierra, que nadie ruega por mí; por lo mismo que no estoy ayudado, no trabajo. Observación. – Se verá más tarde cuánto se puede contribuir al adelantamiento y al alivio de los Espíritus inferiores por la oración y los consejos.


18. ¿Cuál era tu nombre cuando vivías? Juanito.

19. Pues bien, Juanito: nosotros rogaremos por ti. Dinos si nuestra evocación te ha gustado o te ha contrariado. Antes me ha dado placer, porque sois buenos muchachos, alegres vivientes, aunque un poco austeros; pero ¡qué importa! Me habéis escuchado y estoy contento. Juanito.