Viaje Espírita en 1862

Allan Kardec

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Hay un punto sobre el cual considero un deber llamar vuestra atención. Quiero hablaros de las sórdidas maniobras de los adversarios del Espiritismo que, después de haberlo atacado en forma franca, pero infructuosa, tratan de hacerlo ahora por sus espaldas. Es esta una táctica sobre la cual es preciso que estéis prevenidos.

Como sabéis, al Espiritismo ya se lo combatió por todos los medios posibles: lo atacaron en nombre de la razón, de la ciencia y de la religión. Nada de eso fue certero. Se intentó cubrirlo del más premeditado ridículo, y el ridículo se deslizó sobre él como agua sobre el mármol. No se obtuvo más éxito con la amenaza ni con la persecución. Si ellas encontraron frágiles arbustos, también se enfrentaron con robustos robles que no pudieron doblar. Además, no consiguieron debilitar ninguna convicción. ¿Deberíamos suponer por ello que el enemigo ya se rindió? ¡No! Le restan aún dos últimos recursos que, confiamos, no han de resultarles mejor, gracias a la vigilancia y el buen sentido de todos los verdaderos espiritas, quienes sabrán preservarse de los enemigos internos como han podido rechazar a los externos.

No habiendo podido lograr el ridículo del Espiritismo, invulnerable bajo la égida de su sublime moral, esta vez intentan desacreditar a los espíritas, esto es, provocando actos extravagantes en ciertos espiritas o seudo espíritas, responsabilizando luego a todos de lo realizado por unos pocos. Lo que desean, por sobre todo, es ligar los vocablos espírita, Espiritismo y médium con los de embaucadores, mercenarios, nigromantes y decidores de la suerte, para lo cual no les será difícil encontrar a las personas que los ayuden a utilizar prácticas místicas o cabalísticas y justificar lo que se animaron a afirmar en ciertos periódicos: que los espíritas se entregan a las prácticas de la magia y de la hechicería y que sus reuniones no son otra cosa que renovadas escenas sabáticas. En conocimiento de que unos famosos saltimbanquis informaban de las representaciones de médiums norteamericanos y de otras nacionalidades, como se anuncia en el Hércules del Norte, ellos se restregan las manos excitados de alegría y corren a proclamar públicamente que el respetable Espiritismo se ha reducido a un espectáculo de feria.

Los verdaderos espíritas, obviamente, nunca habrán de brindarles esa satisfacción, y las personas de sano juicio sabrán siempre establecer diferencias entre lo serio y lo burlesco; no obstante, es preciso estar en guardia contra todo lo que pueda favorecer a tales críticas. Ante semejante situación, es importante cuidar hasta de las apariencias. Un detalle fundamental para dar un desmentido formal a esas alegaciones de la maledicencia, es el desinterés. ¿Qué podrá decirse de personas que todo lo hacen por devoción y sin esperar retribución alguna? ¿Cómo calificarlos de charlatanes mercenarios si ellos nada exigen? ¿Cómo alegar que viven del Espiritismo al igual que otras personas viven de sus negocios comunes? ¿Qué ventaja personal podrán ellos extraer del fraude si, por el contrario, su creencia los incentiva al sacrificio, a la abnegación y al más grande desprecio e indiferencia por los honores y las posesiones terrenas?

Yo lo repito: el desinterés moral y material será siempre la respuesta más concluyente que se pueda dar a los detractores de la Doctrina. Éstos lograrían la mayor satisfacción si pudiesen sustraerle esa solvencia moral, aun por medio de los pretextos o infundios y hasta llegando a pagar a algunas personas para desempeñar determinadas comedías. Actuar de otra forma será, pues, ofrecerles armas. ¿Queréis la prueba? Ella está en lo que leemos en el Courrier de l'Est, periódico publicado en Bar-leDuc, que fue cuidadosamente transcripto por el Courrier de Lot, editado en Cahors, además de otras publicaciones que, en serie, intentaban desafiarnos:

"... El Espiritismo tiene por partidarios tres clases bien distintas de individuos: los que de él viven, los que con él se divierten y los que en él creen. Magistrados, médicos, personas de responsabilidad se encuentran entre sus adeptos, y éstos, aunque inocentes, son extremadamente útiles a aquellos que de él viven. Los médiums constituyen hoy en día una categoría de industriales no registrados que, no por esto dejan de hacer su comercio, un verdadero comercio al respecto del cual deseo hablaros..."

Sigue luego un largo artículo condimentado con especias poco saludables, en el que se describe una sesión a la que el autor asistió y figura un pasaje, que trascribimos, relacionado con una señora que esperaba recibir una comunicación de su hija

"Y la mesa se dirigió hacia la infeliz madre, que se retorcía víctima de espasmos nerviosos. Cuando se rehizo de su emoción, le ofrecieron una copia del mensaje recibido: Costo, veinte francos; y el precio no es excesivo tratándose de una hija adorada".

Si debemos creer al autor del artículo, la sesión no se desarrolló de una forma que predominaran en ella el respeto y el recogimiento, puesto que él agrega:

"El señor que interrogaba a los Espíritus no me pareció con la dignidad que la situación de los interlocutores exigía: no brindaba a sus funciones mayor majestad que si estuviese trinchando una pierna de cordero en la mesa de huéspedes de Batignolles" .

Lo que más contrista es que Baya podido decir que vio establecer precios por las manifestaciones. Sin embargo, lo que es digno de lamentar en este caso es que se juzgue a una obra por su parodia. Además, es eso lo que hacen la mayoría de los críticos cuando afirman: ¡Yo vi!

Esos abusos, como dije, son excepciones, muy raras excepciones. Si los menciono con insistencia es porque tales hechos son en los que se fundamentan más los pretextos de la mala fe, si es que ellos ya, de por sí, no constituyen una obra de calculada maledicencia. De hecho, ellos no se podrían propagar en medio de una inmensa mayoría integrada por personas respetables que comprendiesen la verdadera misión del Espiritismo y las responsabilidades con que él nos inviste, así como la grave dignidad que le es propia. Es un deber, pues, negar toda solidaridad con los abusos que podrían comprometerlo, poniendo bien en claro, además, que no se pueden defender tan tristes hechos ni frente a la justicia ni ante la opinión pública.

Con todo, este no es el único escollo que se nos presenta a la vista. Ya dije que los adversarios tienen otra táctica para alcanzar sus fines: ella consiste en sembrar la desunión entre los adeptos, atizando el fuego de pequeñas pasiones y fomentando la envidia y el rencor, a la vez que generando cismas y suscitando las causas de antagonismos y de rivalidad entre los grupos con el fin de llevarlos a constituir diversos campos. ¡Y no creáis que son los enemigos declarados los que de esta forma actúan! Son los seudo amigos de la Doctrina y, con frecuencia, aquellos que más ardientes se muestran. En oportunidades, y con astucia, harán sacar las castañas del fuego a las mismas manos de amigos sinceros e inocentes que, hábilmente engañados, procederán de buena fe y sin desconfianza. Recordaos de que la lucha no ha terminado y se encuentra aún a vuestras puertas. Manteneos constantemente en guardia a fin de que ella no os encuentre desprevenidos. En caso de inseguridad, tenéis un faro que no os puede hacer equivocar: es la caridad, que jamás yerra. Considerad, pues, de origen sospechoso todo consejo, toda insinuación que tienda a sembrar entre vosotros gérmenes de discordia y haceros extraviar del camino recto que os enseña la caridad en todo y por todos.