EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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Para las almas que sufren y piden oraciones

64. Prefacio. Para comprender el alivio que la oración puede procurar a los espíritus que sufren, es menester referirse a su modo de acción, que se ha explicado más arriba. (Capítulo XXVII, números 9, 18 y siguientes). El que está penetrado de esta verdad, ruega con más fervor por la certeza de que no ruega en vano.

65. Oración. Dios clemente y misericordioso, haced que vuestra bondad se extienda sobre todos los espíritus que desean nuestras oraciones, y particularmente sobre el alma de N...


Espíritus buenos cuya única ocupación es el bien, interceded comigo para su alivio. Haced que resplandezca a sus ojos un rayo de esperanza, y que la divina luz les ilumine y les haga ver las imperfecciones que les alejan de la morada de los bienaventurados. Abrid su corazón al arrepentimiento. Hacedles comprender que por su esfuerzo pueden abreviar el tiempo de sus pruebas.


¡Que Dios con su bondad les dé fuerza para perseverar en sus buenas resoluciones!


Que estas palabras benévolas puedan mitigar sus penas demostrándoles que hay en la tierra quien toma parte en ellas y que desea su felicidad.

66. Otra. Os suplicamos, Señor, que derraméis sobre todos los que sufren, sea en el espacio como espíritus errantes, sea entre nosotros como espíritus encarnados, las gracias de vuestro amor y de vuestra misericordia. Tened compasión de nuestras debilidades. Vos nos habéis hecho falibles, pero nos habéis dado la fuerza para resistir al mal y vencerlo. Que vuestra misericordia se extienda sobre todos los que no han podido resistir a sus malas inclinaciones y están aún arrastrándose en un mal camino. Que vuestros buenos espíritus le rodeen; que vuestra luz resplandezca a sus ojos, y que, atraídos por un calor vivificante, vengan a prosternarse a vuestros pies, humildes, arrepentidos y sumisos.


Os rogamos igualmente, Padre de misericordia, por aquellos de nuestros hermanos que no han tenido la fuerza de sobrellevar las pruebas terrestres. Vos nos dais una carga para llevar, Señor, y nosotros sólo debemos depositarla a vuestros pies; pero nuestra debilidad es grande y el valor nos falta algunas veces por el camino. Tened piedad de estos servidores indolentes que han abandonado la obra antes de tiempo; que vuestra justicia les excuse y permita a vuestros buenos espíritus llevarles el alivio, los consuelos y la esperanza del porvenir. La vista del perdón fortifica el alma; mostradlo, Señor, a los culpables que desesperan, y sostenidos por esta esperanza sacarán fuerza del mismo cúmulo de sus faltas y de sus sufrimientos para rescatar su pasado y prepararse a conquistar el porvenir.