¿Que és el Espiritismo?

Allan Kardec

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Charlatanismo

89. Ciertas manifestaciones espiritistas se prestan, con bastante facilidad, a la imitación. Pero sería absurdo deducir que, por el hecho de que puede abusarse de ellas, estas manifestaciones no existen. Para el que ha estudiado y conoce las condiciones morales en que pueden producirse, es fácil distinguir la imitación de la realidad. Por lo demás, la imitación no llega a ser completa y no puede engañar más que al ignorante, incapaz de apreciar los matices característicos del verdadero fenómeno.

90. Las manifestaciones que más fácilmente pueden imitarse son ciertos efectos físicos y los inteligentes vulgares, tales como: Movimientos, golpes, aportes, escritura directa, respuestas vulgares, etc., pero no sucede lo mismo con las comunicaciones inteligentes trascendentales. Para imitar las primeras, basta la destreza; para simular las otras, serían precisas casi una instrucción poco común, una superioridad intelectual nada vulgar y una facultad de improvisación, por decirlo así, universal.

91. Los que no conocen el Espiritismo se inclinan generalmente a sospechar de los médiums; el estudio y la experiencia dan medios de asegurarse de la realidad de los hechos, y las mejores garantías que pueden encontrar son el desinterés absoluto y la honradez del médium; hay personas que por su posición y carácter se sustraen a toda sospecha. Si el cebo de la ganancia puede excitar al fraude, el sentido común dice que a nada conduce el charlatanismo cuando no se trata de ganar. (El Libro de los Médiums, pág. 28, “Charlatanismo y sofisticación, médiums interesados, fraudes espiritistas”, núm. 300).

92. Entre los adeptos del Espiritismo se encuentran entusiastas exaltados, como en todo, los cuales son en general los peores propagadores, porque se desconfía de su facilidad en aceptarlo todo sin maduro examen. El espiritista ilustrado huye del entusiasmo que ciega y lo observa todo fríamente y con calma: éste es el medio de no ser juguete de las ilusiones y mistificadores. Dejando a un lado toda cuestión de buena fe, el observador novicio debe ante todo, tener en cuenta la gravedad del carácter de las personas a quien se dirige.