MANUAL PRÁCTICO DE LAS MANIFESTACIONES ESPIRITISTAS

Allan Kardec

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Para comprender el papel del médium en las manifestaciones, es preciso darse cuenta de la manera como se opera la transmisión del pensamiento de los Espíritus. Nos referimos en este instante a los médiums escribientes.

El Espíritu, como hemos dicho, tiene una envoltura semimaterial, a la que denominamos periespíritu. El - digámoslo así- fluido condensado en torno del Espíritu para formar esta envoltura, es el intermediario por el cual obra sobre los cuerpos: es el agente de su potencia material y por él produce los fenómenos físicos.

Si se examinan ciertos efectos que se producen en los movimientos de la mesa, de la cestita o de la planchita que escriben, no se puede dudar de una acción ejercida directamente por el Espíritu sobre tales instrumentos. La cestita se agita algunas veces con tanta violencia, que se escapa de las manos del médium. En ocasiones se dirige hacia determinadas personas del círculo para golpearías; en otras sus movimientos testimonian sus afectos. Lo mismo ocurre cuando el lápiz está en manos del médium: con frecuencia es lanzado a lo lejos con fuerza, o la mano, como la cestita, se agita convulsivamente y golpea en la mesa con cólera, incluso cuando el médium está perfectamente tranquilo y se asombra de no ser dueño de sí. Digamos, de paso, que estos efectos denotan, generalmente, la presencia de Espíritus imperfectos. Los Espíritus realmente superiores, se muestran siempre tranquilos, dignos y benévolos. Si no se les escucha convenientemente, se retiran, y otros ocupan su lugar. Puede, pues, expresar el Espíritu directamente su pensamiento por el movimiento de un objeto puesto en la mano del médium, que queda reducida a un punto de apoyo. y puede también hacerlo sin que el objeto esté en contacto directo con el médium.

La transmisión del pensamiento tiene también lugar por mediación del Espíritu del médium, o mejor, de su alma, ya que nosotros designamos con este nombre al Espíritu encarnado. El Espíritu extraño, en este caso, no obra sobre la mano para que escriba, ni sobre la cestita, ni sobre la planchita, a la que no tiene en la mano ni las impulsa: obra sobre el alma, con la cual se identifica. El alma, bajo esta impulsión. dirige la mano por medio del fluido que compone su propio periespíritu; la mano dirige la cesta y ésta el lápiz. Señalemos aquí una cosa importante, es a saber: que el Espíritu extraño no sustituye al alma, a la que no sabría como desplazar; se limita a dominarla e imprimirle su voluntad. Cuando decimos dominarla, nos contraemos solamente a su acción exterior por los órganos corporales: porque el alma, en cuanto Espíritu encarnado, puede perfectamente tener conciencia de la acción ejercida sobre ella por el Espíritu extraño. El papel del alma, en esta circunstancia, es algunas veces enteramente pasivo, y entonces el médium no tiene ninguna conciencia de lo que escribe, o de lo que dice, si es un médium parlante; pero algunas veces la pasividad no es absoluta, sino que tiene una conciencia más o menos vaga, aunque su mano esté impulsada por un movimiento maquinal al que su voluntad sea ajena.

Si así ocurre, se objetará, nada prueba que sea un Espíritu extraño el que escribe, y no el del médium. Este es el momento de revelar un error en el que incurren algunas personas. Diremos, pues, que puede suceder que el alma del médium se comunique como lo haría un Espíritu extraño, y esto se concibe fácilmente. Puesto que se puede evocar al Espíritu de personas vivas, ausentes o presentes y que el Espíritu evocado se comunica por la escritura o por la palabra del médium, ¿por qué el Espíritu del médium no ha de poder comunicarse igualmente?. Los hechos prueban que en ciertas circunstancias Sucede así, como en el sonambulismo, por ejemplo. ¿Se sigue de ello que la comunicación del alma del médium, tenga menos valor? De ningún modo. El Espíritu encarnado en el médium puede ser más elevado que ciertos Espíritus extraños, y por la misma razón, dar mejores comunicaciones. Este es, a nuestro entender, un caso en el que debe discernir nuestro juicio. En el supuesto de que estamos tratando, el médium habla como Espíritu desencarnado y no como hombre. La cuestión es saber si no es siempre el Espíritu del médium el que emite sus propios pensamientos, como algunos pretenden. Esta opinión absoluta es un sistema que no puede tener su origen sino en una observación incompleta. Es siempre peligroso formular teorías sobre hechos que no se han profundizado lo bastante, o de los que sólo se ha podido ver una fase. Hay casos, sin duda alguna. en que la intervención de un Espíritu extraño no es incontestable; pero basta que haya algunos otros en que esa intervención sea patente, para concluir que también se puede comunicar otro Espíritu que no sea el del médium. Luego esa intervención extraña no puede hacérsenos dudosa cuando, por ejemplo, una persona que no sabe leer ni escribir, escribe como médium: cuando un médium escribe o habla en un lenguaje que le es desconocido; cuando, en fin -lo que es el caso más ordinario- ; el médium no tiene ninguna conciencia de lo dicho o escrito por él, y los pensamientos expresados son contrarios a su manera de ver y traspasan los límites de su inteligencia. La experiencia da sobre este último aspecto tan numerosas y tan palpables pruebas, que la duda no es posible para quien haya observado, sobre todo si ha observado bien.

Cualquiera que sea, pues, el modo de acción del Espíritu extraño para la producción de la escritura, o para la expresión del pensamiento por la palabra, el médium no es siempre más que un instrumento, pero un instrumento más o menos cómodo. Esto nos da ocasión para hacer una observación importante, que responderá a esta pregunta natural y frecuente: ¿Por qué todos los médiums no escriben en todas las lenguas que les son desconocidas?

El Espíritu extraño comprende sin ninguna duda todas las lenguas, puesto que éstas son sólo modos de expresión del pensamiento y él comprende por el pensamiento; más para darse cuenta de este pensamiento hace falta un instrumento, y este instrumento es el médium. El alma del médium que recibe la comunicación extraña, no puede transmitirla por los órganos de su cuerpo, porque estos órganos no pueden tener para un idioma desconocido la flexibilidad que tienen para el que les es familiar. Un médium que no sepa más que el francés, podrá, accidentalmente, dar una contestación en inglés, por ejemplo, si así le place al Espíritu que le influye; pero los Espíritus, a quienes ya parece el lenguaje humano muy lento para la transmisión de su pensamiento, como lo prueba el que abrevien y se impacienten por la resistencia mecánica con que tropiezan, no es de creer que se entretengan en ejercicios para expresar mal lo que pueden expresar menos mal. He aquí por qué no lo hacen de ordinario. Esta es la razón por la que el médium novicio -que escribe penosamente y con lentitud, aun en su propia lengua- no obtiene, en general, sino respuestas breves y sin desarrollo, y los Espíritus recomiendan no hacer por su intermedio sino preguntas simples. Para las preguntas de cierto alcance, se precisa un médium formado, que no ofrezca ninguna dificultad mecánica al Espíritu. Nosotros no tomaríamos para lector a un escolar que deletrease. Un buen obrero no se conforma con malas herramientas. Agreguemos aún otra consideración de suma gravedad por lo que afecta a las lenguas extrañas. Los ensayos de este género se hacen siempre por curiosidad y con fin experimental, y nada es más antipático a los Espíritus que las pruebas a que se trata de someterles. Los Espíritus superiores no se prestan nunca y se alejan en cuanto se quiere entrar por este camino. Tanto como se complacen en las cosas útiles, repugnan ocuparse en cosas fútiles y sin objeto. Esto es, dirán los incrédulos, para convencernos, y el objeto es útil, puesto que pueden ganar adeptos para la causa espirita. A esto responden los Espíritus: “Nuestra causa no tiene necesidad de aquellos que tienen sobrado orgullo para creerse indispensables; nosotros nos dirigimos a quienes querernos, y éstos son, frecuentemente, los más pequeños y los más humildes. Jesús ¿hizo los milagros que le pedían los escribas? ¿Y de qué hombres se sirvió para revolucionar al mundo? Sí queréis convenceros tenéis otros medios que los heroicos. Principiad por someteros. No es cosa regular que el estudiante imponga su voluntad al Profesor.”

Resulta de esto, que, salvo raras excepciones, el médium refleja el pensamiento del Espíritu por los medios mecánicos que están a su disposición, y que la expresión de este pensamiento, puede, naturalmente, resentirse la mayor parte de las veces, de la imperfección de tales medios. El hombre inculto, el labriego, podrá decir las cosas más hermosas, los pensamientos más elevados, más filosóficos, hablando su lenguaje: mas no, haciéndole hablar el lenguaje de los académicos; y como para los Espíritus el pensamiento es todo y la forma nada, resulta lógico que se valgan en todos los casos de los medios que tienen a su disposición para manifestar lo que desean, sin preocuparse de la forma en que tengan que hacerlo. Esto responde a la objeción de ciertos críticos, a propósito de las incorrecciones de estilo y de ortografía que se les pueden reprochar, y que lo mismo pueden provenir del Espíritu que del médium. Es una futilidad apelar a tales cosas.

Si el médium, desde el punto de vista de la ejecución, no es más que un instrumento, por otro concepto ejerce una gran influencia. Puesto que, para comunicarse el Espíritu extraño, se identifica con el del médium, esta identificación no puede tener lugar mientras no haya entre ellos simpatía, y si se nos permite decirlo, afinidad. El alma ejerce sobre el Espíritu extraño una especie de atracción o de repulsión, según el grado de su similitud o de su desemejanza; de lo que se sigue que los buenos son atraídos por los buenos y los malos por los malos, y, como es consiguiente, que las cualidades morales de los médiums, tienen una influencia capital sobre la naturaleza de los Espíritus que se comunican por su mediación. Si el médium es vicioso, los Espíritus inferiores se agrupan en su torno y están dispuestos siempre a tomar el puesto de los buenos Espíritus a que se ha invocado. Las cualidades que atraen a los buenos Espíritus, son: la bondad, la benevolencia, la sencillez de corazón, el amor al prójimo y el desapego de las cosas materiales: los defectos que les rechazan son: el egoísmo, la envidia, los celos, la cólera, la lujuria. la sensualidad y todas las pasiones por las cuales el hombre se esclaviza a la materia. Un médium por excelencia sería aquel que, a la facilidad de la ejecución, uniera el más alto grado de las cualidades morales.

La influencia del Espíritu del médium puede aún ejercerse de otro modo. Si es hostil al Espíritu extraño que se comunica, puede ser para él un intérprete infiel alterar o disfrazar su pensamiento o exponerlo con frases impropias. Lo mismo ocurre entre nosotros, cuando confiamos a un hombre de mala fe un asunto de interés y reservado.

La facultad medianímica, sea cualquiera el grado en que se considere, no basta, pues, pata obtener buenas comunicaciones: es preciso, ante todo, y aun es condición sine qua non, que haya simpatía cutre el médium y los buenos Espíritus. La repulsión de éstos para los médiums inferiores desde el punto de vista moral, se concibe perfectamente ¿Tomamos nosotros por confidentes de nuestros pensamientos a las personas que no merecen nuestra estima?

Ciertas personas no logran, verdaderamente, una buena dote en el reparto de las comunicaciones: no reciben o trasmiten otras, por lo común, que las triviales o groseras, que nada dicen de provecho. Deben deplorarlo como un indicio cierto de los Espíritus que se agrupan en su derredor, porque no son, ciertamente, Espíritus superiores los que usan semejante lenguaje. Por esfuerzos que hagan para desembarazarse de semejantes acólitos tan poco recomendables, no harán nunca lo bastante, a menos que se regodeen con semejantes conversaciones. En todo caso nosotros les recomendamos que no se estacionan en ello, porque esto podría dar una idea poco plausible de las simpatías con que cuentan en el mundo de los Espíritus.

Completaremos lo que tenemos que decir acerca de los médiums, a medida que lo exija la sucesión de nuestras instrucciones.

Luego, ¿es absolutamente imposible obtener buenas comunicaciones con médiums imperfectos? Eso es lo que vamos ver en el capítulo que sigue.