EL CIELO Y EL INFIERNO o La Justicia Divina según el Espiritismo

Allan Kardec

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2. Las doctrinas sobre el demonio, que han prevalecido tanto tiempo, habían exagerado de tal modo su poder, que hicieron, por decirlo así, olvidar a Dios. Por esto razón se le hacía el honor de todo la que parecía sobrepujar la fuerza humana. Por todas partes aparecía la mano de Satanás. Los menores hechos, los descubrimientos más útiles, todos aquellos que podían sacar al hombre de la ignorancia y ensanchar el círculo de sus ideas, han sido diferentes veces considerados como obras diabólicas.


Los fenómenos espiritistas, más multiplicados en nuestros días, y sobre todo mejor observados con ayuda de las luces de la razón y los datos de la ciencia, han confirmado, en verdad, la intervención de inteligencias ocultas. Pero obrando siempre en los límites de las leyes de la Naturaleza, y revelando por su acción una nueva fuerza y leyes desconocidas hasta este día. La cuestión se reduce, pues, a saber de qué orden son estas inteligencias.


Mientras no se han tenido sobre el mundo espiritual sino nociones inciertas o sistemáticas, ha podido haber equivocaciones. Pero hoy día, en que las observaciones rigurosas y los estudios experimentales han hecho luz sobre la naturaleza de los espíritus, su origen y su destino, su papel en el Universo y su modo de acción, la cuestión está resuelta por los hechos.


Se sabe ahora que son las almas de los que han vivido en la Tierra. Se sabe también que las diversas categorías de espíritus buenos y malos no constituyen seres de diferentes especies, sino que marcan grados diversos de adelanto. Según el puesto que ocupan, en razón de su progreso intelectual y moral, los que se manifiestan se presentan bajo dos aspectos muy opuestos, lo que no les impide haber salido de la gran familia humana, de la misma manera que el salvaje, el bárbaro y el hombre civilizado.