EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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Para un suicida

71. Prefacio. El hombre nunca tiene derechó de disponer de su propia vida, porque sólo pertenece a Dios sacarle del cautiverio terrestre cuando lo juzgue a propósito. Sin embargo, la justicia divina puede calmar sus rigores en favor de las circunstancias, pero reserva toda la severidad para aquel que ha querido sustraerse a las pruebas de la vida. El suicida es como el preso que se escapa de la cárcel antes de cumplir la condena, y a quien, cuando se le vuelve a prender se le detiene con más severidad. Lo mismo sucede con el suicida que cree escapar de las miserias presentes y se sumerge en desgracias mayores. (Cap. V, núm. 14 y siguientes).

72. Oración. Sabemos, Dios mío, la suerte reservada a los que violan vuestras leyes acortando voluntariamente sus días; pero también sabemos que vuestra misericordia es infinita; dignáos derramaría sobre el alma de N... ¡Que nuestras oraciones y nuestra con-miseración endulcen la amargura de los padecimientos que sufre por no haber querido tener el valor de esperar el fin de sus pruebas!


Espíritus buenos cuya misión es asistir a los desgraciados, tomadle bajo vuestra protección, inspiradie el arrepentimiento de su falta, y que vuestra asistencia le dé fuerza para sobrellevar con más resignación las nuevas pruebas que tendrá que sufrir para repararla. Separad de él a los malos espíritús que podrían de núevo conducirle al mal y que se prolongaran sus sufrimientos, haciéndole perder el fruto de sus pruebas futuras.


Tú, cuya desgracia es objeto de nuestras oraciones, ¡que nuestra conmiseración endulce tus amarguras y haga nacer en tí la esperanza de un porvenir mejor! Este porvenir está en tus manos; confía en la bondad de Dios, cuyo seno está abierto a todo arrepentimiento, pues sólo se cierra a los corazones endurecidos.