EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

Volver al menú
25. Toda la doctrina de Cristo se funda en el carácter que Éste atribuye a la Divinidad. Con un Dios imparcial, soberanamente justo, bondadoso y misericordioso pudo hacer del amor a Dios y de la caridad hacia el prójimo la condición expresa para la salvación, y decir: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.” Con esta única creencia instituyó el principio de igualdad de los hombres ante Dios y el de fraternidad universal. Pero, ¿era posible amar al dios de Moisés? No, sólo temerle. La revelación de los verdaderos atributos de Dios, unida a la de la inmortalidad del alma y de la vida futura, modificó profundamente las relaciones mutuas entre los hombres, les impuso obligaciones nuevas y otras visión de la vida terrena. Debido a eso, ejerció influencia también sobre las costumbres y las relaciones sociales. Evidentemente, las consecuencias son el punto más importante de la revelación de Cristo, y es lamentable decir, sin embargo, que ése es el aspecto del que más nos hemos apartado y el punto más descuidado en la interpretación de sus enseñanzas.