EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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48. En la obsesión hay siempre un Espíritu maligno. En la posesión puede tratarse de un Espíritu bueno que quiere hablar y que, para causar mayor impresión a los oyentes, toma el cuerpo de un encarnado, que se lo presta voluntariamente como le prestaría su ropa a otra persona. Eso se lleva a cabo sin que haya perturbación ni malestar, y durante ese tiempo el Espíritu encarnado se encuentra en libertad, como sucede en el estado de emancipación. Además, la mayoría de las veces se mantiene al lado de su sustituto para escucharlo.


Cuando el Espíritu posesor es malo, las cosas ocurren de otro modo. No toma el cuerpo del encarnado, sino que se apodera de él en caso de que su titular no posea suficiente fuerza moral para resistirse. Y lo hace por maldad hacia él, a quien tortura y martiriza de todas las formas, incluso al extremo de intentar exterminarlo, sea por estrangulamiento, empujándolo al fuego o a otros lugares peligrosos. Valiéndose de los miembros y de los órganos del desdichado paciente, blasfema, injuria y maltrata a los que lo rodean, y se entrega a excentricidades y a actos que presentan todas las características de la locura furiosa.


Los hechos de este tipo, en diferentes grados de intensidad, son muy numerosos, y muchos casos de locura no tienen otra causa. Con frecuencia se suman a ellos desórdenes patológicos, que son meras consecuencias de ese proceso, y en oposición a los cuales de nada sirven los tratamientos médicos mientras subsista la causa que les ha dado origen. El espiritismo, así como da a conocer esa fuente de donde proviene una parte de las miserias humanas, también indica la manera de remediarlo: actuar sobre el autor del mal: un ser que, puesto que es inteligente, debe ser tratado con inteligencia. *



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* Véanse ejemplos de curas de obsesiones en la Revista Espírita, diciembre de 1863; enero y junio de 1864; enero y junio de 1865; febrero de 1866; junio de 1867. (N. de Allan Kardec.)