-Así, pues, cualquiera que sea el peligro que nos amenace, ¿no moriremos si no ha llegado aún nuestra hora?
«No, no perecerás, y de ello tienes miles de ejemplos; pero llegada tu hora de marchar, nada puede librarte. Dios sabe anticipadamente de qué clase de muerte sucumbirás, y a menudo también lo sabe tu espíritu; porque le es revelado, cuando elige tal o cual existencia».