EL CIELO Y EL INFIERNO o La Justicia Divina según el Espiritismo

Allan Kardec

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La reina de Uda

Murió en Francia en 1858


1. ¿Qué sensación habéis experimentado dejando la vida terrestre? R. No podría expresarlo, estoy todavía turbada. P. ¿Sois dichosa? R. No. P. ¿Por qué no lo sois? R. Echo de menos la vida.... no sé.... experimento un dolor punzante. La vida me hubiera libertado de éste.... quisiera que mi cuerpo se levantase del sepulcro.


2. ¿Tenéis sentimiento de no haber sido enterrada en vuestro país y de serlo entre los cristianos? R. Sí. la tierra india pesaría menos sobre mi cuerpo. P. ¿Qué pensais de las honras fúnebres hechas a vuestros restos? R. Han sido insignificantes. Era reina, y no todos han doblado las rodillas ante mí... Dejadme... se me fuerza a hablar. No quiero que sepáis lo que soy ahora..., he sido reina, sabedlo.


3. Nosotros respetamos vuestro rango y os suplicamos tengais la bondad de respondernos para nuestra instrucción. ¿Pensáis que vuestro hijo recobrará un día los Estados de su padre? R. Ciertamente, mi sangre reinará. Es digna de ello. P. ¿Dais al reinado de vuestro hijo la misma importancia que en vuestra vida? R. Mi sangre no puede confundirse con la de la muchedumbre.


4. No ha podido inscribirte en vuestra partida de defunción el lugar de vuestro nacimiento. ¿Podrías decirlo ahora? R. He nacido de la más noble sangre de la India. Creo que nací en Delhy.


5. Vos, que habéis vivido en los esplendores del lujo y que habéis estado rodeada de los honores, ¿qué pensáis de ello ahora? R. Se me debían. P. ¿El rango que habéis ocupado en la Tierra, os distingue en el mundo en que estáis hoy? R. ¡Siempre soy reina..., que se me envíen esclavos para servirme!... No sé, parece que aquí no se ocupan de mí..., sin embargo, siempre soy yo.


6. ¿Pertenecéis a la religión musulmana o a una religión india? R. Musulmana, pero era demasiado grande para ocuparme de Dios. P. Para la dicha de la Humanidad, ¿qué diferencia hacéis entre la religión que profesáis y las religión cristiana? R. La religión cristiana es absurda, afirma que todos somos hermanos. P. ¿Cuál es vuestra opinión sobre Mahoma? R. No era hijo de rey. P. ¿Creéis que tuvo una misión divina? R. ¡Qué me importa eso! P. ¿Cuál es vuestra opinión sobre Cristo? R. El hijo del carpintero no es digno de ocupar mi pensamiento.


7. ¿Qué pensáis del uso que sustrae a las mujeres musulmanas de las miradas de los hombres? R. Pienso que las mujeres son hechas para dominar: yo era mujer. P. ¿Habéis envidiado algunas veces la libertad de que gozan las mujeres en Europa? R. No, ¡qué me importa su libertad! ¿Se las sirve de rodillas?


8. ¿Os acordáis de haber tenido otras existencias en la Tierra, antes de la que acabáis de dejar? R. He debido ser siempre reina.


9. ¿Por qué habéis venido tan pronto a nuestro llamamiento? R. No lo he deseado, se me ha forzado a ello... ¿Acaso piensas que me hubiera dignado responder? ¿Qué sois con respecto a mí? P. ¿Quién os ha forzado a venir? R. No lo sé... Sin embargo, no debe haber aquí otro más grande que yo.


10. ¿Bajo qué forma estáis aquí? R. Siempre soy reina..., ¿piensas que he cesado de serlo? ... Sois poco respetuosos..., sabed que se habla de otro modo a las reinas.


11. Si pudiésemos veros, ¿os veríamos con vuestros adornos, vuestras sortijas? R. ¡Ciertamente! P ¿Cómo es que habiendo dejado todo esto, haya conservado vuestro espíritu la apariencia sobre todo de vuestros adornos? R. No me han dejado... soy siempre tan bella como era.... ¡no sé qué idea os formáis de mí! Es verdad que no me habéis visto jamás.


12. ¿Qué impresión experimentáis al encontraros en medio de nosotros? R. Si pudiera, no estaría aquí, ¡me tratáis con tan poco respeto! San Luis: Dejad a la pobre alucinada, tened piedad de su ceguera. Que os sirva de ejemplo, no sabéis cuánto sufre su orgullo.


Evocando esta grandeza caída ahora en la tumba, no esperabamos respuestas de gran profundidad, visto el género de educación de las mujeres de aquel país, pero pensábamos encontrar en este espíritu, si no filosofía, sí al menos un sentimiento más verdadero de la realidad, e ideas más sanas sobre las vanidades y las grandezas de aquí abajo. Lejos de eso, las ideas terrestres han conservado en él toda su fuerza, el orgullo no ha perdido nada de sus ilusiones, que lucha contra su propia debilidad y que debe, en efecto, sufrir mucho por su impotencia.