EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

Volver al menú
IV. - ORACIONES PARA LOS QUE YA NO ESTAN EN LA TIERRA

Para los recién fallecidos

59. Prefacio. Las oraciones por los espíritus que acaban de dejar la Tierra, no tienen sólo por objeto el darles un testimonio de simpatía, sino que tienen también por objeto ayudar a su desprendimiento, y por lo tanto, abreviar la turbación que sigue siempre a la separación, y darles más calma al despertar. Pero también en ésta, como en cualquier otra circunstancia, la eficacia está en la sinceridad del pensamiento y no en la abundancia de palabras dichas con más o menos pompa, y en las cuales muchas veces el corazón no forma ninguna parte.


Las oraciones que parten del corazón, resuenan alrededor del espíritu, cuyas ideas están aún confusas, como las voces amigas que nos sacan del sueño. (Cap. XXVII, núm. 10).

60. Oración. Dios Todopoderoso, ¡que vuestra misericordia se extienda sobre esa alma que acabáis de llamar a Vos! ¡Que las pruebas que ha sufrido en esta vida le sean tomadas en cuenta, y nuestras oraciones puedan aliviar y abreviar las penas que tenga aún que sufrir como espíritu!


Espíritus buenos que habéis venido a recibirle, y sobre todo vos, su ángel de la guardia, asistidle para ayudarle a despojarse de la materia; dadle la luz y la conciencia de si rnismo con el fin de sacarle de la turbación que acompaña al tránsito de la vida corporal a la vida espiritual. Inspiradle el arrepentimiento de las faltas que haya cometido y el deseo de que le sea permitido el repararlas para activar sú adelantamiento hacia la vida de eterna bienaventuranza.


N... acabas de entrar en el mundo de los espíritus, y sin embargo estás presente entre nosotros; nos oyes y nos escuchas, porque no hay más diferencia entre tú y nosotros que el cuerpo perecedero que acabas de dejar y que muy pronto será reducido a polvo.


Has dejado la grosera envoltura sujeta a las vicisitudes y a la muerte y sólo conservas la envoltura etérea, imperecedera e inaccesible a los sufrimientos. Si no vives ya por el cuerpo, vives de la vida de los espíritus, y esta vida está exenta de las miserias que afligen a la humanidad.


Tampoco tienes el velo que oculta a nuestros ojos los resplandores de la vida futura; de hoy en adelante podrás contemplar nuevas maravillas, mientras que nosotros estamos aún sumergidos en las tinieblas.


Vas a recorrer el espacio y visitar los mundos con toda libertad, mientras que nosotros nos arrastramos penosamente sobre la tierra, en la que nos retiene nuestro cuerpo material, semejante para nosotros a una carga muy pesada.


El horizonte del infinito va a desarrollarse delante de tí, y en presencia de tanta grandeza comprenderás la voluntad de nuestros deseos terrestres, de nuestras ambiciones mundanas y de nuestros goces fútiles de que los hombres hacen sus delicias.


La muerte es sólo para los hombres una separación material de algunos instantes. Desde el lugar del destierro en donde nos retiene aún la voluntad de Dios, así como los deberes que tenemos que cumplir en la tierra, te seguiremos con el pensamiento hasta el momento en que se nos permita reunirnos a tí, así como tú te has reunido con los que te han precedido.


Si nosotros no podemos ir a tu lado, tú puedes venir al nuestro. Ven, pues, entre los que te aman y que has amado; sosténles en las pruebas de la vida, vela por los que te son queridos, protégeles según tu poder y calma sus pesares con el pensamiento de que eres más feliz ahora y con la consoladora certeza de estar reunidos un día en mundo mejor.


En el mundo donde estás deben extinguirse todos los resentimientos terrestres. ¡Que a ellos seas inaccesible para tu felicidad futura! Perdona, pues, a los que han podido hacerte algún agravio, como ellos te perdonan el que tú puedes haberles hecho.


Nota: Pueden añadirse a esta oración, aplicable a todos, algunas palabras especiales, según las circunstancias particulares de familia o de relación y la posíción del difunto.


Si se trata de un niño, el Espiritismo nos enseña que éste no es un espíritu de creación reciente, sino que ha vivido ya y puede ser también muy avanzado. Si su última existencia ha sido corta es porque no era más que un complemento de la prueba, o debía ser una prueba para su padres. (Cap. V, número 21).

61. Otra. Señor Todopoderoso, ¡que vuestra misericordia se extienda sobre nuestros hermanos que acaban de dejar la Tierra! ¡que vuestra luz resplandez ca a sus ojos! ¡Sacadles de las tinieblas, abridles los ojos y los oídos! ¡que vuestros espíritus les rodeen y les hagan oir las palabras de paz y de esperanza!


Señor, por indignos que seamos nos atrevemos a implorar vuestra misericordiosa indulgencia en favor de aquél de nuestros hermanos que acaba de ser llamado del destierro; haced que su regreso sea el del hijo pródigo. Olvidad, ¡oh Dios mio! las faltas que ha podido cometer, para acordaros del bien que hizo. Vuestra justicia es inmutable, lo sabemos, pero vuestro amor es inmenso; os suplicamos que aplaquéis vuestra justicia por ese manantial de bondad que mana de vos.


¡Que la luz se haga por tí, hermano mío, que acabas de dejar la Tierra! ¡Que los buenos espíritus del Señor desciendan hacia tí, rodeándote y ayudándote a sacudir tus cadenas terrestres! CQmprende y mira la grandeza de Nuestro Señor; sométete sin murmurar a su justicia, pero no desesperes jamás de su misericordia. ¡Hermano! ¡que una formal mirada sobre tu pasado te abra las puertas del porvenir haciéndote comprender las faltas que dejas detrás de tí y el trabajo que te queda para repararlas! ¡Que Dios te perdone y que sus buenos espíritus te sostengan y te animen! Tus hermanos de la tierra rogarán por ti y te piden que ruegues por ellos. (1)


_________
(1) Esta oración fué dictada a un medium de Bordeaux en el momento en que pasaba por delante de sus ventanas el entierro de un desconocido.


Para las personas que se han amado

62. Prefacio. ¡Qué espantosa es la idea de la nada! ¡Qué dignos son de compasión los que creen que la voz del amigo que llora a su amigo se pierde en el vacío y no encuentra ningún eco que le responda! ¡No han conocido nunca las puras y santas afecciones los que piensan que todo muere con el cuerpo; que el genio que ha iluminado el mundo con su vasta inteligencia es un juego de la materia que se extingue para siempre como un soplo; que del más querido ser, de un padre, de una madre o de un hijo adorado, sólo queda un poco de polvo que el tiempo disipa para siempre!


¿Cómo un hombre de corazón puede quedar tranquilo con este pensamiento? ¿Cómo la idea de un anonadamiento absoluto no le hiela de espanto y no le hace desear al menos que no sea así? Si hasta el presente su razón no ha bastado para salir de dudas, ahí está el Espiritismo que viene a disipar toda incertidumbre sobre el porvenir, pruebas materiales que da la supervivencia del alma y <1e la existencia de los seres de ultratumba. Así es que por todas partes son acogidas estas pruebas con alegría, y renace la confianza, porque el hombre sabe de aquí en adelante que la vida terrestre sólo es un corto pasaje que conduce a una vida mejor, que sus trabajos en este mundo no se pierden para él, y que los afectos más sanos no se rompen para siempre. (Cap. IV, núm. 18; cap. V, núm. 21).

63. Oración. Dignáos, ¡oh Dios mío! acoger favorablemente la oración que os dirijo por el espíritu de N... hacedle entrever vuestras divinas luces y que le sea fácil el camino de la felicidad eterna. Permitid que los buenos espíritus le lleven mis palabras y mi pensamiento.


Tú que me eres querido en este mundo, oye mi voz que te llama para darte una nueva prueba de mi afecto. Dios ha permitido que fueses el primero en adquirir la libertad; no podría quejarme de ello sin egoísmo, porque sería desear para tí las penas y sufrimientos de esta vida. Espero, pues, con resignación el momento de nuestra reunión en el mundo más feliz en que me has precedido.


Yo sé que nuestra separación es momentánea y que por larga que pudiera parecerme, su duración se borra ante la eterna felicidad que Dios promete a sus elegidos. Que su bondad me preserve de hacer nada que pueda retardar este instante deseado, y que me ahorre de este modo el dolor de no volverte a encontrar al salir de mi cautiverio terrestre.


¡Oh! ¡Qué dulce y consoladora es la certeza de que sólo hay entre nosotros un velo material que te oculta a mi vista! Que puedes estar aquí, a mi lado, verme y oírme como otras veces, y aún mejor que antes; que no me olvidas como yo tampoco te olvido; que nuestros pensamientos no cesan de confundirse, y que el tuyo me sigue y me sostiene siempre.


Que la paz del Señor sea contigo.



Para las almas que sufren y piden oraciones


64. Prefacio. Para comprender el alivio que la oración puede procurar a los espíritus que sufren, es menester referirse a su modo de acción, que se ha explicado más arriba. (Capítulo XXVII, números 9, 18 y siguientes). El que está penetrado de esta verdad, ruega con más fervor por la certeza de que no ruega en vano.

65. Oración. Dios clemente y misericordioso, haced que vuestra bondad se extienda sobre todos los espíritus que desean nuestras oraciones, y particularmente sobre el alma de N...


Espíritus buenos cuya única ocupación es el bien, interceded comigo para su alivio. Haced que resplandezca a sus ojos un rayo de esperanza, y que la divina luz les ilumine y les haga ver las imperfecciones que les alejan de la morada de los bienaventurados. Abrid su corazón al arrepentimiento. Hacedles comprender que por su esfuerzo pueden abreviar el tiempo de sus pruebas.


¡Que Dios con su bondad les dé fuerza para perseverar en sus buenas resoluciones!


Que estas palabras benévolas puedan mitigar sus penas demostrándoles que hay en la tierra quien toma parte en ellas y que desea su felicidad.

66. Otra. Os suplicamos, Señor, que derraméis sobre todos los que sufren, sea en el espacio como espíritus errantes, sea entre nosotros como espíritus encarnados, las gracias de vuestro amor y de vuestra misericordia. Tened compasión de nuestras debilidades. Vos nos habéis hecho falibles, pero nos habéis dado la fuerza para resistir al mal y vencerlo. Que vuestra misericordia se extienda sobre todos los que no han podido resistir a sus malas inclinaciones y están aún arrastrándose en un mal camino. Que vuestros buenos espíritus le rodeen; que vuestra luz resplandezca a sus ojos, y que, atraídos por un calor vivificante, vengan a prosternarse a vuestros pies, humildes, arrepentidos y sumisos.


Os rogamos igualmente, Padre de misericordia, por aquellos de nuestros hermanos que no han tenido la fuerza de sobrellevar las pruebas terrestres. Vos nos dais una carga para llevar, Señor, y nosotros sólo debemos depositarla a vuestros pies; pero nuestra debilidad es grande y el valor nos falta algunas veces por el camino. Tened piedad de estos servidores indolentes que han abandonado la obra antes de tiempo; que vuestra justicia les excuse y permita a vuestros buenos espíritus llevarles el alivio, los consuelos y la esperanza del porvenir. La vista del perdón fortifica el alma; mostradlo, Señor, a los culpables que desesperan, y sostenidos por esta esperanza sacarán fuerza del mismo cúmulo de sus faltas y de sus sufrimientos para rescatar su pasado y prepararse a conquistar el porvenir.



Para un enemigo muerto

67. Prefacio. La caridad hacia nuestros enemigos debe seguirles hasta más allá de la tumba. Es preciso pensar que el daño que os han hecho ha sido para nosotros una prueba que ha podido ser útil a nuestro adelantamiento, si hemos sabido aprovecharnos. Puede aún sernos más provechosa que las aflicciones puramente materiales, porque el valor y a la resignación nos ha permitido unir la caridad y el olvido de las ofensas. (Cap. X, núm. 6; cap. XII, núms. 5 y 6).

68. Oración. Señor, os habéis dignadó llamar antes que a mí el alma de N... Yo le perdono el daño que me ha hecho y sus malas intenciones hacia mí; que de ello tenga arrepentimiento ahora que ya no tiene las ilusiones de este mundo. Que vuestra misericordia, Dios mío, se extienda sobre él y alejad de mí el pensamiento de alegrarme de su muerte. Si le hice mal, que me lo perdone, así como yo olvido el que él me haya hecho.



Para un criminal

69. Prefacio. Si la eficacia de las oraciones fuese proporcionada a la de palabras, las más largas deberían reservarse para los más culpables, porque tienen más necesidad que los que han vivido santamente. Rehusarías a los criminales es faltar a la caridad y desconocer la misericordia de Dios creerlas inútiles, porque un hombre haya cometido tal o cual falta, es prejuzgar la justicia del Altísimo. (Cap. XI, núm. 14).

70. Oración. Señor, Dios de misericordia, no rechacéis a este criminal que acaba de dejar la tierra; la justicia de los hombres ha podido condenarle, pero no por esto se salva de vuestra justicia infalible, si su corazón no se ha conmovido por un sincero remordimiento.


Quitadle la venda que le oculta la gravedad de sus faltas. ¡Que con su arrepentimiento encuentre graciante vos, y que se alivien los sufrimientos de su alma! ¡Que nuestras oraciones y la intervención de los buenos espíritus puedan darle la esperanza y consuelo! Inspiradle el deseo de reparar sus malas acciones en una nueva existencia, y dadie fuerza para que no sucumba en las nuevas luchas que emprenderá.



Para un suicida

71. Prefacio. El hombre nunca tiene derechó de disponer de su propia vida, porque sólo pertenece a Dios sacarle del cautiverio terrestre cuando lo juzgue a propósito. Sin embargo, la justicia divina puede calmar sus rigores en favor de las circunstancias, pero reserva toda la severidad para aquel que ha querido sustraerse a las pruebas de la vida. El suicida es como el preso que se escapa de la cárcel antes de cumplir la condena, y a quien, cuando se le vuelve a prender se le detiene con más severidad. Lo mismo sucede con el suicida que cree escapar de las miserias presentes y se sumerge en desgracias mayores. (Cap. V, núm. 14 y siguientes).

72. Oración. Sabemos, Dios mío, la suerte reservada a los que violan vuestras leyes acortando voluntariamente sus días; pero también sabemos que vuestra misericordia es infinita; dignáos derramaría sobre el alma de N... ¡Que nuestras oraciones y nuestra con-miseración endulcen la amargura de los padecimientos que sufre por no haber querido tener el valor de esperar el fin de sus pruebas!


Espíritus buenos cuya misión es asistir a los desgraciados, tomadle bajo vuestra protección, inspiradie el arrepentimiento de su falta, y que vuestra asistencia le dé fuerza para sobrellevar con más resignación las nuevas pruebas que tendrá que sufrir para repararla. Separad de él a los malos espíritús que podrían de núevo conducirle al mal y que se prolongaran sus sufrimientos, haciéndole perder el fruto de sus pruebas futuras.


Tú, cuya desgracia es objeto de nuestras oraciones, ¡que nuestra conmiseración endulce tus amarguras y haga nacer en tí la esperanza de un porvenir mejor! Este porvenir está en tus manos; confía en la bondad de Dios, cuyo seno está abierto a todo arrepentimiento, pues sólo se cierra a los corazones endurecidos.



Para los espíritus arrepentidos

73. Prefacio. Seria injusto colocar en la categoría de los malos espíritus a los que sufren y, arrepentidos, piden oraciones; éstos han podido ser malos, pero ya no lo son, desde el momento que reconocen sus faltas y sienten haberlas cometido; sólo son desgraciados y algunos empiezan a gozar de una felicidad relativa.

74. Oración. Dios de misericordia, que aceptáis el arrepentimiento sincero del pecador, encarnado o desencarnado, aquí tenéis un espíritu que se ha complacido en el mal, pero que reconoce sus faltas y entra es el buen camino; dignaos, Dios mío, recibirle como a un hijo pródigo, y perdonadle.


Espíritus buenos cuya voz ha desconocido, de aquí en adelante quiere escucharos; permitid que pueda entrever la felicidad de los elegidos del Señor, con el fin de que persista en el deseo de purificarse para conseguirla; sostenedle en sus buenas resoluciones y dadle fuerza para resistir sus malos instintos.


Espíritu de N..., os felicitamos por vuestra conversión, y damos gracias a los buenos espíritus que os han ayudado.


Si antes os complacíais en el mal es porque no comprendíais cuán dulce es el goce de hacer el bien; os considerábais también demasiado bajo para poder consoguirlo; pero desde el instante en que habéis puesto el píe en el buen camino, una nueva luz ha brillado para vos; habéis empezado a disfrutar de una felicidad desconocida, y la esperanza ha entrado en vuestro corazón. Es que Dios escucha siempre la oración del pecador arrepentido y no rechaza a ninguno de los que vienen a El.


Para volver a entrar completamente en la gracia del Señor, aplicaos, desde hoy en adelante, no sólo a no hacer el mal, sino a hacer el bien, y sobre todo a reparar el mal que habéis hecho; entonces habréis satistecho a la justicia de Dios; cada buena acción borrará una de vuestras faltas pasadas.


El primer paso está dado; cuanto más avanzareis, tanto más fácil y agradable os será el camino. Perseverad, pues, y un día tendréis la dicha de contaros entre los espíritus buenos y felices.



Para los espíritus endurecidos

75. Prefacio. Los malos espíritus son aquellos que no se han arrepentido aún y que se complacen en el mal y no sienten por ello ninguna pena; que son insensibles a las amonestaciones, rechazan la oración y algunas veces blasfeman del nombre de Dios. Son aquellas almas endurecidas que, después de la muerte, se vengan de los hombres por los tormentos que sufren y persiguen con encono a aquellos a quienes han tenido ojeriza durante su vida, sea por la obsesión, o sea por cualquiera funesta influencia. (Cap. X, núm. 6. - Cap. XII, números 5 y 6).


Entre los espiritus perversos hay dos categorías muy distintas los que son francamente malos, y los que son hipócritas. Los primeros son mucho más fáciles de convertir que los segundos, porque son lo más a menudo naturalezas estúpidas y groseras; como se ven entre los hombres, que hacen el mal más por instinto que por cálculo y no pretenden pasar por mejores de lo que son; pero hay en ellos un germen latente que es menester hacer salir a luz, y se consigue casi siempre con la perseverancia, la firmeza unida a la benevolencia, con los consejos, los razonamientos y la oración. En la mediumnidad, la dificultal que tiene en escribir el nombre de Dios es indicio de un medio instintivo y de la voz íntima de la conciencia que les dice que son indignos de ello.


Cuando llegan a este caso están al principio de la conversión, y todo puede esperarse de ellos; basta encontrarles la parte vulnerable del corazón.


Los espíritus hipócritas casi siempre son muy inteligentes pero no tienen en el corazón ninguna fibra sensible; nada les conmueve; fingen todos los buenos sentimientos para captarse la confianza, y son felices cuando encuentran incautos que les aceptan como santos espíritus y que pueden gobernales a su gusto. El nombre de Dios lejos de inspirarles el menor res-peto, les sirve de máscara para cubrir sus torpezas. En el mundo invisible así como en el mundo visible, los hipócritas son los seres más perjudiciales porque trabajan ocultamente y no se sospecha de ellos. Sólo tienen las apariencias de la fe, pero ninguna fe sincera.



76. Oración. Señor, dignáos mirar bondadosamente a los espíritus imperfectos que aun están en las tinieblas de la ignorancia y os desconocen, y particularmente al de N...


Espíritus buenos, ayudadnos para que le hagamos comprender que induciendo a los hombres al mal, obsesándoles y atormentándoles, prolonga sus propios sufrimientos; haced que el ejemplo de la felicidad que vosotros gozáis sea un estimulo para él.


Espíritu que aún te complaces en el mal, acabas de oír la oración que hacemos por tí; esto debe probarte que deseamos hacerte bien aunque tú hagas mal.


Eres desgraciado porque es imposible ser feliz siendo malo ¿Por qué, pues, te detienes en este estado, cuando de tí depende salir de él? Echa una mirada sobre los buenos espíritus que te rodean; mira cuán felices son, y si no sería mucho más agradable para ti el gozar de la misma felicidad.


Dirás que te es imposible, pero nada hay imposible para el que quiere, porque Dios te ha dado, como a todas sus criaturas, la libertad de elegir entre el bien y el mal, es decir, entre la felicidad y la desgracia; nadie está condenado al mal. Si tienes la voluntad de hacer este último, podrías también tener la de hacer el bien y ser feliz.


Vuelve tus ojos hacia Dios, elévate un sólo momento hacia El con el pensamiento, y un rayo de su luz divina te iluminará. Di con nosotros esas sencillas palabras: "Dios mío, me arrepiento, perdóname!" Prueba arrepentirte y hacer bien en vez de hacer mal, y verás cómo al mismo tiempo se extenderá sobre tí su misencordia, y un bienestar desconocido vendrá a reemplazar las angustias que sufres.


Una vez que hayas dado un paso en el buen camino, el resto te será fácil. Entonces comprenderás cuánto tiempo has perdido por tu culpa para alcanzar tu felicidad; pero un porvenir radiante y lleno de esperanza se abrirá delante de tí, y te hará olvidar tu miserable pasado lleno de turbación y de tormentos morales, que para tí serían el Infierno, si hubiesen de durar eternamente. Vendrá día en que esos tormentos serán tales que quisieras a todo precio hacerlos cesar; pero cuanto más esperares más difícil te será. No creas que permanezcas siempre en este estado; no, es imposible; tienes delante de tí dos perspectivas: la una es la de sufrir más que no sufres ahora, y la otra la de ser feliz como los buenos espíritus que te rodean; la primera es inevitable si persistes en tu obstinación; un simple esfuerzo de tu voluntad basta para sacarte del mal paso en que estáis. Date prisa, pues, porque cada día que retardas, es un día perdido para tu felicidad.


Espíritus buenos, haced que estas palabras encuentren acceso en esa alma aun atrasada, a fin de que la ayuden a acercarse a Dios. Así os lo suplicamos en nombre de Jesucristo, que tan gran poder tuvo sobre los espíritus malos.