EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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4. En primer lugar observemos, según hemos visto (Capítulo VII, § 14), que el número de seis períodos geológicos es arbitrario, visto que se elevan a más de veinticinco las formaciones perfectamente caracterizadas. Ese número apenas determina las grandes fases generales, y sólo fue adoptado al comienzo para ordenar las cosas tanto como se pudiera de acuerdo con el texto bíblico, en una época –que por otra parte no está muy lejana– en la que se consideraba que la ciencia debía ser controlada por la Biblia. A eso se debió que los autores de la mayor parte de las teorías cosmogó- nicas, con el propósito de facilitar su aceptación, se esforzaron por conservar la concordancia con el texto sagrado. Tan pronto como la ciencia se apoyó en el método experimental, se sintió fortalecida y se emancipó. Hoy es ella la que controla a la Biblia.


Por otro lado, la geología, que toma como único punto de partida la formación de los terrenos graníticos, no incluye en el cómputo de los períodos el estado primitivo de la Tierra. Tampoco se ocupa del Sol, de la Luna y las estrellas, ni del conjunto del universo, que pertenecen a la astronomía. Por consiguiente, para encuadrar todo en el Génesis, corresponde que se agregue un primer período que abarque ese orden de fenómenos, el cual se podría denominar período astronómico.


Además, no todos los geólogos consideran el período diluviano como un período aparte, sino como un acontecimiento transitorio, pasajero, que no varió en forma considerable el estado climático del globo, como tampoco marcó una nueva fase para las especies vegetales y animales, ya que, salvo pocas excepciones, se encuentran las mismas especies antes y después del diluvio. Por lo tanto, podemos abstenernos de considerar ese período, sin que por eso nos apartemos de la verdad.