EL CIELO Y EL INFIERNO o La Justicia Divina según el Espiritismo

Allan Kardec

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Refutación

3. El principio general que descuella en esta doctrina es que los ángeles son seres puramente espirituales, anteriores y superiores a la Humanidad, criaturas privilegiadas a la dicha suprema y eterna, desde su formación, adornada por su misma naturaleza de todas las virtudes y de todos los conocimientos, sin haber hecho nada para adquirirlos. Están en el primer rango en la obra de la Creación. En el último está la vida puramente material, y entre las dos, la Humanidad formada por las almas, seres espirituales, inferiores a los ángeles, unidos a cuerpos materiales.


Muchas dificultades capitales surgen de este sistema. ¿Cuál es, desde luego, esa vida puramente material? ¿Se trata de la materia bruta? Pero la materia bruta es inanimada y no tiene vida por sí misma. ¿Se quiere hablar de las plantas y de los animales? Este sería entonces un cuarto orden en la Creación, porque no se puede negar que hay más inteligencia en el animal que en la planta, y en ésta que en una piedra. En cuanto al alma humana, que es la transición, está unida directamente a un cuerpo que sólo es materia bruta, porque sin alma no hay vida, como sucede en un pedazo de tierra.


En esta división falta evidentemente la claridad, y no concuerda con la observación. Se parece a la teoría de los cuatro elementos, destruida por los progresos de la ciencia. Admitamos, sin embargo, estos tres términos, la criatura espiritual, la criatura humana y la criatura corporal. Tal es, se refiere, el plan divino, plan majestuoso y completo, como convenía a la sabiduría eterna. Observemos, desde luego, que entre estos tres términos no hay ninguna trabazón necesaria. Son tres creaciones distintas formadas sucesivamente. De la una a la otra no hay solución de continuidad. Mientras que en la Naturaleza todo se encadena, todo nos demuestra una admirable ley de unidad, en la cual todos los elementos, que sólo son transformaciones unos de otros, tienen su lazo de unión. Esta teoría es verdadera, en el sentido de que estos tres términos evidentemente existen, sólo que es incompleta. Faltan en ella los puntos de contacto, como es fácil de demostrar.


4. Estos tres puntos culminantes de la Creación son, afirma la iglesia, necesarios a la armonía del conjunto. Si hay uno solo de menos, la obra es incompleta y no está conforme con la sabiduría eterna. Sin embargo, uno de los dogmas fundamentales de la religión declara que la Tierra, los animales, las plantas, el sol, las estrellas, la misma luz, han sido creados y sacados de la nada, hace 6.000 años. Antes de esta época no había, pues, ni criatura humana ni criatura corporal. Durante la pasada eternidad, la obra divina era, por tanto, imperfecta. La fijación de la edad del Universo en seis mil años es un artículo de fe tan capital, como que hace pocos años que la ciencia fue anatematizada porque destruía la cronología bíblica, probando la alta antigüedad de la Tierra y de sus habitantes.


Sin embargo, el Concilio de Letrán, concilio ecuménico que hace ley en materia de ortodoxia, afirma: Nosotros creemos firmemente que no hay más que un solo Dios verdadero, eterno e infinito, el cual, al principio del tiempo, sacó a la vez de la nada una y otra criatura, la espiritual y la corporal. El principio del tiempo no puede entenderse sino de la eternidad transcurrida, porque el tiempo es infinito como el espacio, no tiene principio ni fin. Esta expresión: el principio del tiempo, es una figura que implica la idea de una anterioridad ilimitada.


El concilio de Letrán cree, pues, firmemente que las criaturas espirituales y las criaturas corporales han sido formadas simultáneamente y sacadas conjuntamente de la nada, en una época indeterminada en el pasado. ¿Qué viene a ser, pues, el texto bíblico que fija esta creación en 6.000 años antes de nuestros días? Admitiendo que sea éste el principio del Universo visible, no es seguramente el del tiempo. ¿A quién hemos de creer, al concilio o a la Biblia?


5. El mismo concilio formula, además, una extraña proporción. Nuestra alma, sostiene, igualmente espiritual, está asociada al cuerpo de manera que no forma con él más que una sola y misma persona, y tal es esencialmente su destino. Si el destino esencial del alma es el de estar unida al cuerpo, esta unión constituye su estado normal, es su objeto, su fin, puesto que tal es su destino. Sin embargo, el alma es inmortal y el cuerpo es mortal. Su unión con el cuerpo no tiene lugar más que una sola vez, según la iglesia, y aunque tal unión fuese de un siglo, ¿qué sería esto en comparación de la eternidad? Mas para un gran número, es apenas de algunas horas, ¿de qué utilidad puede ser para el alma esta unión efímera? Cuando en la eternidad la más larga duración es un tiempo imperceptible, ¿será exacto decir que su destino es permanecer esencialmente ligada al cuerpo? Esta unión no es en realidad más que un incidente, un punto en la vida del alma, y no en su estado esencial.


Si el destino esencial del alma es estar unida a un cuerpo material, si por su naturaleza y según el objeto providencial de su creación esta unión es necesaria para las manifestaciones de sus facultades, es preciso concluir que sin el cuerpo, el alma humana es un ser incompleto. Pero para quedar como es, por su destino, después de haber dejado un cuerpo, es necesario que vuelta a tomar otro, lo que nos conduce a la pluralidad forzosa de las existencias, o, dicho de otra manera, a la reencarnación perpetua. Es verdaderamente extraño que un concilio que se tiene como una de las lumbreras de la iglesia, haya confundido hasta ese punto el ser espiritual y el ser material, que no pueden de ningún modo existir el uno sin el otro, pues la condición esencial de su creación es el estar unidos.


6. El cuadro jerárquico de los ángeles nos enseña que muchas categorías tienen, en sus atribuciones, el gobierno del mundo físico y de la Humanidad, y que fueron creadas con este fin. Pero, según el Génesis, el mundo físico y la Humanidad sólo hace 6.000 años que existen. ¿Qué hacían, pues, estos ángeles antes de ese tiempo, durante la eternidad, puesto que el objeto de sus ocupaciones no existía? ¿Los ángeles fueron creados de toda eternidad? Así debe ser, puesto que sirven para la glorificación del Altísimo. Si Dios los hubiera creado en una época determinada cualquiera, hasta entonces, esto es, durante una eternidad, no hubiera tenido quien le adorase.


7. Se expresa más arriba: Mientras dura esta unión tan íntima del alma con el cuerpo, ¿puede llegar un momento en que esta unión no existe? Esta proposición contradice a la que hace de esta unión el destino esencial del alma.


Se ha dicho también: “Las ideas le llegan por los sentidos, por la comparación de los objetos exteriores.” Esta es una doctrina filosófica en parte verdadera, pero no en el sentido absoluto. Es, según el eminente teólogo, una condición inherente a la naturaleza del alma el no recibir las ideas sino por los sentidos. Olvida las ideas innatas, las facultades a veces tan trascendentales, la intuición de las cosas que el niño trae al nacer y que no debe a ninguna instrucción. ¿Por qué sentidos esos jóvenes pastores, calculadores naturales que han admirado a los sabios, han adquirido las ideas necesarias para la solución, casi instantánea, de los problemas más complicados? Se puede decir otro tanto de ciertos músicos, pintores y lingüistas precoces.


“Los conocimientos de los ángeles no son resultado de la inducción y del raciocinio”. Saben porque son ángeles, sin tener necesidades de aprender. Dios los ha creado tales. El alma, al contrario, debe aprender. Si el alma no recibe las ideas sino por los órganos corporales, ¿cuáles son las que puede el alma del niño muerto al cabo de algunos días, admitiendo, con la iglesia, que no renazca?


8. Aquí se presenta una cuestión vital: ¿El alma adquiere ideas y conocimientos después de la muerte del cuerpo? Si una vez separada del cuerpo no puede adquirir nada, la del niño, la del salvaje, la del imbécil, la del idiota, la del ignorante, continuarán siendo siempre lo que eran a la hora de la muerte: están destinadas a una perpetua nulidad.


Si el alma adquiere nuevos conocimientos después de la vida actual, puede progresar. Sin el progreso ulterior del alma, iremos a parar a consecuencias absurdas. Con el progreso, llegaremos a la negación de todos los dogmas fundados en su estado estacionario. La suerte irrevocable, las penas eternas, etc. Si progresa, ¿dónde se detiene el progreso? No hay ninguna razón para que no alcance el grado de los ángeles o espíritus puros. Si puede llegar a él, no había ninguna necesidad de crear seres especiales y privilegiados, exentos de todo trabajo y gozando de la dicha eterna, sin hacer hecho nada para conquistarla, mientras que otros seres menos favorecidos no obtienen la suprema felicidad sino al precio de largos y crueles sufrimientos y de las más rudas pruebas. Dios lo puede hacer, sin duda. Pero si se admite lo infinito de sus perfecciones, sin las cuales no hay Dios, es preciso admitir también que no hace nada inútil, ni nada que desmienta la soberana justicia y la soberana bondad.


9. “Puesto que la majestad de los reyes toma su esplendor del número de sus súbditos, de sus oficiales y de sus servidores, ¿qué hay más propio para darnos una idea de la majestad del Rey de los reyes que esta multitud innumerable de los ángeles, que pueblan el cielo y la tierra, el mar y los abismos, y la dignidad de los que permanecen sin cesar prosternados o de pie ante su trono?”


¿No es rebajar la Divinidad el hecho de asimilar su gloria al fausto de los soberanos de la Tierra? Esta idea, inculcada en el espíritu de las masas ignorantes, falsea la opinión que se forma de su verdadera grandeza. Es reducir siempre a Dios a las mezquinas proporciones de la Humanidad, suponerle la necesidad de tener millones de adoradores sin cesar prosternados o de pie ante él, es atribuirle las debilidades de los monarcas déspotas y orgullosos de Oriente. ¿Qué es lo que hace a los soberanos verdaderamente grandes? ¿El número y esplendor de sus cortesanos? No. Es su bondad y su justicia, es el merecido título de padres de sus súbditos. Se nos pregunta si existe algo más propicio para darnos una idea de la majestad de Dios que la multitud de ángeles que componen su corte. Sí, ciertamente, hay algo mejor que eso, y es concebirle todas sus criaturas soberanamente bueno, justo y misericordioso, y no como un Dios colérico, celoso, vengativo, inexorable, exterminador, parcial, creando para su propia gloria seres privilegiados, favorecidos de todos los dones, nacidos para la eterna felicidad, mientras que a los otros les hace pagar cara la dicha castigando un momento de error con una eternidad de suplicios.


10. El Espiritismo profesa una doctrina infinitamente más espiritualista, por no decir menos materialista, que además tiene la ventaja de estar más conforme con la observación y con el destino del alma. Según lo que nos enseñan, el alma es independiente del cuerpo, que no es más que una envoltura corporal. Su esencia es la espiritualidad, su vida normal es la vida espiritual. El cuerpo es sólo un instrumento para el ejercicio de sus facultades en sus relaciones con el mundo material. Pero, separada de este cuerpo, goza de sus facultades con más libertad y expansión.


11. Su unión con el cuerpo, necesaria en sus primeros desarrollos, no tiene lugar sino en el período que puede llamarse de su infancia y adolescencia. Cuando alcanza cierto grado de perfección y de desmaterialización esta unión no es necesaria, y el alma sólo progresa por la vida del espíritu. Además, por numerosas que sean las existencias corporales, son necesariamente limitadas para la vida del cuerpo, y su suma total no comprende, en todo caso, sino una imperceptible parte de la vida espiritual, que es indefinida.