EL CIELO Y EL INFIERNO o La Justicia Divina según el Espiritismo

Allan Kardec

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Antonio B...

Antonio B..., enterrado vivo
La pena del Talión


M. Antonio B... era un escritor de mérito, estimado de sus conciudadanos. Habiendo ejercido con distinción e integridad funciones públicas en Lombardía, cayó hacia 1850, a consecuencia de un ataque de apoplejía, en un estado de muerte aparente que se tomó, como sucede por desgracia algunas veces, por la muerte real. El error era tanto más fácil cuanto se habían creído advertir sobre el cuerpo señales de descomposición. Quince días después del entierro, una circunstancia fortuita determinó a la familia a pedir la exhumación. Se trataba de un medallón olvidado por descuido en el ataúd. Pero fue grande el estupor de los asistentes cuando, al abrirse el ataúd, se reconoció que el cuerpo había cambiado de posición, que se había vuelto, y, ¡suceso horrible!, que una de sus manos estaba en parte comida por el difunto. Entonces se manifestó que el desgraciado Antonio B... había sido enterrado vivo, debiendo sucumbir bajo las angustias dc la desesperación y del hambre.


Habiendo sido evocado M. Antonio B... en la Sociedad de París en agosto de 1864, a petición de uno de sus parientes, dio las siguientes explicaciones.


1. Evocación. R. ¿Qué queréis de mí?


2. Uno de vuestros parientes nos ha suplicado que os evocásemos. Lo hacemos con gusto y tendremos el mayor placer, si tenéis la bondad de respondernos. R. Sí, quiero responderos y lo hago con gusto.


3. ¿Os acordáis de las circunstancias de vuestra muerte? R. ¡Ah! ¡Ciertamente! Las recuerdo, ¿por qué me traéis a la memoria la idea del castigo?


4. ¿Es cierto que habéis sido enterrado vivo por equivocación? R. Debía suceder así, porque la muerte aparente ha tenido todos los caracteres de una muerte real; estaba desangrado. (2) No se debe imputar a nadie un hecho previsto desde antes de mi nacimiento.


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(2). Privado de sangre. Descolorida la piel por la privación de la sangre.


5. Si estas preguntas sirven para causaros molestia, será preciso que no las hagamos. R. No, continuad.


6. Desearíamos saber que sois feliz, porque habéis dejado la reputación de un hombre honrado. R. Os doy las gracias. Sé que rogaréis por mí. Procuraré contentaros, pero si lo hago mal, uno de vuestros guías espirituales suplirá mi falta.


7. ¿Podréis describirnos las sensaciones que habéis experimentado en aquel terrible momento?


R. ¡Oh! ¡Qué dolorosa prueba! ¡Sentirse encerrado entre cuatro tablas, no poder revolverse, ni moverse! ¡No poder llamar, sin voz, en un centro privado de aire! ¡Oh!, ¡qué tormento el del desgraciado que se esfuerza en vano en aspirar en una atmósfera insuficiente y desprovista de lo necesario para poder respirar! ¡Ah! Estaba como un condenado a la boca de un horno, salvo el calor.


¡Oh! ¡no deseo a nadie semejantes tormentos! ¡No, no deseo a nadie un fin como el mío! ¡Ah!, ¡cruel castigo de una terrible y feroz existencia! No me preguntéis en qué pensaba, pero me sumergía en el pasado y entreveía vagamente el porvenir.


8. Vos decís que aquel fue el castigo de una feroz existencia. Sin embargo, vuestra reputación, intachable hasta hoy, no hacía suponerlo. ¿,Podéis explicárnoslo? R. ¡Qué es la duración de una existencia en la eternidad! Ciertamente, he procurado obrar bien en mi última encarnación, pero este fin había sido aceptado por mí antes de volver a entrar en la Humanidad. ¡Ah!, ¿por qué me preguntáis sobre este pasado doloroso que sólo yo conocía, y los espíritus, ministros del Omnipotente? ¡Sabed, pues es preciso decíroslo, que en una existencia anterior había emparedado a mi mujer, ¡enteramente viva!, en una cueva. ¡Es la pena del Talión la que he debido aplicarme! Ojo por ojo y diente por diente.


9. Os damos las gracias por haber tenido la bondad de responder a nuestras preguntas, y rogamos a Dios os perdone lo pasado en favor del mérito de vuestra última existencia. R. Volveré más tarde. Por lo demás, el espíritu de Erasto completará con gusto esta comunicación.


Instrucción del guía del médium:


Lo que debéis recoger de esta enseñanza es que todas vuestras existencias se corresponden, y que ninguna es independiente de las otras. Las inquietudes, las desazones. como los grandes dolores que afectan a los hombres, son siempre consecuencias de una vida anterior criminal o mal empleada. Sin embargo, debo comentaros que el final semejante de Antonio B... es raro, y si este hombre, cuya última existencia ha estado exenta de censura, ha concluido de este modo, es porque él mismo había solicitado una muerte semejante, a fin de abreviar el tiempo de su estado errante, y alcanzar más rápidamente las esferas celestes.


En efecto después de un período de turbación y de sufrimiento moral para expiar todavía su crimen espantoso, le será perdonado, y se elevará hacia un mundo mejor donde encontrará a su víctima, que le espera y que le ha perdonado ya hace mucho tiempo. Sabed, pues, aprovecharos de este ejemplo cruel, para soportar con paciencia, queridos espiritistas, los sufrimientos corporales y morales y todas las miserias de la vida.


P. ¿Qué provecho puede recoger la Humanidad de semejante castigo?


R. Los castigos no son para que la Humanidad se desarrolle, sino para castigar al individuo culpable. Efectivamente, la Humanidad no tiene ningún interés en ver sufrir uno de los suyos. Aquí el castigo fue apropiado a la falta. ¿Por qué hay locos e imbéciles? ¿Por qué mueren algunos en el fuego? ¿Por qué otros viven muchos años en los tormentos de una larga agonía, no pudiendo vivir ni morir? ¡Ah! Creedme, respetad la voluntad soberana, y no tratéis de sondear la razón de los decretos providenciales. Sabedlo, Dios es justo, y hace bien todo lo que hace.
Erasto


¿No tenemos en este caso una lección grande y terrible? De este modo la justicia de Dios alcanza siempre al culpable, y aunque algunas veces sea tardía, no por eso deja de seguir su curso. ¿No es eminentemente moral el saber que si grandes culpables acaban sus existencias pacíficamente, y a menudo en la abundancia de los bienes terrestres, la hora de la expiación sonará tarde o temprano? Penas de esta naturaleza se comprenden, no solamente porque están de algún modo a nuestro alcance, sino porque son lógicas. Se cree en ellas porque la razón las admite.


Una existencia honrosa, no exenta no obstante de las pruebas de la vida, porque se las ha elegido o aceptado como complemento de expiación, es el saldo de una deuda que se satisface antes de recibir el premio del progreso cumplido.


Si se considera cuán frecuentes eran en los siglos pasados, incluso en estas clases más elevadas y más ilustradas, los actos de barbarie que tanto hoy nos indignan, cuántos asesinatos se cometían en aquellas épocas en qué se jugaba con la vida de su semejante, en que el poderoso aniquilaba al débil sin escrúpulo, se comprenderá cuántos hombres debe haber en nuestros días que tienen que lavar su pasado. No debemos maravillarnos, pues, del tan considerable número de gentes que mueren víctimas de accidentes aislados o de catástrofes generales. El despotismo, el fanatismo, la ignorancia y las preocupaciones de la Edad Media y de los siglos que la han seguido, han llegado a las generaciones futuras una duda inmensa que no está aún liquidada. Muchas desgracias nos parecen inmerecidas, porque no vemos sino el momento actual.