EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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8. Si bien la Tierra ya no debe temer a los cataclismos generales, no por eso deja de estar sometida a revoluciones periódicas, cuyas causas, desde el punto de vista científico, están explicadas en las siguientes instrucciones, dictadas por dos eminentes Espíritus. *


“Cada cuerpo celeste, más allá de las leyes simples que presiden la división de los días y las noches, de las estaciones, etc., sufre revoluciones que demandan miles de siglos para su completo cumplimiento, pero que, del mismo modo que las revoluciones de menor repercusión, pasan por todos los períodos, desde el nacimiento hasta el apogeo del efecto, después del cual hay un decrecimiento hasta el último límite, y a continuación empieza otra vez a recorrer las mismas fases.


”El hombre sólo abarca las fases de duración relativamente corta, cuya periodicidad puede constatar; no obstante, hay algunas que incluyen a muchas generaciones de seres y hasta sucesiones de razas, cuyos efectos tienen para él, por consiguiente, las apariencias de lo novedoso y lo espontáneo, mientras que si su mirada pudiese englobar algunos miles de siglos hacia atrás vería, entre esos mismos efectos y sus causas, una correlación que ni siquiera sospecha. Esos períodos, que confunden la imaginación de los humanos por su duración relativa, no son sin embargo más que instantes en el lapso de la eternidad.


”En un mismo sistema planetario, todos los cuerpos que dependen de él reaccionan unos sobre otros; todas las influencias físicas son solidarias entre sí, y no hay un solo efecto, de esos que denomináis grandes perturbaciones, que no sea consecuencia del conjunto de las influencias de todo ese sistema.


”Voy más lejos, pues afirmo que los sistemas planetarios reaccionan unos sobre otros en razón de la proximidad o el alejamiento que resulta de sus movimientos de traslación a través de las miríadas de sistemas que componen nuestra nebulosa. Voy más lejos aún, pues manifiesto que nuestra nebulosa, que es como un archipiélago en la inmensidad, dado que tiene también su propio movimiento de traslación a través de miríadas de nebulosas, sufre la influencia de aquellas a las que se aproxima.


”De ese modo, las nebulosas reaccionan sobre las nebulosas, los sistemas reaccionan sobre los sistemas, como los planetas reaccionan sobre los planetas, los elementos de cada planeta reaccionan unos sobre otros, y así sucesivamente hasta llegar al átomo. De ahí derivan, en cada mundo, las revoluciones locales tanto como las generales, que sólo parecen trastornos porque la brevedad de la vida apenas permite que se vean sus efectos parciales.



”La materia orgánica no podría escapar a esas influencias; los trastornos que esta sufre pueden, por lo tanto, alterar el estado físico de los seres vivos y determinar algunas de esas enfermedades que atacan en general a las plantas, los animales y los hombres. Como todos los flagelos, esas enfermedades son un estímulo para la inteligencia humana, a la que lleva por necesidad a que busque los medios para combatirlas, así como a que descubra las leyes de la naturaleza.


”No obstante, la materia orgánica reacciona, por su parte, sobre el Espíritu; y éste, debido a su contacto y su íntima vinculación con los elementos materiales, sufre también influencias que modifican sus disposiciones –sin que por eso le quiten su libre albedrío–, que sobreexcitan o retardan su actividad y, por eso mismo, contribuyen a su desarrollo. Esa efervescencia, que en ocasiones se manifiesta en toda una población, entre los hombres de una misma raza, no es algo fortuito ni el resultado de una arbitrariedad; su causa reside en las leyes de la naturaleza. Esa efervescencia, al principio inconsciente, que no es más que un deseo vago, una aspiración indefinida hacia algo mejor, una necesidad de cambio, se traduce por una agitación sorda, más tarde por hechos que conducen a las revoluciones sociales, las cuales, creedlo, tienen también su periodicidad, así como ocurre con las revoluciones físicas, puesto que todo está concatenado. Si la visión espiritual no estuviese circunscripta por el velo de la materia, veríais esas corrientes fluídicas que, semejantes a miles de hilos conductores, enlazan las cosas del mundo espiritual con las del mundo material.


”Cuando se os dice que la humanidad ha llegado a un período de transformación, y que la Tierra debe elevarse en la jerarquía de los mundos, no veáis en estas palabras nada místico, sino, por el contrario, el cumplimiento de una de las más importantes leyes fatales del universo, contra las cuales cede la mala voluntad humana”. ARAGO.



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* Extracto de dos comunicaciones dadas en la Sociedad de París y publicadas en la Revista Espírita de octubre de 1868. Son corolarios de las de Galileo, reproducidas en el capítulo VI, y complementarias del capítulo IX, que trata acerca de las revoluciones del globo. (N. de Allan Kardec.)