EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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Para las personas que se han amado

62. Prefacio. ¡Qué espantosa es la idea de la nada! ¡Qué dignos son de compasión los que creen que la voz del amigo que llora a su amigo se pierde en el vacío y no encuentra ningún eco que le responda! ¡No han conocido nunca las puras y santas afecciones los que piensan que todo muere con el cuerpo; que el genio que ha iluminado el mundo con su vasta inteligencia es un juego de la materia que se extingue para siempre como un soplo; que del más querido ser, de un padre, de una madre o de un hijo adorado, sólo queda un poco de polvo que el tiempo disipa para siempre!


¿Cómo un hombre de corazón puede quedar tranquilo con este pensamiento? ¿Cómo la idea de un anonadamiento absoluto no le hiela de espanto y no le hace desear al menos que no sea así? Si hasta el presente su razón no ha bastado para salir de dudas, ahí está el Espiritismo que viene a disipar toda incertidumbre sobre el porvenir, pruebas materiales que da la supervivencia del alma y <1e la existencia de los seres de ultratumba. Así es que por todas partes son acogidas estas pruebas con alegría, y renace la confianza, porque el hombre sabe de aquí en adelante que la vida terrestre sólo es un corto pasaje que conduce a una vida mejor, que sus trabajos en este mundo no se pierden para él, y que los afectos más sanos no se rompen para siempre. (Cap. IV, núm. 18; cap. V, núm. 21).

63. Oración. Dignáos, ¡oh Dios mío! acoger favorablemente la oración que os dirijo por el espíritu de N... hacedle entrever vuestras divinas luces y que le sea fácil el camino de la felicidad eterna. Permitid que los buenos espíritus le lleven mis palabras y mi pensamiento.


Tú que me eres querido en este mundo, oye mi voz que te llama para darte una nueva prueba de mi afecto. Dios ha permitido que fueses el primero en adquirir la libertad; no podría quejarme de ello sin egoísmo, porque sería desear para tí las penas y sufrimientos de esta vida. Espero, pues, con resignación el momento de nuestra reunión en el mundo más feliz en que me has precedido.


Yo sé que nuestra separación es momentánea y que por larga que pudiera parecerme, su duración se borra ante la eterna felicidad que Dios promete a sus elegidos. Que su bondad me preserve de hacer nada que pueda retardar este instante deseado, y que me ahorre de este modo el dolor de no volverte a encontrar al salir de mi cautiverio terrestre.


¡Oh! ¡Qué dulce y consoladora es la certeza de que sólo hay entre nosotros un velo material que te oculta a mi vista! Que puedes estar aquí, a mi lado, verme y oírme como otras veces, y aún mejor que antes; que no me olvidas como yo tampoco te olvido; que nuestros pensamientos no cesan de confundirse, y que el tuyo me sigue y me sostiene siempre.


Que la paz del Señor sea contigo.