EL CIELO Y EL INFIERNO o La Justicia Divina según el Espiritismo

Allan Kardec

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6. Esa mezcla de ideas paganas y de ideas cristianas no debe extrañarse. Jesús no podía inmediatamente destruir creencias arraigadas. Los hombres carecían de los conocimientos necesarios para concebir el infierno del espacio y el número infinito de mundos. La Tierra era para ellos el centro del Universo. No conocían ni su forma, ni su estructura interior. Todo para ellos estaba limitado a su punto de vista. Sus nociones sobre el porvenir no podían extenderse más allá de sus conocimientos. Jesús se encontraba, pues, en la imposibilidad de iniciarlos en el verdadero estado de las cosas. Pero, por otro lado, no queriendo con su autoridad sancionar preocupaciones admitidas, se abstuvo de ocuparse en ellas, dejando al tiempo el cuidado de rectificar las ideas. Se ciñó a hablar vagamente de la vida bienaventurada y de los castigos que sufrirán los culpables, pero en ninguna parte de sus enseñanzas se encuentra el cuadro de los suplicios corporales, hecho artículo de fe por los cristianos.


He aquí como las ideas del infierno pagano se han perpetuado hasta nuestros días. Ha sido necesaria la difusión de los conocimientos de los tiempos modernos y del desarrollo general de la inteligencia humana para condenarlas. Pero entonces, como nada positivo había suscitado a las ideas admitidas, al largo período de una creencia ciega sucedió, como transición, el período de incredulidad, al cual la nueva revelación viene a poner término. Era preciso demoler antes de reconstruir, porque es más fácil hacer admitir ideas justas a aquellos que en nada creen, porque ven que les falta algo, que no a los que tienen una fe robusta en lo que es absurdo.