EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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CAPÍTULO X
GÉNESIS ORGÁNICA

Formación inicial de los seres vivos. — El principio vital. — Generación espontánea. — Escala de los seres orgánicos. — El hombre corporal.

Formación inicial de los seres vivos.

1. Hubo un tiempo en que los animales no existían, de modo que estos han tenido un comienzo. Cada especie apareció a medida que el globo adquiría las condiciones necesarias para su existencia. Esto es indudable. Ahora bien, ¿cómo se formaron los primeros individuos de cada especie? Se entiende que desde que existió una primera pareja, los individuos se multiplicaron. Pero ¿de dónde salió esa primera pareja? Ese es uno de los misterios inherentes al principio de las cosas, respecto de los cuales sólo podemos enunciar hipótesis. Si la ciencia no está en condiciones aún de resolver por completo el problema, puede al menos encaminarse hacia la solución.

2. La primera cuestión que se presenta es esta: Cada especie animal, ¿salió de una pareja primitiva o de varias parejas creadas o, si se prefiere, que brotaron simultáneamente en diferentes lugares?

Esta última suposición es la más probable, y se puede incluso decir que surge de la observación. En efecto, el estudio de las capas geológicas confirma la presencia, en terrenos de idéntica formación y en proporciones enormes, de las mismas especies en puntos del globo muy alejados entre sí. Esa multiplicación tan generalizada, y en cierto modo contemporánea, habría sido imposible con un único tipo primitivo.

Por otro lado, la vida de un individuo, sobre todo de un individuo de una especie que hace su primera aparición, está sujeta a tantas vicisitudes, que una creación entera podría quedar comprometida sin la pluralidad de los tipos, lo que implicaría una inadmisible falta de previsión de parte del Creador supremo. Asimismo, si un tipo pudo formarse en un lugar, también podría formarse en muchos otros sitios, por efecto de la misma causa.

Por consiguiente, todo parece concurrir para probar que hubo una creación simultánea y múltiple de las primeras parejas de cada especie animal y vegetal.

3. La formación de los primeros seres vivos puede deducirse, por analogía, de la misma ley por la cual se formaron y se forman todos los días los cuerpos inorgánicos. A medida que se profundiza el estudio de las leyes de la naturaleza, los engranajes que a primera vista parecían tan complicados, se simplifican y confunden en la gran ley de unidad que rige toda la obra de la Creación. Eso se entenderá mejor cuando se haya comprendido la formación de los cuerpos inorgánicos, que es su primer grado.

4. La química considera como elementales un cierto número de sustancias, tales como el oxígeno, el hidrógeno, el nitrógeno, el carbono, el cloro, el yodo, el flúor, el azufre, el fósforo y todos los metales. Al combinarse, estos forman los cuerpos compuestos: los óxidos, los ácidos, los álcalis, las sales y las innumerables variedades que surgen de la combinación de estos.

La combinación de dos cuerpos para formar un tercero requiere una especial confluencia de circunstancias, ya sea un determinado grado de calor, de sequedad o de humedad, de movimiento o de reposo, o bien una corriente eléctrica, etc. Si esas condiciones no existen, la combinación no se produce.

5. Cuando hay una combinación, los cuerpos componentes pierden sus propiedades características, mientras que el compuesto resultante adquiere otras nuevas, diferentes de las primeras. Así, por ejemplo, el oxígeno y el hidrógeno, que son dos gases invisibles, al combinarse químicamente forman el agua, que es líquida, sólida o gaseosa, según la temperatura. En el agua ya no existe, para ser precisos, ni oxígeno ni hidrógeno, sino un cuerpo nuevo. Al descomponerse esa agua, los dos gases que quedaron libres recobran sus propiedades y ya no hay agua. De ese modo, la misma cantidad de agua puede ser alternativamente descompuesta y recompuesta hasta el infinito.

6. La composición y la descomposición de los cuerpos se producen a consecuencia del grado de afinidad que tengan entre sí los principios elementales. La formación del agua, por ejemplo, resulta de la afinidad recíproca que existe entre el oxígeno y el hidrógeno; pero si se pone en contacto con el agua un cuerpo que tenga más afinidad con el oxígeno que la que este tiene con el hidrógeno, el agua se descompone; el oxígeno es absorbido, el hidrógeno queda libre, y ya no hay agua.

7. Los cuerpos compuestos se forman siempre en proporciones definidas, es decir, por la combinación de una cantidad determinada de los principios constituyentes. Así, para formar agua son necesarias una parte de oxígeno y dos de hidrógeno. Si se combinan dos partes de oxígeno con dos de hidrógeno, en vez de agua tendremos bióxido de hidrógeno, un líquido corrosivo, pero formado con los mismos elementos que entran en la composición del agua, aunque en otra proporción.

8. Esa es, en pocas palabras, la ley que preside la formación de todos los cuerpos de la naturaleza. La innumerable variedad de esos cuerpos resulta de un reducidísimo número de principios elementales combinados en proporciones diferentes.

Así, el oxígeno, combinado en ciertas proporciones con el carbono, el azufre y el fósforo, forma los ácidos carbónico, sulfúrico y fosfórico; el oxígeno y el hierro forman el óxido de hierro o herrumbre; el oxígeno y el plomo, ambos inofensivos, dan origen a los óxidos de plomo, tales como el litargirio, el albayalde, el minio, que son venenosos. El oxígeno con los metales denominados calcio, sodio y potasio, forman la cal, la soda y la potasa. La cal, unida al ácido carbónico forma los carbonatos de cal o piedras calcáreas, tales como el mármol, la tiza, la piedra de construcción, las estalactitas de las grutas; unida al ácido sulfúrico forma el sulfato de cal o yeso y el alabastro; unida al ácido fosfórico forma el fosfato de cal, base sólida de los huesos; el cloro y el hidrógeno forman el ácido clorhídrico o hidroclórico; el cloro y el sodio forman el cloruro de sodio o sal marina.

9. Todas esas combinaciones, y miles de otras, se obtienen artificialmente en pequeña escala en los laboratorios de química; y se producen espontáneamente y en gran escala en el inmenso laboratorio de la naturaleza.

En su origen, la Tierra no contenía esas materias combinadas, sino solamente sus principios constitutivos volatilizados. Cuando las tierras calcáreas y otras, que con el tiempo se convirtieron en piedras, se depositaron en su superficie, aquellas materias no existían totalmente formadas; no obstante, en el aire se encontraban, en estado gaseoso, todas las sustancias primitivas. Esas sustancias, precipitadas por efecto del enfriamiento, y sometidas a circunstancias favorables, se combinaron según el grado de sus afinidades moleculares. Entonces se formaron las diferentes variedades de carbonatos, sulfatos, etc., al principio disueltos en las aguas y luego depositados en la superficie del suelo.

En la suposición de que, por una causa cualquiera, la Tierra volviese a su estado primitivo de incandescencia, todo se descompondría; los elementos se separarían; todas las sustancias fusibles se fundirían; todas las que son volatilizables se volatilizarían. Posteriormente, otro enfriamiento determinaría una nueva precipitación, y de nuevo se formarían las antiguas combinaciones.

10. Estas consideraciones demuestran cuán necesaria era la química para la comprensión de la génesis.

Antes de que se conocieran las leyes de la afinidad molecular era imposible que se comprendiera la formación de la Tierra. Esta ciencia ha arrojado importante luz sobre la cuestión, como lo hicieron la astronomía y la geología desde otros puntos de vista.

11. En la formación de los cuerpos sólidos, uno de los fenómenos más notables es el de la cristalización, que consiste en la forma regular que adoptan ciertas sustancias al pasar del estado líquido o gaseoso al estado sólido. Esa forma, que varía de acuerdo con la naturaleza de la sustancia, es generalmente la de sólidos geométricos, tales como el prisma, el romboide, el cubo y la pirámide. Todos conocen los cristales del azúcar cande, los cristales de roca o silicio cristalizado. Son prismas de seis caras que terminan en una pirámide también hexagonal. El diamante es carbono puro o carbón cristalizado. Las figuras que en invierno se producen sobre los vidrios se deben a la cristalización del vapor de agua durante la congelación, con la forma de agujas prismáticas.

La disposición regular de los cristales corresponde a la forma particular de las moléculas de cada cuerpo. Esas partículas, infinitamente pequeñas para nosotros, pero que no dejan por eso de ocupar un cierto espacio, aproximadas las unas a las otras por atracción molecular, se acomodan y se yuxtaponen según lo exigen sus formas, de modo que cada una tome su lugar alrededor del núcleo o principal centro de atracción, para constituir un conjunto simétrico.

La cristalización sólo ocurre en ciertas circunstancias favorables, fuera de las cuales no puede producirse. El grado de la temperatura y el reposo son condiciones esenciales. Se comprende que demasiado calor, al mantener separadas las moléculas, no les permitiría que se condensasen, y que la agitación, al impedir que se acomoden simétricamente, sólo les dejaría que formen una masa confusa e irregular y, por lo tanto, sin la cristalización propiamente dicha.

12. La ley que rige la formación de los minerales conduce naturalmente a la formación de los cuerpos orgánicos.

El análisis químico muestra que todas las sustancias vegetales y animales están compuestas por los mismos elementos que los cuerpos inorgánicos. De esos elementos, los que desempeñan un rol principal son el oxígeno, el hidrógeno, el nitrógeno y el carbono. Los demás sólo se encuentran de manera eventual. Al igual que en el reino mineral, la diferencia de proporciones en la combinación de esos elementos produce todas las variedades de sustancias orgánicas y sus diversas propiedades, tales como los músculos, los huesos, la sangre, la bilis, los nervios, la sustancia cerebral y la grasa, en los animales; la savia, la madera, las hojas, los frutos, las esencias, los aceites, las resinas, etc., en los vegetales. Por consiguiente, en la formación de los animales y las plantas no interviene ningún elemento especial que no se encuentre también en el reino mineral.*


* El cuadro siguiente corresponde al análisis de algunas sustancias y muestra la diferencia de propiedades que resulta tan sólo de la diferencia en la proporción en que entran los elementos constituyentes. Sobre 100 partes tenemos:



Carbono

Hidrógeno

Oxígeno

Nitrógeno

Azúcar de caña

42.470

6.900

50.530

-

Azúcar de uva

36.710

6.780

56.510

-

Alcohol

51.980

13.700

34.320

-

Aceite de oliva

77.210

13.360

9.430

-

Aceite de nuez

79.774

10.570

9.122

0,534

Grasa

78.996

11.700

9.304

-

Fibrina

53.360

7.021

19.686

19.934




13. Algunos ejemplos comunes permitirán que se comprendan las transformaciones que ocurren en el reino orgánico por la sola modificación de los elementos constitutivos.

En el jugo de uva aún no hay vino ni alcohol, sino simplemente agua y azúcar. Cuando el jugo madura y las condiciones son propicias, se produce en él una actividad interna a la que se da el nombre de fermentación. A raíz de esa actividad, una parte del azúcar se descompone; el oxígeno, el hidrógeno y el carbono se separan y se combinan en las proporciones necesarias para producir el alcohol, de tal modo que cuando se bebe el jugo de uva no se bebe en realidad alcohol, pues este todavía no existe. El alcohol se forma de las partes constituyentes del agua y del azúcar, sin que haya, en suma, ni una molécula de más ni una de menos.

En el pan y las legumbres que se comen no hay, por cierto, ni carne, ni sangre, ni huesos, ni bilis, ni sustancia cerebral; sin embargo, esos mismos alimentos, al descomponerse y recomponerse durante el trabajo de la digestión, producen esas diferentes sustancias tan sólo por la transmutación de sus elementos constitutivos.

En la semilla de un árbol tampoco hay madera, ni hojas, ni flores, ni frutos, y sería un error pueril suponer que el árbol entero, en tamaño microscópico, se encuentra allí. Casi no existe siquiera en la simiente la cantidad de oxígeno, hidrógeno y carbono necesaria para formar la hoja del árbol. La semilla contiene un germen que hace eclosión cuando encuentra condiciones favorables. Ese germen se desarrolla debido a los jugos que absorbe de la tierra y a los gases que aspira del aire. Esos jugos, que no son madera, ni hojas, ni flores, ni frutos, al infiltrarse en la planta forman la savia, del mismo modo que en los animales forman la sangre. Transportada por la circulación a todas las partes del vegetal, según el órgano adonde llega, la savia experimenta una elaboración especial y se transforma en madera, hojas, frutos, así como la sangre se transforma en carne, huesos, bilis, etc. No obstante, se trata siempre de los mismos elementos: oxígeno, hidrógeno, nitrógeno y carbono, combinados de diversas maneras.

14. Por consiguiente, las diferentes combinaciones de los elementos para la formación de las sustancias minerales, vegetales y animales, no pueden producirse sino en los medios y en las circunstancias propicias; fuera de esas circunstancias, los principios elementales permanecen en una especie de inercia. Con todo, a partir del momento en que las circunstancias se vuelven favorables, comienza un trabajo de elaboración; las moléculas se ponen en movimiento, se agitan, se atraen, se aproximan y se separan por efecto de la ley de las afinidades y, mediante sus múltiples combinaciones, componen la infinita variedad de las sustancias. Si esas condiciones desaparecen, el trabajo cesa bruscamente y vuelve a comenzar cuando estas se presentan nuevamente. Así es como la vegetación se activa, se debilita, se detiene y prosigue, bajo la acción del calor, de la luz, de la humedad, del frío o de la sequía; así es como una planta prospera en un clima o en un terreno, y se marchita o muere en otros.

15. Lo que ocurre a diario delante de nuestros ojos puede orientarnos acerca de lo que sucedió en el origen de los tiempos, ya que las leyes de la naturaleza son invariables.

Puesto que los elementos constitutivos de los seres orgánicos e inorgánicos son los mismos, y que los vemos constantemente, en determinadas circunstancias, formar piedras, plantas y frutos, podemos inferir de ahí que los cuerpos de los primeros seres vivos se formaron, como las primeras piedras, por la reunión de las moléculas elementales, en virtud de la ley de afinidad, a medida que las condiciones de vitalidad del globo fueron propicias para tal o cual especie.

La semejanza de forma y de colores en la reproducción de los individuos de cada especie puede compararse con la semejanza de forma de cada especie de cristal. Como se yuxtaponen por la acción de la misma ley, las moléculas producen un conjunto análogo.

El principio vital.

16. Cuando decimos que las plantas y los animales están formados por los mismos principios que constituyen los minerales, hablamos en sentido exclusivamente material, pues sólo se trata del cuerpo.

Sin referirnos al principio inteligente, que es una cuestión aparte, existe en la materia orgánica un principio especial, inaprensible, que aún no se ha podido definir: el principio vital. Ese principio, que está activo en el ser vivo, se ha extinguido en el ser muerto; pero no por eso deja de conferirle a la sustancia propiedades características que la distinguen de las sustancias inorgánicas. La química, que descompone y recompone la mayor parte de los cuerpos inorgánicos, también consiguió descomponer los cuerpos orgánicos, pero nunca llegó a reconstituir ni siquiera una hoja muerta, lo que constituye una prueba evidente de que existe en los seres orgánicos algo que no existe en los inorgánicos.

17. ¿Será el principio vital algo distinto, que tiene existencia propia? ¿O bien, integrado en el sistema de la unidad del elemento generador, no es más que un estado particular, una de las modificaciones del fluido cósmico universal, mediante la cual este se convierte en el principio de vida, del mismo modo que se convierte en luz, fuego, calor, electricidad? En este último sentido, las comunicaciones que hemos reproducido más arriba resuelven el problema. (Véase el Capítulo VI: Uranografía general.)

No obstante, sea cual fuere la opinión que se tenga sobre la naturaleza del principio vital, lo cierto es que existe, pues observamos sus efectos. Por lo tanto, podemos admitir lógicamente que, al formarse, los seres orgánicos han asimilado el principio vital, pues este es necesario para su destino; o si se prefiere, que ese principio se desarrolló en cada individuo por efecto mismo de la combinación de los elementos, tal como se desarrollan en ciertas circunstancias el calor, la luz y la electricidad.

18. Al combinarse sin el principio vital, el oxígeno, el hidrógeno, el nitrógeno y el carbono sólo habrían formado un mineral o cuerpo inorgánico. Sin embargo, puesto que el principio vital modifica la constitución molecular de ese cuerpo, le confiere propiedades especiales y, en lugar de una molécula mineral, se obtiene una molécula de materia orgánica.

La actividad del principio vital es mantenida durante la vida mediante la acción del funcionamiento de los órganos, del mismo modo que el calor por el movimiento de rotación de una rueda. Al cesar esa acción, con motivo de la muerte, el principio vital se extingue, al igual que el calor cuando la rueda deja de girar. No obstante, el efecto producido sobre el estado molecular del cuerpo por el principio vital subsiste hasta después de la extinción de ese principio, como la carbonización de la madera persiste después de que se ha extinguido el calor. En el análisis de los cuerpos orgánicos, la química encuentra los elementos que los constituyen: oxígeno, hidrógeno, nitrógeno y carbono, pero no puede reconstituir aquellos cuerpos; dado que ya no existe la causa, le es imposible reproducir el efecto, mientras que sí puede reconstituir una piedra.

19. Hemos tomado como elemento de comparación el calor que se desarrolla por el movimiento de una rueda, por tratarse de un efecto común, que todos conocen, y es más fácil de comprender. No obstante, habríamos sido más exactos si hubiésemos dicho que, en la combinación de los elementos para formar los cuerpos orgánicos, se desarrolla la electricidad. Los cuerpos orgánicos serían entonces verdaderas pilas eléctricas, que funcionan mientras los elementos de esas pilas se encuentran en las condiciones requeridas para producir electricidad: esa es la vida; y que dejan de funcionar cuando esas condiciones desaparecen: esa es la muerte. De acuerdo con esto, el principio vital no sería más que una especie particular de electricidad, denominada electricidad animal, que durante la vida se desprende mediante la acción de los órganos, y cuya producción cesa en ocasión de la muerte, a raíz de que se extingue esa acción.

Generación espontánea.

20. Es natural preguntarse por qué ya no se forman seres vivos en las mismas condiciones en que se formaron los primeros que aparecieron en la Tierra.

La cuestión de la generación espontánea, que actualmente preocupa a la ciencia, aunque todavía no haya un acuerdo en cuanto a su resolución, no deja de arrojar luz sobre ese punto. El problema propuesto es el siguiente: en nuestros días, ¿se forman espontáneamente seres orgánicos por la simple reunión de los elementos que los constituyen, sin gérmenes producidos previamente por el modo habitual de generación? Dicho de otro modo: ¿se forman seres sin padre ni madre? Los partidarios de la generación espontánea responden afirmativamente, y se apoyan en observaciones directas que parecen concluyentes. Otros piensan que todos los seres vivos se reproducen los unos mediante los otros, y se basan en el hecho, constatado por la experiencia, de que los gérmenes de ciertas especies vegetales y animales, incluso dispersos, conservan la vitalidad en estado latente durante un lapso considerable, hasta que las circunstancias sean favorables a su eclosión. Esta opinión deja siempre pendiente la cuestión sobre cómo se formaron los primeros tipos de cada especie.

21. Sin rebatir ninguno de los dos sistemas, conviene destacar que el principio de la generación espontánea evidentemente sólo se puede aplicar a los seres de los órdenes más inferiores de los reinos vegetal y animal, a aquellos en los cuales la vida comienza a despuntar y cuyo organismo, extremadamente simple, es en cierto modo rudimentario. Fueron esos, de hecho, los primeros que aparecieron en la Tierra y cuya formación debió de ser espontánea. En ese caso, asistiríamos a una creación permanente, análoga a la que se produjo en las primeras edades del mundo.

22. Pero entonces, ¿por qué no se forman de la misma manera los seres de organización compleja? Es un hecho positivo que esos seres no han existido siempre; por consiguiente, tuvieron un comienzo. Si el musgo, el liquen, el zoófito, el infusorio, las lombrices intestinales y otros se reproducen espontáneamente, ¿por qué no sucede lo mismo con los árboles, los peces, los perros o los caballos?

Por el momento, aquí se detienen las investigaciones; se pierde el hilo conductor, y hasta que este sea encontrado, el terreno queda abierto a las hipótesis. Sería, pues, imprudente y prematuro presentar estos sistemas como verdades absolutas.

23. Si la generación espontánea es un hecho demostrado, por más limitado que sea, no deja de constituir un hecho fundamental, un hito capaz de indicar el camino para nuevas investigaciones. Si los seres orgánicos complejos no se producen de esa manera, ¿quién sabe cómo comenzaron? ¿Quién conoce el secreto de todas las transformaciones? Si vemos al roble brotar de la bellota, ¿quién puede sostener que no exista un lazo misterioso entre el pólipo y el elefante? (Véase el § 25.)

En el estado actual de nuestros conocimientos, no podemos instalar la teoría de la generación espontánea permanente más que como una hipótesis probable, que un día, tal vez, ocupe un lugar entre las verdades científicas reconocidas. *


* Véase, en la Revista Espírita de julio de 1868, el artículo acerca del desarrollo de la teoría de la generación espontánea: “La generación espontánea y la génesis”. (N. de Allan Kardec.)


Escala de los seres orgánicos.

24. No existe una delimitación nítidamente marcada entre los reinos vegetal y animal. En las fronteras de los dos reinos están los zoófitos o animales plantas, cuyo nombre indica que participan de uno y otro y les sirven como punto de contacto.

Al igual que los animales, las plantas nacen, viven, crecen, se alimentan, respiran, se reproducen y mueren. También necesitan luz, calor y agua para vivir; en caso de que les falten esos elementos, se marchitan y mueren. La absorción de un aire viciado y de sustancias deletéreas las envenena. Su carácter distintivo más acentuado es el hecho de que permanezcan vinculadas al suelo y extraigan de él su alimento, sin desplazarse.

El zoófito tiene la apariencia exterior de la planta. Como planta, se mantiene vinculado al suelo; como animal, la vida en él se encuentra más manifiesta: toma su alimentación del medio ambiente.

Un escalón más arriba, el animal es libre y busca su alimento. En primer lugar, se encuentran las numerosas variedades de pólipos de cuerpos gelatinosos, que carecen de órganos bien definidos, y sólo difieren de las plantas por la facultad de locomoción. Siguen, en el orden del desarrollo de los órganos, de la actividad vital y del instinto: los helmintos o lombrices intestinales; los moluscos, animales carnosos desprovistos de huesos, algunos de los cuales están desnudos, como las babosas y los pulpos; y otros provistos de conchas, como el caracol y la ostra. Los crustáceos, cuya piel está cubierta con una corteza sólida, como el cangrejo y la langosta de mar; los insectos, en los cuales la vida despliega una actividad prodigiosa y se manifiesta el instinto industrioso, como la hormiga, la abeja y la araña. Algunos experimentan metamorfosis, como la oruga, que se transforma en una delicada mariposa. Sigue, a continuación, el orden de los vertebrados, animales de esqueleto óseo, que comprende los peces, los reptiles, las aves y, por último, los mamíferos, cuya organización es la más completa.

25. Si se consideran solamente los dos puntos extremos de la cadena, sin duda no habrá aparentemente ninguna analogía; pero si se pasa de un eslabón al otro sin solución de continuidad, se llega sin una transición brusca de la planta a los animales vertebrados. Se comprende entonces que los animales de organización compleja no son más que una transformación o, si se prefiere, un desarrollo gradual, al comienzo imperceptible, de la especie inmediatamente inferior, y así sucesivamente, hasta el ser primitivo elemental. Entre la bellota y el roble la diferencia es muy importante; sin embargo, si acompañamos paso a paso el desarrollo de la bellota, llegaremos al roble, y ya no nos sorprenderemos de que este provenga de una semilla tan pequeña. Por consiguiente, si la bellota encierra en estado latente los elementos apropiados para la formación de un árbol gigantesco, ¿por qué no ocurriría lo mismo desde el ácaro al elefante? (Véase el § 23.)

Ante lo expuesto, se comprende que no exista la generación espontánea más que para los seres orgánicos elementales. Las especies superiores serían el resultado de las transformaciones sucesivas de esos mismos seres, a medida que las condiciones atmosféricas fueron propicias para ellos. Al adquirir cada especie la facultad de reproducirse, los cruzamientos dieron por resultado incontables variedades. Más tarde, una vez que la especie se instaló en condiciones de vitalidad duradera, ¿quién podría negar que los gérmenes primitivos de donde ella surgió hayan desaparecido a partir de entonces por ser inútiles? ¿Quién podría negar que nuestro ácaro actual es idéntico al que, de transformación en transformación, produjo al elefante? De ese modo se explicaría por qué no existe la generación espontánea entre los animales de organización compleja.

Esta teoría, aunque no ha sido aceptada de manera definitiva, es la que tiende actualmente a predominar en la ciencia. Los investigadores serios la aceptan como la más racional entre todas las que existen.

El hombre corporal.

26. Desde el punto de vista corporal y puramente anatómico, el hombre pertenece a la clase de los mamíferos, de los cuales difiere únicamente por algunos matices en la forma exterior. En cuanto a lo demás, posee la misma composición química de los animales, los mismos órganos, las mismas funciones y los mismos modos de nutrición, de respiración, de secreción y de reproducción. El hombre nace, vive y muere en las mismas condiciones y, cuando muere, su cuerpo se descompone como el de todo ser viviente. No hay en su sangre, ni en su carne, ni en sus huesos, un átomo diferente de los que se encuentran en el cuerpo de los animales. Como estos, al morir devuelve a la tierra el oxígeno, el hidrógeno, el nitrógeno y el carbono que se habían combinado para formarlo, de modo que esos elementos, mediante nuevas combinaciones, van a formar nuevos cuerpos minerales, vegetales y animales. La analogía es tan grande que, cuando las experiencias no pueden hacerse en el propio hombre, sus funciones orgánicas se estudian en ciertos animales.

27. Dentro de la clase de los mamíferos, el hombre pertenece al orden de los bímanos. Inmediatamente por debajo de él están los cuadrumanos (animales de cuatro manos) o monos, algunos de los cuales, como el orangután y el chimpancé, tienen cierto parecido con el hombre, a tal punto que durante mucho tiempo se los denominó hombres de los bosques. Como el hombre, esos monos caminan erguidos, usan palos como herramientas, construyen chozas y se llevan el alimento a la boca valiéndose de las manos: signos característicos.

28. Por poco que se observe la escala de los seres vivos, desde el punto de vista del organismo, se reconoce que desde el liquen hasta el árbol, y desde el zoófito hasta el hombre, existe una cadena que se eleva gradualmente sin solución de continuidad, y cuyos eslabones tienen, sin excepción, un punto de contacto con el eslabón precedente. Si se acompaña paso a paso la serie de los seres, podría decirse que cada especie es un perfeccionamiento, una transformación de la especie inmediatamente inferior. Dado que las condiciones del cuerpo del hombre son idénticas a las de los otros cuerpos, química y constitucionalmente, y dado que nace, vive y muere de la misma manera, también él debe de haberse formado en las mismas condiciones que los demás.

29. Aunque eso pueda costarle mucho a su orgullo, el hombre debe resignarse a no ver en su cuerpo material más que el último eslabón de la animalidad en la Tierra. Ese es el inexorable argumento de los hechos, contra el cual sería inútil protestar.

No obstante, cuanto más disminuye para él el valor del cuerpo, tanto más crece en importancia el principio espiritual. Si el primero lo nivela con los irracionales, el segundo lo eleva a una altura inconmensurable. Vemos el límite extremo del animal, pero no vemos el límite al que puede llegar el Espíritu del hombre.

30. En eso el materialismo puede ver que el espiritismo, lejos de temer a los descubrimientos de la ciencia y su positivismo, va al encuentro de ellos y los provoca, porque tiene la certeza de que el principio espiritual, que tiene existencia propia, en nada será perjudicado. El espiritismo marcha a la par del materialismo en el campo de la materia; admite todo lo que el materialismo admite; pero avanza hasta más allá del punto donde este se detiene.

El espiritismo y el materialismo son como dos viajeros que caminan juntos a partir del mismo lugar; llegados a una cierta distancia, uno de ellos dice: “No puedo seguir”. El otro prosigue y descubre un nuevo mundo. ¿Por qué, entonces, el primero manifiesta que el segundo ha perdido la razón, sólo porque vislumbra nuevos horizontes y se decide a trasponer los límites cuando el otro considera conveniente detenerse? ¿Acaso Cristóbal Colón no fue también tildado de loco porque creía en la existencia de un mundo más allá del océano? ¡Cuántos de esos locos sublimes han hecho avanzar a la humanidad y entraron en la Historia coronados de laureles después de que se les arrojó lodo!

Pues bien, el espiritismo, esta locura del siglo diecinueve, según aquellos que se obstinan en permanecer ligados a la Tierra, pone en evidencia un mundo mucho más importante para el hombre que América, ya que no todos los hombres van a América, mientras que todos, sin excepción, van al mundo de los Espíritus y realizan incesantes travesías de uno a otro.

Llegados al punto en que nos encontramos en relación con la génesis, el materialismo se detiene, en tanto que el espiritismo prosigue sus investigaciones en el dominio de la génesis espiritual.