EL CIELO Y EL INFIERNO o La Justicia Divina según el Espiritismo

Allan Kardec

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7. Para hombres que sólo tenían una noción confusa de la espiritualidad del alma, la idea del fuego material nada chocante era, tanto menos cuanto que estaba en la creencia vulgar, derivada de la del infierno pagano, casi universalmente esparcida. La eternidad de las penas nada tenía tampoco que repugnarse a gentes sometidas desde muchos siglos a la legislación del terrible Jehová. En el pensamiento de Jesús, el fuego eterno no podía ser más que una figura. Poco le importaba que aquella figura fuese tomada al pie de la letra, si debía servir de freno. Bien sabía que el tiempo y el progreso se encargarían de hacer comprender su sentido alegórico, sobre todo cuando, según su predicción, el Espíritu de Verdad vendría a iluminar a los hombres sobre todas las cosas.


El carácter esencial de las penas irrevocables es la ineficacia del arrepentimiento. Jesús, pues, jamás dijo que el arrepentimiento nunca hallaría perdón ante Dios. En todas las ocasiones, al contrario, muestra a Dios clemente, misericordioso, dispuesto a recibir al hijo pródigo a su regreso, bajo el techo paterno. No lo presenta inflexible más que con el pecador endurecido. Pero si tiene el castigo en una mano, en la otra tiene siempre el perdón para el culpable, cuando éste vuelve sinceramente hacia Él.


No es éste, por cierto, el retrato de un Dios sin piedad. Así es que conviene hacer notar que Jesús nunca pronunció contra persona alguna, ni aun contra los mayores culpables, una condenación irremisible.